miércoles, 11 de julio de 2012

El sentido del progreso: el imperio de la consciencia



Preguntémonos qué hay detrás de lo real: de la crisis, de lo que nos ocurre. Diversos análisis pueden aparecer: tantos como perspectivas e ideologías o formas de ver las cosas. ¿Hay estructuras ocultas detrás?. Es necesario quizás complementar estas visiones con el contexto en el cual nos movemos para ganar cierta perspectiva. Entender cuales son las relaciones, patrones y paradigmas sobre los que actuamos e interiorizamos inconscientemente puede ayudarnos a explicar nuestra actual situación personal o económica a la que debemos hacer frente. A veces la relación que adoptamos entre las palabras y las cosas puede ser de vital importancia.


El filósofo francés Michel Foucault en su obra Las palabras y las cosas se enfrenta con la modernidad y rechaza el mito del progreso sobre el que esta fundamentado gran parte de la actuación económica y social: la historia no persigue un fin, no tiene sentido. La de nuestra cultura es discontinua y se organiza en torno a lo que él denomina como "epistemes". Cada episteme estructura los más diversos campos del saber de una época. Los individuos piensan, conocen y valoran dentro de los esquemas de la episteme vigente en el tiempo en que les toca vivir. La sucesión de epistemes no implica progreso ni tiene sentido.

En su libro describe tres epistemes occidentales muy claras: en la primera, que se mantuvo hasta el Renacimiento, "las palabras tenían la misma realidad que aquello que significaban". Así, por ejemplo, en el campo económico, las cosas que se intercambiaban debían tener una estimación equivalente. Lo que se compraba debía valer tanto como el oro o la plata que se daban a cambio. En la segunda episteme, siglos XVIII y XIX, los vínculos de equivalencia entre las cosas se rompieron. En todos los aspectos económicos, también en el de la moneda, el valor intrínseco dejó de ser importante y pasó a ser solo representativo. Y a partir del siglo XIX se empezaron a buscar las estructuras ocultas bajo lo real: el valor de un bien se medía por el trabajo necesario para producirlo, no por el dinero. Pensemos que actualmente hemos dado otra vuelta a la tuerca: viendo la evolución de los mercados, lo que determina el valor ya no son las expectativas sino las expectativas de las expectativas.

Muchas veces hay que intentar ver las ideas a través de la realidad y aunque no nos lo parezca, vivimos en una época profundamente ideológica donde hay estructuras que subyacen en este contexto epistemeológico (empresas, medios de comunicación,...) que nos exigen progresar, simular, ganar o simplemente acumular objetos sin fin, para vivir de acuerdo a esa representación  manipulada que pretenden hacer de nosotros mismos. Y es seguramente rompiendo la familiaridad con el mundo objetivo a través del pensamiento consciente como podemos modelar no nuestra imagen ,sino la realidad directa de lo que queremos significar para nosotros mismos y para los demás.

Dicen que la crisis es la manera que tiene la incertidumbre para avisar de que el mito o episteme vigente ha caducado y se anuncia un cambio de paradigma. Y es que cuando se logra cambiar la respuesta entonces tenemos evolución , pero cuando lo que se logra conscientemente es cambiar la pregunta, entonces lo que tenemos es una necesaria revolución de nuestra propia realidad y la de nuestro entorno.

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