lunes, 25 de marzo de 2013

El Capitalismo Oriental vs Capitalismo Occidental: ¿hay alternativas?



El estadio del sistema capitalista que vivimos actualmente en Occidente está planteando no sólo una serie de inquietudes y una gran perplejidad sino también una legítima indignación que va creciendo día a día en la población. La especulación, los rescates, el empobrecimiento o los escándalos políticos y la corrupción nos llevan a cuestionarnos el por qué de esta situación y mirando un poco más allá, si hay alguna otra alternativa posible.

Una de las cuestiones que se plantean es cuál era el objetivo real de este neoliberalismo que desregularizó los mercados en los ochenta con Thatcher y Reagan y que con la ayuda de la tecnología y la globalización ha creado este turbocapitalismo financiero que ahora sufrimos. Recordemos que el lema más conocido de Thatcher es que "no existe la sociedad, sólo los individuos". Quizás el objetivo no tenía nada que ver con el aumento productivo ni el crecimiento económico, sino con el reforzamiento de una nueva super-élite y la restauración de una "power class": en manos de sólo diez millones de personas hay una fortuna que es tres veces el PIB de Europa o EEUU, unos 42 trillones de $. Y  ese capitalismo de amigos (crony capitalism) es además hereditario a través de las estirpes que se reunen en clubs privados y universidades de élite.

Se instala pues una nueva política de bloques: el mundo se divide entre los ricos y los demás. Un sistema llamado Plutonomía: las nuevas élites económicas no trabajan con el mundo material, como los antiguos barones industriales, producen precios: esta es su industria. Y el precio no es más que una expectativa que se compra y vende en los mercados. Una clase con borrachera adictiva a los mercados. Invierte el dinero en la bolsa, la deuda de países, el inmobiliario creando burbujas. Al no repartirse y concentrarse la riqueza no se estimula el crecimiento del consumo o la economía real.

En este capitalismo financiero de corte extractivo, existe un claro desinterés por la política entendida como forma de construcción de progreso social. Una minoría de consumidores saquean los mercados de renta pública y de las acciones disgregando por el camino el sistema social. Recordemos que en el precedente capitalismo industrial se necesitaba una constante aplicación de rentas para el consumo de los productos que producía. Además le era fundamental la existencia de instituciones y paz social apuntalados por el bastión de la creación de una clase media que ahora no sabemos hacía dónde se dirige (quizás hacia una nueva proletarización...).
Llegados a este punto de la caracterización cabe preguntarse si ¿hay alguna alternativa  o, al menos, algún resquicio de atemperamiento de este Capitalismo financiero-extractivo Occidental que vivimos actualmente? 

Una de las posibles respuestas nos vienen de la ya no tan lejana Asia Oriental: como explica el profesor de Esade David Murillo: puede haber una forma de democracia que nos libere del peaje del individualismo feroz, de la erosión de la comunidad y la moral pública. Se encuentra en los países de Asia Oriental como Corea del Sur con su Capitalismo Oriental: estos países construyen su identidad a través de su raíz confunciana donde los valores son, sin lugar a dudas, motor de crecimiento:

  •  No son relativistas ya que consideran que hay cosas buenas y cosas malas a evitar. 
  • Bajo un autoritarismo moderado piensan que el Estado puede ser motor económico sin llegar al pleno capitalismo de mercado desregularizado.
  • La educación es su valor supremo: los individuos son perfectibles a través de la educación.
  • La ejemplaridad es central en sus actuaciones: las palabras sólo tienen sentido si están en concordancia con tus acciones. Lideras por lo que eres y por tu prestigio.
  • La población está dentro de una jerarquía: aceptan el rol específico de cada persona dentro de la comunidad y generan confianza y reciprocidad.
Así pues, como dice David Murillo: tenemos que la  educación, el sentido social,  la cohesión, la meritocracia y poner al grupo por encima del individuo forman parte de su identidad de raíz confunciana. De Occidente cogen lo que les interesa: su sistema político e institucional, los procesos de producción y mercado y les incorporan sus elementos culturales propios. Así dan forma a ese Capitalismo Oriental  donde la influencia cultural es importante (pensemos que aquí la cultura es sólo un mero producto de mercado), el cual está teniendo éxito actualmente e incluso comienza a tomar la delantera en algunos sectores. Sirva como ejemplo los nuevos lanzamientos de productos electrónicos coreanos de Samsung que generan admiración y ganan mercado en perjuicio de su principal competidor Occidental Apple.

