domingo, 31 de agosto de 2014

Ética empresarial: ¿grado cero de la moral?


¿Es ético que empresas con beneficios despidan empleados en países con gran número de desempleados, colaborando así a añadir nuevos dramas personales? ¿Hasta dónde llega la tan publicitada, con orgullo por las empresas, Responsabilidad Social Empresarial? ¿Cual es el papel qué deben jugar los directivos y responsables empresariales en estos procesos: rechazo y objección ética personal, colaboración y servidumbre voluntaria callando ante el miedo a la pérdida de status y represalias o negociación y gestión comunitaria del proceso?.

Parece que estamos en una época en que hemos asumido dócilmente que nos quedan sólo los valores frente a los hechos (que suelen ser truculentos...): diversos discursos ideológicamente interesados han conseguido que dejemos de lado la realidad de las cosas y cómo cambiarlas, porque "el mundo empresarial es como es"; y que únicamente nos centremos en gestionar  pasivamente la reacción de cómo nos afecta esos hechos inamovibles mediante los valores, las nuevas modas de coaching de emociones y la sobrevalorada inteligencia emocional.

Cualquier tipo de  negociación y estrategia diferente que represente mejor el bien común, queda enterrada bajo conceptos interesadamente aprendidos por directivos sin escrúpulos, que miran hacía otro lado ante el sufrimiento que provocan, mientras cacarean  incrementos de productividad, reducción de costes, sinergias y mayores retornos al capital de sus acciones, en reuniones  cuya única utilidad es obtener su ansiada y necesitada autoafirmación personal, desgraciadamente muy propia del neoindividualismo en el que vivimos.

Como expone el pensador francés Gilles Lipovetsky, la ética empresarial resulta en un instrumento de valorización de la empresa: es un hecho de carácter instrumental dónde la moral se ha transformado en medio económico, en herramienta  técnica de gestión de empresas. Los valores empresariales se han labrado en el mercado para promover una imagen de marca.

Aunque pueda parecerlo, no nos encontramos en un grado cero de moral, no hay que indignarse: no se puede pedir a una organización como una empresa una ética desinteresada; pero sí en cambio el respeto a los principios del humanitarismo moral: un trato digno a sus empleados y la mayor colaboración en el desarrollo de sus proyectos profesionales y personales cuando la empresa tiene recursos para ello. Pero, para llegar a estos principios, se necesitan directivos y responsables empresariales que sean capaces de ir más allá de ciertos conceptos de rentabilidad económica y ambiciones, seguramente mal entendidas, para aprehender la complejidad del entorno humano en el que desarrollan su función y que es en el fondo la esencia de la gestión empresarial.

Se necesita seguramente un nuevo tipo de directivo ilustrado: la Cultura introduce complejidad en nuestro pensamiento, expande nuestros puntos de vista y nos aporta posibles respuestas ante las variadas situaciones humanas con las que nos vamos a encontrar en el arte que es la gestión empresarial . No basta con el dominio de ciertos instrumentos  financieros y conceptos de management a la última moda. La Cultura evita el pensamiento lineal y plano, basado en simplificaciones conceptuales y aspiraciones personales depredatorias y socialmente inasumibles.

Finalmente hay que ser conscientes que la respuesta a estos dilemas siempre acabará en un lucha ética personal, dónde lo importante seguramente sea "hacer lo correcto" (menschkeit), "hacer las cosas bien", aunque vaya en contra a veces de la línea dictaminada. Defendiendo siempre nuestros principios personales, aceptando lúcidamente y sin miedo que estamos en un siglo XXI dónde las victorias son pírricas y las derrotas devastadoras.


sábado, 23 de agosto de 2014

La Fiesta de la insignificancia: Milan Kundera vuelve con una nueva novela imprescindible


¿Y si la insignificancia fuese la esencia de nuestra vida? Si somos lo suficientemente lúcidos para  comprender que no vamos a poder cambiar las cosas, las personas, las injusticias del mundo desde nuestra pequeña escala individual, ¿que nos queda entonces? El humor: no tomarnos el mundo seriamente y buscar siempre el sentido del humor es la actitud de resistencia consciente del reconocimiento de la propia insignificancia, dentro de la gigantomaquía febril y desbordante en que se ha convertido nuestra época contemporánea.

