Kaplan y la venganza de la geografía: la geopolítica y el realismo político
Tucídides en Historia de la
Guerra del Peloponeso apuntó que el mundo es el resultado de unas fuerzas
inherentes a la naturaleza humana siendo éstas: el miedo (phobos), el interés
personal (kerdos) y el honor (doxa), las cuales motivan la
naturaleza humana. Para mejorar el mundo hay que trabajar con estas fuerzas, no
contra ellas como expone Morgenthau en Política entre las naciones: la lucha
por el poder y la paz).
Como expone Robert D. Kaplan en
su obra “La venganza de la geografía” para los realistas en política
internacional la naturaleza humana (el panteón del miedo, el interés personal y
el honor de Tucídides) contribuye a la existencia de un mundo en que los
conflictos y las coacciones son constantes y al dar por sentado el conflicto, sabiendo
que es inevitable, son menos propensos a reaccionar de manera exagerada que los
idealistas cuyas razones morales de intervención provocan muchos mayores
desastres que la situación anterior.
La tendencia al dominio es un
elemento natural en toda interacción humana y también en la interacción entre
los Estados y por tanto, solo el poder puede limitar el poder no siendo las
instituciones internacionales fundamentales para la paz dado que son solo un
reflejo del equilibrio de poder de cada Estado que intentará imponer sus
posiciones basadas en intereses, compensando sus posibles errores mediante la
aspiración a una superioridad de poder. La guerra para los realistas políticos se
convierte pues en una extensión natural de la política exterior de cada Estado.
No existe una relación forzosa
entre democracia y moralidad y muchas veces los Estados existen como un
gobierno legítimo que monopolice el uso de la fuerza a modo de Leviatán
hobbesiano y evite confrontaciones entre los ciudadanos. El realismo es
conscientemente amoral, centrado en los intereses antes que en los valores de
un mundo en clara degradación. Refleja a la perfección el comportamiento real
de los Estados que se suelen esconder detrás de la fachada basada en la
retórica.
Para Kaplan por otro lado la
geografía es el telón de fondo de la historia de la humanidad. La situación de
un Estado en el mapa es lo primero que lo define, incluso más que la filosofía
de gobierno. Los mapas censuran la idea de la igualdad humana y la unidad de la
humanidad tan pronto nos recuerdan los distintos entornos del planeta que
contribuyen a la profunda desigualdad y desunión de sus habitantes, lo cual
conduce al conflicto, en el que el realismo incide de manera casi exclusiva.
El determinismo geográfico: “La
naturaleza impone; el hombre dispone” (W.Gordon East).
Este determinismo geográfico en
el que la acción del hombre está limitada por los parámetros físicos que impone
la geografía no actúa en última instancia como una restricción total: teniendo aun
así el factor humano sobrado espacio de maniobra por el que se mueven las
actuaciones de los Estados y por ende de la geopolítica.
Los Estados despliegan sus estrategias
marcadas por su geografía y su acceso a los recursos principalmente a los energéticos.
Tener la geografía a favor como estar situadas en la franja templada del mundo,
el acceso a la costa, estrechos y puertos naturales, grandes llanuras donde la
comunicación sea más fácil o incluso montañas y cordilleras que aíslen de ataques
o invasiones configuran históricamente el devenir de las naciones y su estrategia
geopolítica.
De este modo, Estados Unidos al estar limitado por dos océanos y el Ártico Canadiense con la única amenaza del fantasma de la demografía ha provocado históricamente una tendencia hacia el aislacionismo roto solo por los ataques a territorios fuera de su continente como el de Pearl Harbour que provocaron su entrada en la guerra mundial.
Cuando Estados Unidos se
ha dejado llevar por idealismos, más o menos interesados, de intervención en la
extensión de su idea civilizadora democrática le ha conducido hacía quizás mayores
desordenes como por ejemplo su intervención en Iraq cuyo caos político provocado
ha sido considerable en relación con la situación anterior de una tiranía donde
a pesar de todo existía un control estable social.