Tras los excesos, quizás hemos llegado de nuevo al principio del ciclo y de un capitalismo donde el consumidor endeudado es el rey al estilo Occidental debemos pasar por el Capitalismo Oriental donde el productor es el rey al estilo del mercantilismo tradicional. Pero volviendo a retomar por el camino esos valores como la perfección del individuo a través de la educación y el de la ejemplaridad que son motor de crecimiento no sólo económico, como demuestra Oriente, sino todavía como algo más importante: como fuente de crecimiento personal y cohesión social. Algo que sin duda ahora necesitamos.



domingo, 17 de marzo de 2013

La Filosofía del Límite: lo simbólico en Eugenio Trías




Preguntarse por la condición humana, el por qué nos afectan las cosas y lo que nos conviene, tratando de entender que hay más allá de la simple inmediatez, de las rutinas y cotidianeidad que nos absorbe, es una tarea que parece reservada para muy pocos. Pero sin embargo, es algo de lo que en un momento u otro de nuestra vida tendremos que ocuparnos dado que, en el fondo, el  revisar crítico de nuestra existencia va implícito con nuestra esencia racional como humanos. Hubo un tiempo en que Ser era Pensar pero en nuestra acelerada posmodernidad hemos pasado a que Ser sea Actuar olvidándonos en el camino de nosotros mismos.

A todos nos resulta duro enfrentarnos al sufrimiento y al dolor en nuestras vidas y tratamos de entenderlo dándole un sentido. La vida humana desde el punto de vista de un mero proceso natural, puede no tener sentido como no lo tienen la de los animales. Pero por otro lado, el Ser Humano es el único que puede tener una posición afirmativa ante la vida. Hacer de nuestra vida algo valioso, construir nuestra propia identidad, es una tarea que merece la pena llevar a cabo.

Los filósofos quizás han sido las personas más cercanas a dar respuesta a las grandes preguntas o a hacer cuando menos las preguntas adecuadas. Eugenio Trías, recientemente fallecido, es uno de esos grandes pensadores que con su reflexión sobre la condición humana, nos iluminan en ese a veces difícil camino de dar valor a nuestra vida. Para él, la profesión filosófica  reside en la dignidad de una condición que no se satisface con vivir sin adquirir comprensión y conocimiento de lo vivido.

La forma de entender la realidad ha sido articulada a través de lo que denominamos razón. Para Trías, la razón es el conjunto de usos verbales y de escritura mediante los cuales se puede producir significación y sentido. Esta investigación sobre el Ser mismo a través de la razón ha dado a dos caracterizaciones durante el pasado siglo que han sido dañinas para la filosofía: por un lado, una razón analítica de orientación positivista-empirista que concibe el patrón lógico-matemático como el genuino a la hora de desarrollar cualquier estudio humano; por otro lado, una razón "dialéctica" que observa en el ejercicio filosófico una herramienta ideológica promovida por intereses socioeconómicos. 

Frente a ambas, Trías establece una razón filosófica que denomina fronteriza. Tilda así la condición humana de fronteriza: en nuestra búsqueda de la sabiduría y en nuestra facultad de conocer damos con innumerables sombras en las que chocamos con un "Límite Mayor" que sólo puede ser traspasado a través de los símbolos. Nos situamos como humanos "entre el misterio y el mundo" y en ese límite, entendido como limes habitable, es donde hallamos la posibilidad de dar un sentido a nuestra existencia; por eso nuestra inteligencia "se provee de símbolos para rebasar (precariamente) ese límite, y para exponer (analógica e indirectamente) lo que le trasciende". No hay posible acceso experiencial directo e inmediato hacia el misterio de la existencia, es el límite que nos constituye. El símbolo interviene, pues, como necesaria mediación en relación al exceso del Ser del límite. Aparece la necesidad entonces del suplemento simbólico en forma de cita simbólico-religiosa con lo sagrado a través de la Religión o de formalización simbólica de mundo a través de la creación (poésis) del Arte en todas sus manifestaciones.

Trías expone que: " la filosofía es, hoy y siempre, un ejercicio de asombro siempre renovado y reiterado acerca del misterio del comienzo" . El símbolo es una unidad de concentración de sentido que requiere ser explicitado mediante narración y relato (las Humanidades siempre han sido y serán  pues afortunadamente necesarias). La razón, nuestra existencia, se encuentra con todo ello; y  en virtud de ese encuentro se encuentra al fin consigo misma en esa condición fronteriza y se entrega a la búsqueda del sentido habitando simbólicamente (a través de las artes, de la religión...) ese territorio (limes) del límite.

