Del pensar en
cómo debemos actuar en los diferentes ámbitos de nuestra vida es de donde surge
muchas veces el cuestionamiento de si debemos continuar haciendo las cosas de
la misma forma , sometidos así a los mismos patrones y reglas o simplemente
debemos adoptar otra actitud diferente que encaje mejor con nuestro carácter o
forma de ver la vida.
En el ámbito
laboral existe claramente un posicionamiento muy fuerte en lo que se debe hacer
para ser un buen trabajador: las empresas toman sin remilgos el control normativo
de lo que es ser un buen profesional ; lo refuerzan y sancionan con reglamentos
internos, normas de gobernacia o compromisos de valores firmados. Ellas
mismas aleccionan a sus empleados con su visión, misión y valores que deben
interiorizar acríticamente y hacen de esto un mecanismo de evaluación que todos
sus trabajadores deben superar para
mantener sus puestos de trabajo y que formalizan magistralmente a través de los famosos feed-back continuos que dan los
superiores como forma de control. Desde el punto de vista ideológico no parece
que esto quede muy lejos de otros
adoctrinamientos históricos que tristemente conocemos. Como dice el filósofo Zizek
aunque pueda parecer lo contrario, no ha existido una época más ideológica que
esta.
Quizás uno de
los problemas que tiene la economía actual es que ha pasado de ser una ciencia
descriptiva a una prescriptiva abarcando todos los ámbitos de nuestra vida: la
economía es una ciencia que avanza desde el conocimiento al control. La economía ya no es una disciplina para
acercarse a la comprensión del mundo sino que toda comprensión del mundo debe
hacerse a partir de las claves, los mitos y las doctrinas de la economía. Y se
apropia de territorios que han sido siempre ajenos a ellas como el de los
valores personales en un intento de dirigirlos hacia los intereses
mercantilistas que estas organizaciones defienden para sobrevivir en un mercado
tan competitivo.
Apoyadas en
dar prioridad absoluta a unos valores que se basan en el interés propio y en
una ordinaria y burda autoestima al estilo de la sociedad moral que propugnaba
Thatcher, hemos acabado convirtiéndonos en una sociedad codiciosa que ha
entrado en una crisis profunda dinamitando las bases para ofrecer una convivencia y vida digna para todos sus
miembros. La creciente desigualdad y exclusión son ahora los motores que nos
empujan sin control.
Y en el
ámbito empresarial se ha desdibujado lo que es ser un buen profesional: se ha
hecho del profesionalismo una actitud de afirmación: la de obedecer y profesar con
las reglas establecidas. Ser profesional ahora en muchas ocasiones no es más
que desarrollar una obediencia acrítica
y servil a los estamentos empresariales
que nos dan empleo a través de los valores que ellos nos imponen. La economía
ha dejado de lado toda intención científica, toda esperanza de generar
conocimiento para aumentar el bienestar para todos y se convierte en un
instrumento al servicio de gestores que basan sus actuaciones en los resultados
a corto plazo y la codicia con los resultados que todos conocemos, convirtiéndose
directamente en una doctrina o teología.
¿Cómo debemos pues actuar ante esta
situación de crisis moral interna?
Volviendo a pensar la vida con referencia a unos valores que nosotros hayamos
profundamente pensado, aceptado e interiorizado. Ahora quizás vivimos la vida de
forma estratégica en función de nuestra supervivencia, de nuestros intereses,
de nuestra comodidad o placer y por eso aceptamos adoctrinamientos y penalizaciones
por parte de organizaciones y personas ajenas
a nosotros. Y es que al no pensar la vida en función a lo que nos importa realmente
puede llevarnos a situaciones de desorientación y desconcierto que otros pueden
provocar y controlar a su interés.
Quizás lo que nos importe es estar al servicio
del amor, a construir una amistad, a hacernos más abiertos y generosos, a
conocer más cosas y que eso nos haga más útiles ante los demás mejorando su
vida, fortaleciendo nuestro carácter, haciéndonos más maduros, coherentes e
íntegros y vivir así de acuerdo ante unos valores que primero deben ser nuestros. Ser un buen
profesional no sólo de la empresa sino también de la vida quizás sea simplemente
algo que afortunadamente esta sólo en nuestras manos.
He visto que has estudiado Humanidades y en la UPF, yo también! Me gustan tus reflexiones, las iré leyendo a menudo... Te sigo.
ResponderEliminarhttp://humanidadesyalgomas.blogspot.com.es/
Muy interesante maestro, efectivamente se exige al profesional mucha lealtad (mal entendida como obediencia ciega) y la deontología queda en segundo plano
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