El escritor checo nacionalizado francés Milan Kundera ,mi novelista preferido, publica en español su nueva novela  "La fiesta de la insignificancia" desde su publicación original en francés, después de más de diez años de silencio literario. Escrita en siete actos, a modo de una pieza teatral, pone en escena cuatro hombres: Alain que esta dentro de las categorías de personas que pide perdón y se excusan continuamente (un "excusard") y cuya madre le abandonó cuando nació. Esta obsesionado por el ombligo como nuevo y enigmático centro de la seducción femenina; Ramon, paseante ocioso (flâneur) de los jardines de Luxemburgo que adora las mujeres pero detesta hacer cola. Charles al que le gusta contar chistes incomprensibles sobre Stalin. Caliban, actor sin empleo, juega a hablar en broma en un idioma inventado en las fiestas privadas que organiza su amigo Charles para escapar de la fatiga y el aburrimiento vital.

Los cuatro amigos se encuentran y pasean por los jardines de Luxemburgo en París, liberados de cualquier búsqueda de sentido oprimente (el privilegio de su edad avanzada);viven y contemplan el mundo sin tomárselo en serio. Se cruzan con otros personajes como D'Ardelo  (y extraordinario reflejo de nuestra época postmoderna): gran narcisista, hipocondriaco, contrario a cumplir años pero gran seductor y capaz de inventar una falsa enfermedad para hacerse interesante y montar una fiesta: la fiesta de la insignificancia.

En esta breve novela, que parece más una obra teatral, Kundera aborda cuestiones profundas de nuestra contemporaneidad desde la supuesta ligereza que le caracteriza donde todo parece estar escrito en broma; pero más bien al contrario, allí residen grandes cargas de profundo pensamiento: la inutilidad de ser brillante, el valor de la amistad, la búsqueda de la felicidad... todo desde una dosis de melancolía y felicidad desbordante, donde lo trágico de la historia (representada por Stalin y sus ocurrencias) bordea la hilaridad de poder haber sido una pesada broma. Será  incluso capaz de divertirnos con Kant, Stalin o Schopenhauer.

Como describe Kundera magistralmente en su novela estamos en una época "civilizada" en que nos diferenciamos  por "sentirse o no sentirse culpable (...). La vida es una lucha de todos contra todos (...).Ganará quien tenga éxito en hacer sentir culpable al otro"... y que se pase así la vida excusándose y pidiendo perdón. "El ser humano es únicamente soledad. Una soledad rodeada de otras soledades" y  por tanto: "es solamente desde las alturas que te dan el infinito buen humor que puedes observar por debajo tuyo la eterna estupidez de los hombres y reírte".

"La insignificancia, mi amigo, es la esencia de la existencia y está con nosotros siempre y en todas partes. Está presente incluso donde nadie la quiere ver: en los horrores en las sangrientas batallas en la peores desgracias. Esto a menudo requiere coraje para reconocerla en condiciones también dramáticas y llamarla por su nombre. Pero no se trata sólo de reconocerla, tienes que amar a la insignificancia, debemos aprender a amarla "...es nuestra condición y hay que sacar provecho de ella como hace uno de sus personajes.

¿Qué nos queda a los hombres cuando el tiempo ha pasado? Los amigos, responde el narrador de la novela, un descreído postmoderno para quién "una única palabra es sagrada, la amistad"." La fiesta de la insignificancia" de Milan Kundera es sin duda una novela à decouvrir absolument.