Hemos pensado que la identidad era una conquista que se adquiría a base de sumar experiencias, objetos, viajes, datos...luego quizás veamos claramente que no es una conquista sino un descubrimiento: las presiones en las que vivimos nos mantienen en la superficie de la vida. Tomarse el lujo de profundizar, no ir a la cantidad, sino a la calidad, de la vida y de las cosas es algo a descubrir. La visión de la vida nos la dan nuestros conceptos que nos ayudan a interpretar lo que vemos. Cuanto uno más ajuste esos conceptos (con ayuda quizás de los grandes pensadores) y más al fondo vaya en cada circunstancia, más sentido hallará en la vida. Ser también es pensar.





domingo, 10 de marzo de 2013

La ética indolora: el inmovilismo como síntoma





Parecería que estos tiempos debieran ser revolucionarios. En situaciones donde se bordean los límites de resistencia de muchas cosas que antes dábamos por inamovibles es cuando normalmente la agitación interna y social crea la necesaria amalgama que favorece el cambio. Pero a pesar de ciertos movimientos de protesta que son reflejo de un profundo y legítimo descontento, no se ven en el horizonte cristalizaciones de alternativas factibles a nuestro modelo social actual.  ¿Cuáles son las causas de este inmovilismo social?


La mayoría de los factores que pueden dar una explicación son seguramente intrínsecos a los tiempos postmodernos que vivimos: si analizamos anteriores revoluciones y hechos históricos como la Primera Guerra Mundial podemos observar que valores modernos como el honor, la familia o la patria primaban en los jóvenes de la época. Pero existía sin duda un factor existencial que también era fundamental: el aburrimiento. En aquellos tiempos, el tedio o spleen, el hastío existencial había alcanzado categoría literaria. Los jóvenes eran revolucionarios también para evitar ese vacío que causan sociedades donde la ortodoxia no alentaba nuevas oportunidades. El aburrimiento era un gran forjador de ejércitos.

En cambio los jóvenes de ahora no pueden concebir la existencia sin un teléfono inteligente lleno de aplicaciones. Las redes sociales los apartan del vacío. Se lleva todo el saber posible en el bolsillo. Quizás no tendrán ni trabajo ni futuro, pero no se morirán de hambre y están entretenidos. Lo suyo, para algunos, no es razonar o cuestionar, sino mantenerse entretenidos en un ciberespacio que a muchos les genera una falta de iniciativa más allá de sus limitadas fronteras.

Por otro lado, es necesario también observar que tipo de ética seguimos en estos tiempos postmodernos. El filósofo francés Guilles Lipovetsky en su obra  El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos analiza de forma magistral y comparativa que tipo de ética tenemos actualmente.

Lipovetsky distingue tres momentos históricos de la moral:
  • El teológico: ligado a la religión, al sentimiento de culpa y el pecado. La moral teológica cree ciegamente en Dios, en la justicia más allá de la muerte y considera valiosos el ayuno, la penitencia y la oración. Este ética se ubica entre la Edad media y la Ilustración
  • La etapa laica: es una ética fundada en la razón humana, lejos de los principios religiosos y la autoridad eclesiástica. Las nociones de deber y sacrificio continúan vigentes: por unos ideales, por la familia, por la patria.Hay una importancia preponderante al deber para autosuperarse y llegar a ser héroes desde la austeridad en busca de unos valores y creencias aceptadas racionalmente.
  • La fase posmoralista: es la ética del individuo moderno.Con sus goces privados y su búsqueda del éxito y el bienestar.Ya no importa el deber ni se trata de dar la vida por la familia, la patria o unos ideales revolucionarios. Estamos ante una moral indolora, sin sacrificios ni imposición colectiva de obligaciones. El hedonismo individualista es el motor de esta moral con valores mínimos de democracia, tolerancia y derechos humanos que le permitan subsistir. El placer desbanca al deber en busca ya no de una virtud entendida como la construcción de uno mismo, sino de algo más peligroso: la felicidad subjetiva que tiene en el consumismo desaforado el instrumento de dependencia.
Dentro de este contexto de ética indolora, el individuo postmoderno ha abandonado todo interés por los asuntos sociales centrándose en su preocupaciones personales, todo lo social le parece banal. En éste neonarcisismo el Yo es el centro de atención pero al mismo tiempo se ha producido un vaciamiento del Yo en esta nueva ética hedonista y permisiva que se define esencialmente por el encierro sobre si mismo.

Lipovetsky reflexiona que en esta vida light, tolerante e indulgente, se engendran muchos valores solo a nivel superficial que en realidad esconden frustración y ansiedades y  fragmentados dan una sensación de absurdidad a la vida. En este punto empieza a perfilarse lo que identifica como la amenaza al capitalismo desde el interior mismo de sus dinámicas: el placer se ha vuelto más que otro producto de consumo, un estilo de vida donde para alcanzar la calidad de vida deseada el individuo hedonista tiene que trabajar menos y en la medida que menos trabaja, menos le gusta hacerlo. La lucha por el reconocimiento disminuye, hasta el punto en que los individuos son menos competitivos y más indiferentes.

