lunes, 18 de julio de 2016

¿Está perdiendo el Capitalismo la batalla cultural?




¿Vivimos en un Realismo capitalista donde es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo?

El neoliberaliberalismo al quedarse sin el contrapoder comunista, se ha vuelto absoluto. Ni fabricas, ni máquinas: la autenténtica apoteosis del capitalismo es hacer dinero con dinero: su estado radical es la burbuja pura. Por el camino van surgiendo crisis que se interpretan como molestas interrupciones de su lógica cíclica donde los seres humanos estorban.

El capitalismo parecería que está perdiendo la batalla cultural: provoca una crisis de valores. Pasa de un sistema deseable, vencedor en la lucha histórica por la libertad (fin de la historia) a una visión actual donde  la hegemonía del poder ya no descansa sobre una cultura compartida, sino fríamente sobre la imposición. Se sabe de dónde venimos (de un poder financiero que ha endeudado el mundo). Pero no adónde vamos. La bandera populista  (“el pueblo contra el capital financiero”) es un instrumento de la batalla cultural.

En los setenta se captó la sensación ambiente de que habitar el capitalismo global podría ser peligroso, injusto o incomprensible, pero, en cualquier caso, era inevitable y, desde cierto punto de vista, resultaba fascinante e incluso divertido. Lo que estamos comprendiendo de manera gradual son las posibilidades destructivas, hasta la autoliquidación de la propia humanidad, si se da carta blanca a la lógica capitalista.

El famoso eslogan de Margaret Thatcher, según el cual “no hay alternativa”, situó al neoliberalismo económico y con ello al libre comercio y la desregulación del mercado como el mejor y único modo para organizar las sociedades modernas.

El Realismo capitalista genera numerosos efectos nocivos que una “ontología de los negocios” tiene para la vida pública, dejando al desnudo que el capitalismo puede ser todo menos un orden natural inevitable y siempre eficiente.

La precarización del trabajo, la intensificación de la cultura del consumo, la expansión de la burocracia y de los mecanismos de control social, la gerencialización de la política, la mercantilización de la educación y el aumento de  padecimientos mentales como el estrés, la depresión y los desórdenes de atención parece que se muestran ya no como “errores honestos”  de un sistema que tiende al bien común, sino como dispositivos orientados a bloquear toda capacidad colectiva de transformación.

¿Contiene el capitalismo antogonismos lo suficientemente fuertes como para impedir su reproducción indefinida?

Podrían existir tres antagonismos y una contradicción:

·      la catástrofe ecológica.
·      la propiedad privada resulte inadecuada para la propiedad intelectual.

·      nuevas formas de apartheid: nuevos muros y ghetos.

La gran contridicción del neoliberalismo moderno es la sustitución del humanismo liberal (el sometimiento de los mercados y de los agentes económicos a unas leyes de funcionamiento preocupadas por las condiciones de la gente/ libre mercado) por el darwinismo social (defender el privilegio de los más fuertes como un requisito para el bien de toda la sociedad / oligopolios). 

Aún así nos parece que  a día de hoy el Realismo capitalista (a modo del históricamente impuesto Realismo socialista en el cual no había opción alternativa para sus habitantes) sigue siendo dominante: donde es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. El fin del mundo supondría el fin de nuestra historia, mientras que para imaginar el fin del capitalismo, se habría de plantear un sistema alternativo que ofreciese resultados y no solo utopías, lo cual nos parece sin duda más difícil.

La madre de todas las batallas que puede librarse en nuestros días, si queremos cambiar el sistema, es la batalla cultural: de propuesta de nuevos valores, formas de hacer política  y modos de vida; contra lo que parece el incontestable "no hay alternativa" del Realismo Capitalista: basado en la imposición con doctrinas de shock de una ontología de los negocios. De quién gane esa batalla cultural por lo que es deseable para el Ser Humano , dependerá en gran parte lo que seremos en el futuro.




domingo, 10 de julio de 2016

Los modelos económicos en la crisis: del modelo de demanda al de oferta


Si queremos tratar de determinar qué es lo que ha ocurrido con la crisis y cuál es su posible evolución, nos lo facilitará entender los cambios históricos del paradigma de modelo de económico que se ha producido en las últimas décadas. Como expone el economista Santiago Niño-Becerra es su libro "La economía: Una historia muy personal" la principal evolución histórica ha sido pasar de un modelo económico de demanda a uno de oferta:

El modelo de demanda: buscaba el máximo crecimiento posible a base de dinamizar todos los factores productivos e introducirlos en el entorno a través de todos los agentes económicos posibles (fuesen públicos o privados) y regular e intervenir la economía desde las instancias estatales y utilizar todos los resortes posibles con el fin de ir siempre a más.

Pone el acento en el consumo, en la demanda y en la plena ocupación del factor trabajo sin que le preocupase una inflación que no se produciría si no se imprimía más dinero del que realmente se necesitaba.

El modelo de oferta surgió como un paso en la evolución de la dinámica histórica. Abocado el planeta a una inflación de costes como consecuencia de la crisis de la energía del petróleo de 1973-1979, y de la impresión descontrolada de dólares por parte de Estados Unidad a fin de financiar su política de expansión internacional, empezó entonces a entrar en barrena el Estado del Bienestar.

Existían dos problemas contra los que había que luchar con todos los medios: uno era la inflación, y el otro, los impuestos. Trajo consigo la búsqueda a la desesperada de la competitividad en un entorno de cambios constantes.

El modelo de la oferta acabó en poner el acento en que los propietarios del capital aumentasen su particular crecimiento lo más posible en un entorno de inflación lo más reducida posible; el crecimiento vendría de la suma de todo lo que consigue cada individuo de los que integran el conjunto.

Internet ha introducido un nuevo giro al modelo de la oferta: la productividad iba a poder crecer verdaderamente en un entorno en el que el papel regulador del Estado iba a menos, como también la necesidad del factor trabajo.

Los logros de productividad se deben básicamente a tres factores: el uso de una tecnología crecientemente eficiente, la implementación de una organización cada vez más depurada, y la incorporación de un factor trabajo idóneo para las tareas que debían realizarse.

Para resumir lo anterior: lo importante para el modelo de demanda fueron dos aspectos: por un lado, remuneración con bastante eficiencia dal factor trabajo y por el otro realizar auténticos esfuerzos para reducir la desigualdad en la distribución de la renta a través de una política fiscal muy agresiva.

Con el modelo de oferta todo esto quedó atrás: lo importante pasó a ser el control de la inflación y la remuneración del capital y de aquellos profesionales que obtuvieran el mayor valor para el accionista. La tendencia a la menor remuneración del factor trabajo fue amortiguada por la creciente concesión de crédito con la consecuencia del incremento enorme del nivel de deuda,  desembocando finalmente en la crisis que hemos sufrido.

Vemos pues que la crisis de endeudamiento, la precarización del factor trabajo debido a su menor importancia o la gran afectación en las clases medias  de la crisis, son consecuencias que podemos entender mejor si comprendemos este cambio de modelo y las circunstancias históricas a las que respondieron cada uno de ellos. De su posible evolución es el debate que debemos continuar.

El sábado 16 de Julio a las 11 horas en el Ateneu Barcelonès se realizará una conferencia abierta en la