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martes, 19 de agosto de 2014

El nuevo realismo: conociendo la realidad


¿Podemos realmente conocer nuestra realidad? ¿Podemos describir los hechos tal como son? Existen en filosofía y en la ciencia grandes discrepancias a la hora de determinar qué podemos realmente conocer. Últimamente en cambio, ha aparecido una nueva corriente de pensamiento optimista denominada Nuevo Realismo y propugnada por el filósofo alemán Markus Gabriel, que nos exponen que podemos conocer los hechos tal como son. La vida cognitiva, nuestra vida como seres humanos, no es una ilusión. Podemos conocer la cosa en sí, como decía Kant y hay además verdades éticas evidentes (no matar niños por ejemplo).

La realidad se nos aparece a cada uno como campos de sentido, como sitios en los que estamos a lo largo del día. Nuestros sentidos no nos engañan. Podemos reconocer la realidad de los productos humanos (arte, pensamiento, democracia...). Esta denominada ontología de los campos de sentido habla de cosas que no son físicas pero sí reconocibles: gobiernos, sueños, amor... Todo existe porque aparece a los seres humanos en un campo de sentido. La democracia no es un objeto espacio-temporal, pero en cambio se nos aparece y tiene sentido en nuestro día a día.

Ser realista en filosofía no significa necesariamente fundar todos nuestros pensamientos en la naturaleza. La Ontología simplemente significa que el mundo tiene sus leyes y las hace respetar (el agua moja y el fuego nos quema más allá de que podamos conceptualizar al agua por ejemplo como H2O). Lejos del irrealismo de la postmodernidad que afirma que "no hay hechos sino sólo interpretaciones", el Nuevo Realismo lleva la crítica incorporada al partir de describir "así son las cosas", para después intentar cambiarlas. Podemos finalmente reconocer la realidad de los gobiernos, de los pensamientos de la filosofía, el arte. Los hechos consisten en conceptos que expresan propiedades. El mundo sería entonces la totalidad de los hechos pero sólo existe lo que se nos aparece en nuestro campo de sentido. El mundo como concepto aglutinador no existe. El todo no puede ser parte de sí mismo. Lo revolucionario es la afirmación que, a pesar de las corrientes de pensamiento predominantes actuales, puede que no todas las cosas estén conectadas unas a otras por una especie de supraestructura. Afortunadamente no hay determinismo sino libertad humana con infinitas posibilidades a explorar (como decía Sartre: estamos condenados a ser libres).

Existir puede tener dos variantes principales: 1) La de la ciencias físicas: que determinan lo existente solo en lo que se puede mesurar (numéricamente) a modo de objetos en el espacio-tiempo y 2) la filosófica: para la cual lo existente son los hechos que aparecen en un contexto. La Física es la disciplina que más está intentando describir toda la realidad llegando a hipótesis y tesis que contienen un alto valor a la hora de intentar reconocer esa realidad física en la que también vivimos:


  1. ¿Y si el tiempo fuera una ilusión? El físico británico Julian Barbour cree que el universo no es otra cosa que una gran colección de momentos (lo que el llama el montón) y cada uno de ellos, una colección de cosas. No tiene sentido querer ordenar cronológicamente esos diferentes momentos. Simplemente están y punto. Haciendo una analogía, es como reproducir una película en DVD que aleatoriamente salta hacia adelante o hacia atrás. Los protagonistas no encuentran ningún problema: ellos hacen lo que tienen que hacer, y siempre lo hacen. Así cada instante del espacio-tiempo es como una secuencia de una película, que en esencia consiste en nuestra memoria y recuerdos, es como un conjunto de diapositivas  que provocan la sensación de paso del tiempo. Esa sensación no requiere la existencia de escenas previas, de momentos previos: todo está contenido en esa diapositiva (DVD) particular del Universo. Hay "ahoras", nos movemos a través de una sucesión de ahoras que son las configuraciones de todas las cosas en el Universo, unas con respecto a otras, en cualquier momento, por ejemplo, ahora. El  espacio y tiempo absoluto sería como un bloque de vidrio traslúcido que se extiende desde el infinito hasta el infinito; es un marco de referencia fijo en el que todo sucede. El problema es que no podemos ver ese marco invisible; todo lo que vemos son cosas que se mueven unas con respecto a otras y es lo que utilizamos para medir el paso del tiempo. No existe un marco de referencia absoluto sino relaciones de unos objetos con otros.
  2. ¿Es el Universo cíclico? La teoría de cuerdas nos expone que cada partícula que vemos es en realidad un pequeño trozo de cuerda. Hay objetos llamados branas, abreviatura de membranas, que son básicamente versiones de cuerdas en dimensiones superiores. Algunos físicos sugieren que el cosmos surgió cuando una brana o membrana de cuatro dimensiones chocó con otra paralela. Si dos branas colisionan podrían haber sido el Big Bang y este accidente podría repetirse cíclicamente. El modelo cíclico surgió de la idea que cada Bang fue seguido por otro, y esto podría haber existido durante toda la eternidad. El Universo entero podría haber existido siempre, y habría habido una serie de Bangs, que se extienden hasta el pasado infinito y se extenderían hacia el futuro infinito.
  3. ¿Existe un Universo elegante? Una teoría unificada de un universo elegante que haga predicciones únicas y verificables ya no parece posible. La teoría de cuerdas admite un gran número de versiones ( o soluciones 10^100) diferentes, cada una de las cuales describe un universo con diferentes leyes de la física. Las propiedades básicas de un Universo, como su dimensionalidad, la naturaleza y las intensidades de las diferentes fuerzas y las masas de las partículas elementales varían de una teoría de cuerdas a otras. El principio antrópico no se puede refutar: afirma que ante la existencia de un conjunto de Universos posibles (mutiuniversos), al menos uno de los cuales tiene las propiedades que ya se han observado como ciertas en el nuestro y que permiten nuestra existencia como humanos.
  4. ¿La imagen que tenemos del Universo cambia en cada época? En efecto, cada época utiliza la tecnología predominante como una metáfora de la naturaleza y el universo:
  • En Grecia: se apreciaban los instrumentos musicales, la regla y el compás. La cosmología griega fue estructurada a partir del número, armonía, proporción; formas tomadas de la matemática.
  • S.XVIII: con Newton la fascinación eran los mecanismos de relojería. El Universo fue concebido como mecánico con todas la partes interconectadas y marchando con precisión infinita. 
  •  S. XIX: la máquina de vapor supuso la principal innovación. El universo era representado como una enorme máquina térmica o máquina termodinámica, deslizándose hacia la muerte térmica. El Universo empieza con una baja entropia y al final tiene una entropia muy alta.
  • S.XX-XXI: los ordenadores y computadoras son la máxima innovación. La naturaleza se entiende como un proceso computacional de procesamiento de información que un ordenador cuántico puede procesar. Se extiende la idea de que podríamos estar viviendo en una simulación (Matrix). El proceso de información aumenta de forma exponencial a nivel subatómico y cuántico y es quizás aprovechado por la naturaleza en una búsqueda cuántica en el árbol de decisión química, en donde la vida evolucionada es "el ganador".

Parece pues que nuestra mejor descripción de la realidad implica la necesidad de varias perspectivas: la realidad física (de objetos en el espacio-tiempo), solo discernible a través de la realidad mental (o consciencia) construida por nuestro cerebro y solo puede describirse si utilizamos los conceptos de la realidad matemática y social que existen en paralelo a nuestro mundo físico. El Nuevo Realismo no es determinista: la infinitas posibilidades de la libertad humana nos hacen afortunadamente libres para elegir y cambiar nuestra realidad dándole el sentido que nosotros personalmente elijamos.




miércoles, 6 de agosto de 2014

El Capital y la Crisis: el elemento fundamental de nuestro sistema económico.