En un sistema como el capitalista donde el crecimiento y el dinamismo son la parte vital para la supervivencia del mismo nos queda  ver si  paradójicamente sus propias contradicciones lo hacen cambiar: el spleen y la indiferencia pueden volver a ser motor de cambio.



domingo, 3 de marzo de 2013

Explorando nuestra contemporaneidad: el Postmodernismo



Inmersos en nuestra cotidianidad  vivimos casi como autómatas. Nos es difícil quizás hacer un alto en el camino para intentar pensar reflexivamente si lo que hacemos lo llevamos a cabo por voluntad propia o simplemente nos dejamos llevar por una marea de sobrentendidos, objetivos y actividades que a base de parecer que todo el mundo acepta, nos arrastran hasta ocupar toda nuestra experiencia vital en un conformismo que resulta muchas veces paralizante y angustioso.

Necesitamos seguramente volver a ser exploradores de nuestra contemporaneidad: tratar lo que nos rodea como una nueva tierra ignota y desconocida para en la admiración y curiosidad que toda novedad nos trae,  ganar una nueva perspectiva que nos ayude a  ver que hay detrás del tiempo que nos ha tocado vivir  y conquistar así con nuestra mirada lo importante y de este modo elegir lo que realmente queremos ser en el futuro para vivir con consciente plenitud. 

En esa conquista y nueva forma de hacer habitable el mundo tener una perspectiva amplia, macro y multidisciplinar puede sernos  de gran ayuda, algo que la macrofilosofía  nos ofrece. A nuestra contemporaneidad, a los tiempos que vivimos, la macrofilosofía los denomina como postmodernos.  

¿Y que caracteriza la postmodernidad? Sin duda algunas cuestiones que nos resultan muy familiares:

  • En primer lugar, la pérdida del sentido: se han deslegitimado muchos de los discursos religiosos, morales o políticos que conformaban la modernidad. Ha existido una voluntad disolutiva en la cual la descreencia ha sido la consecuencia fundamental. El saber ya no es principalmente narrativo: no es sistemático, ni coherente ni explica o da un sentido global a nada, más allá de referenciarse a si mismo. La fragmentación, los impactos publicitarios, la inmediatez, la precariedad laboral, la fulgurante sucesión de acontecimientos y experiencias hacen que hayamos perdido cualquier previsibilidad en lo que nos va ocurrir y ha hecho imposible el dar un sentido personal a nuestra trayectoria vital. Hemos caído en un nihilismo en el que "todo vale, porque nada vale".
  • Hemos abandonado lo social y nos hemos individualizado: lejos de la modernidad donde la rebelión social y el disentimiento eran parte fundamental, hemos cambiado de actitudes en una consciente ceguera hacia lo político y lo colectivo. Se ha apoderado de nosotros un pensamiento débil que niega cualquier posibilidad de ideal o utopía por ser sospechosas de totalitarismo. A cambio la apatía, la deserción, la soledad  y la búsqueda del bienestar egoísta e individualista se han impuesto al principio de convicción y progreso social con el que se intentaban llevar a término anteriormente las cosas. Es el fin de los grandes relatos.
  • Privilegiamos la estética por encima de la ética y de la verdad: la estética lo domina todo: la publicidad, nuestras relaciones, los discursos. La belleza ha adquirido valor por sí misma, imponiéndose a la verdad y el bien. Hemos pasado de la cultura de la realidad a la cultura del espectáculo y el  simulacro. Creamos individuos narcisistas donde el principio de seducción domine dentro de una nueva edad que podemos calificar como vacía y banal en sus pretensiones.

¿Cómo podemos entonces conquistar de nuevo la habitabilidad de nuestra época? Sabiendo que las nuevas miradas y perspectivas que podemos ofrecer en esta parada exploratoria al conformarse en nuevas ideas, cultura y palabras tienen por naturaleza un importante efecto performativo: tienden a realizarse, a hacer reales, a crear formas de sociedad efectivas y diferentes. 

Quizás también necesitemos volver la vista atrás y ante tanto espectáculo exterior y banalidad refugiarnos en un neoromanticismo que nos recuerde que la gente tiene una vida interior: la vida no son los últimos gadgets electrónicos o el consumismo, sino la conciencia de uno mismo, eso es lo que le da valor, lo que hace a cada uno insustituible y lo que consigue que merezca ser vivida. Hemos de pasar de la metafísica de las ideas a la metafísica de la vida: el sentido esta en la manera en que nos preguntamos quiénes somos, qué nos pasa, de qué va todo esto. Seamos pues conscientes exploradores de la Ontología de este en el fondo fascinante presente.