En el caso de China su amenaza la
representó durante milenios la estepa euroasiática al norte y noroeste (con las
invasiones mongolas) pero su asentamiento en las orillas del río Wei y el río
Amarillo y Yangtsé como tierras de cultivo de agricultura sedentaria y la construcción
del Gran Canal desempeño un papel fundamental en la unidad de China basada en
el núcleo geográfico de la China agraria y su posterior conquista del sur.
En la actualidad la cuestión que
China debe afrontar es por un lado mantener el control de sus habitantes que
viven en la periferia (Tíbet, Turquestán Oriental) y la necesidad de alimentar
al 23% de la población mundial con solo el 7% de la tierra cultivable y la
presión de proporcionar un nivel socioeconómico tipo de clase media para la
mayoría de su nueva clase urbana.
China es una potencia continental
en pleno auge y está modificando el equilibrio de poder favorecida por la su situación
en el mapa influyendo desde el Asia Central hasta el Extremo Oriente ruso, y
desde el mar de China Meridional hasta el océano Índico desarrollando políticas
inherentes a su geografía, pero debe responder al desafío de encontrar una
solución sostenible para su amenazante nexo de suministro de energía, agua y
alimentos
Para conseguir su acceso a los
recursos energéticos principalmente en África y Asia Central, China desarrolla una
política inteligente no beligerante de inversiones en infraestructuras
(carreteras, conexiones de ferrocarril canalizaciones) y compras de compañías estratégicas
que pueden durar largo tiempo ante los despliegues militares que son efímeros
como hemos comprobado recientemente en Afganistán.
De la Globalización a la
Geopolítica: La nueva era Tecno-Geopolítica
Como explica la politóloga Birgit
Mahnkopf, la globalización supuso el despliegue de denominado poder blando
donde los competidores no son considerados enemigos sino agentes del comercio y
el acceso libre a los mercados podría provocar una transformación socioeconómica
neoliberal mundial, donde la mejora de las condiciones de vida y la extensión de
los valores democráticos iban a expandirse sin oposición.
Los ciclos de expansión de la globalización
con sus auges antes de la Primera Guerra Mundial con el Imperio Británico y su
fase de desintegración anterior a la Segunda Guerra Mundial así como la reciente
fase de expansión globalizadora que comenzó en los años noventa del Siglo XX
parece que nos han llevado de nuevo tras las primeras crisis del comienzos de
siglo XXI y la pandemia mundial a unas nuevas políticas de competencia geoeconómica: en las cuales se persigue el establecimiento de cuasi monopolio y políticas proteccionistas y
de reindustrialización nacionales; el control de la infraestructuras relevantes
para el sistema y sobre todo el acceso privilegiado a recursos de todo tipo principalmente
energéticos
La política actual se desarrolla
ya más a través de la geopolítica del poder de instrumentos duros que de las diferentes
olas de globalización y se proyecta de nuevo sobre el control de los espacios geográficos
mediante supremacía militar que de acceso a los recursos estratégicos , la lucha
por la soberanía tecnológica en la nueva era digital para preservar la seguridad
nacional surgiendo la “Tecno-Geopolítica” de control de comunicación móvil y de
sus estándares tecnológicos incluida la
producción y las cadena de valor de chips, baterías, algoritmos, IA y software y la
defensa ante los ciberataques a empresas e infraestructuras críticas, así como la vigilancia de sus usuarios y datos.
Nos encontramos pues en que se
están construyendo de nuevo dominios geopolíticos basados en el poder duro de
complejos digitales-militares-industriales y una búsqueda despiadada de dominio
en esos ámbitos que dejan de lado la extensión de la globalización y el poder
blando a través del comercio y cualquier preocupación por las instituciones internacionales,
las cuestiones ambientales o de desarrollo de derechos humanos.