El vivir la reciente crisis lleva a preguntarnos por las causas de la misma en el deseo de no volver a repetirla. Nuestro sistema económico no deja de ser un conjunto de prácticas, más o menos reguladas, con la finalidad de obtener un beneficio individual o colectivo sujetas, como de hecho hemos padecido, a muchas contradicciones. Nos advierten además que el Capitalismo no soluciona nunca sus contradicciones internas sino que las expande geográficamente.

Si realizamos un análisis de la reciente crisis en esa búsqueda de las posibles causas podemos enumerar una serie de ellas:

  • La fragilidad humana: está en nuestra naturaleza la avaricia, la corrupción o la necesidad de poder. Algo intrínseco a nosotros que "parece" que no podemos en el fondo combatir.
  • El fallo institucional: errores de regulación de las instituciones encargadas de vigilar por el cumplimiento de las normas.
  • Fallo teórico: teorías económicas equivocadas como la de la eficiencia de los mercados que se siguieron sin ver su posible falta de adecuación a la realidad.
  • Factores culturales: como el denominado Capitalismo anglosajón y su apetito por la propiedad que llevo a la creación de las hipotecas basura.
  • Fallos de la política: demasiada regulación sobre las personas o prácticas equivocadas dejando campar a sus anchas capitales o personas en actividades que luego resultaron ruinosas.
Detrás de todos estos posibles fallos que provocan las crisis,  subyace un elemento fundamental  de cuyo análisis extraeríamos grandes enseñanzas para evitar futuras crisis y que es la base de nuestro sistema económico: el Capital. Una definición clásica del mismo nos expondría que el Capital es un conjunto de medios de producción (materias primas, máquinas, locales, etc.) invertidos en las actividades con ánimo de lucro. El capital se complementa con el trabajo, con el fin de generar un producto que será vendido en el mercado. El capital incluye una vertiente financiera: la riqueza poseída bajo forma de títulos financieros, como las acciones que tiene valor de título de propiedad sobre una parte de la empresa.

Más recientemente el economista francés, Thomas Piketty, ha asimilado capital y riqueza como equivalentes ya que no distingue entre riqueza que sirve para producir (capital) o riqueza que sirve para habitar (casas). Las posesiones inmobiliarias para él estarían también incluidas dentro de una definición de Capital (esta inclusión ha sido ampliamente criticada ya que no es capital productivo). Siguiendo su definición de Capital, Piketty nos demuestra que en el análisis histórico de la dinámica del ratio de Capital/PIB los poseedores del Capital (riqueza) obtiene un retorno (r), que es superior al crecimiento de la economía(g) y de aquí su aclamada fórmula:  r>g .Su teoría fundamental es que los poseedores del Capital al obtener mas retorno (r) que el crecimiento de la economía (g), aumentan y acumulan cada vez mayor riqueza, que pueden dejar en herencia, incrementado a su vez la relación entre el Capital vs. PIB (en Francia por ejemplo, el valor de todo el capital supera 6 veces, el 600%, el valor del PIB francés de un año). Esto provoca cada vez mayor desigualdad social en la población que solo posee su fuerza de trabajo y no tiene Capital; formando a su vez élites que sólo dependen de heredar e invertir ese capital sin realizar ningún esfuerzo.

Existen numerosas críticas a la definición que Piketty hace del Capital. Quizás la más acertada y de la que se extraen grandes enseñanzas para la comprensión de nuestra crisis, es la que realiza el profesor inglés David Harvey: para él, el Capital no es una cosa (un stock) sino un proceso en el que se expide continuamente dinero en busca de más dinero. Los que ponen en movimiento el dinero (Capitalistas) son muy diversos: desde los financieros que tratan de obtener más dinero prestando a cambio de un tipo de interés; los comerciantes que tratan de comprar barato y vender caro; los terratenientes que obtienen rentas de la tierra y propiedades o los bolsistas que intercambian títulos con un beneficio en la permuta. Desde el siglo XVIII el capital que se hizo dominante es el industrial o productivo que combinando capital, fuerza de trabajo y medios de producción obtiene una mercancía que vende en el mercado. El capital es pues un proceso de circulación en el que a menudo el dinero se utiliza para hacer más dinero, aunque no exclusivamente, a través de la explotación de la fuerza de trabajo.


En la circulación del capital es muy importante la continuidad del flujo. El proceso no se puede interrumpir sin sufrir pérdidas (las crisis devalúan o hacen perder el capital empleado). También existen fuertes incentivos para acelerar la velocidad de circulación al obtener mayores beneficios los pioneros frente a los competidores. La circulación de capital también supone su movimiento espacial: el dinero se reúne en un lugar particular y se lleva a otro para utilizar los recursos de trabajo que provienen de otro sitio y producir así a menor coste la mercancía o servicio deseado. Este flujo de capital intenta evitar fricciones internas (laborales)  y barreras espaciales (aranceles) que históricamente el Capitalismo siempre ha tratado de reducir.

Pero ¿por qué hay que reinvertir, expandir y acumular sin límite capital en vez de disfrutar plácidamente de él?.

Harvey nos expone que si un Capitalista no reinvierte y se expande, mientras algún rival si lo hace, es probable que al cabo de un tiempo quede fuera de negocio o su capital se devalúe. Es la consecuencia de estar sometidos a las leyes coercitivas del mercado: hay que proteger el capital y expandir su cuota reinvirtiendo. El dinero es además una forma de poder social deseable, de la que se pueden apropiar personas privadas y que no tienen ningún límite intrínseco.

En ausencia de límite o barreras, la necesidad de reinvertir a fin de seguir siendo rico impulsa a los capitalistas a expandirse exponencialmente, lo que crea una necesidad perpetua de hallar nuevos campos de actividad para absorber rentablemente el capital reinvertido. Aparece así una nueva contradicción en la necesidad de lograr un crecimiento compuesto y acumulado perpetuo para mantener el valor capital y que cada vez es más difícil de conseguir (crecimiento del PIB al menos como la media histórica de un 3%). Esto provoca  a su vez la necesidad de invertir en burbujas de activos y burbujas regionales, en una acumulación por despojo (por ejemplo de las materias primas de Africa) más que por la expansión de la producción real; y con la perentoria finalidad de incrementar el valor acumulado del capital con las consabidas consecuencias de las crisis que hemos vivido.

La tasa de rendimiento del capital depende de manera crucial de la tasa de crecimiento porque el capital se valora por lo que produce y no por lo que paso en su producción. El capital no equivale así a riqueza como postula Piketty: el dinero, la tierra o los bienes inmobiliarios y fábricas que no se utilizan de modo productivo no son capital. De este modo, al extraer la vivienda y riqueza inmobiliaria de la definición de capital de Piketty, la previsión de un rendimiento estable (r) que es más alto que la tendencia de crecimiento del PIB a largo plazo (g) no se sostiene. Es lo que Marx denominó la contradicción central del Capitalismo: la tendencia de la tasa de ganancia a caer en el tiempo. Además si se restringe la provisión de capital a nuevas inversiones (políticas de austeridad y restricción del crédito) se puede garantizar una elevada tasa de retorno del capital existente con las consecuencias sobre la población que también tristemente conocemos.

Conocer la naturaleza del Capital nos permite así explicar las crisis actuales: al ser el capital un proceso de flujo acelerado, este se convierte en la necesidad de acumulación rentable de dinero, y en una búsqueda insaciable de rendimiento que no entiende de barreras, se apropia de los recursos necesarios y provoca las burbujas financieras y las crisis que hemos vivido. Como ya decía sabiamente Heráclito: todo fluye (panta rei).


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