"Compendio de reflexiones sobre las Humanidades y las Ciencias con vocación expresiva integradora"
viernes, 10 de mayo de 2013
Hacia la conquista colaborativa de nuestra plenitud
Cuando tenemos que gestionar nuestras capacidades dentro de una organización o en nuestro entorno personal surge la pregunta de qué tipo de competencias se han de desarrollar en esta nuevo época que vamos a vivir. Nos han aleccionado, siguiendo la la teoría económica clásica, que la competencia y el homo economicus egoísta son los motores de toda economía, empresa o sociedad que quiera progresar. También sabemos por nuestra experiencia que esta radicalidad fanática en los planteamientos nos ha llevado a una situación social de exclusión no sólo explosiva sino indigna para muchos de nuestros conciudadanos.
Es necesario quizás revisar estos conceptos que la economía considera inamovibles y que tanto daño estan haciendo. Así desde ámbitos de conocimiento afines como la sociobiología podemos aperturarnos a nuevas formas de pensar: el sociobiólogo E.O. Wilson expone que la selección individual es el resultado de la competencia para la supervivencia y la reproducción entre los miembros del mismo grupo. Modela en cada miembro instintos que son fundamentalmente egoístas en referencia a los demás miembros. Por el contrario, la selección de grupo consiste en competencia entre sociedades mediante conflictos y modela instintos que tienden a hacer que los individuos sean mutuamente altruistas. En la evolución social genética existe una regla de hierro: los individuos egoístas vencen a los individuos altruistas, mientras que los grupos de altruistas ganan a los grupos de egoístas. Aunque nunca hay una victoria completa; si tuviera que dominar la selección individual, las sociedades se disolverían.
También hemos descubierto que las viejas competencias típicas de la sociedad industrial como la competencia y el egoísmo racional necesarias para conseguir trabajo o aumentar la productividad no sirven en la nueva economía del conocimiento: estaban demasiado jerarquizadas y no daban suficiente valor a algo tan necesario actualmente como la creatividad.Y esta solo se fomenta desarrollando el aprendizaje social y emocional, conciliando entretenimiento y conocimiento y primando la colaboración en lugar de la competitividad para crear el adecuado clima de trabajo.
Si seguimos ampliando miras y completamos nuestra visión con la solvencia que nos dan nuestros clásicos del pensamiento podremos empezar a vislumbrar como se puede poner en práctica desde nuestra propia trayectoria vital esta nueva forma de pensar; Aristóteles decía algo muy inteligente: la naturaleza suele dotar a los individuos de capacidades suficientes para llegar a su perfección, a su madurez. Una planta, simplemente con desarrollar su principio interior, alcanza su plenitud y su esplendor. Lo mismo para un animal. Y en el caso del hombre, nuestros principios interiores nos llevan a una madurez que es descubrir nuestra dignidad compartida. La perfección humana se alcanza con el desarrollo de nuestros principios interiores a través de unas capacidades que las personas con responsabilidades de dirección deben saber potenciar en sus colaboradores de forma empática.
Y vemos que tanto a nivel individual como social la colaboración no sólo es la vía para tejer sociedades consistentes,con futuro en la nueva sociedad del conocimiento sino la forma de alcanzar la plenitud individual y devolver la dignidad a muchas personas que la merecen de origen. Hay sin duda algo indigno en la competencia y el egoísmo que provocan la exclusión laboral y social. La conquista colaborativa es quizás el nuevo camino a tomar sino nos queremos disolver como sociedad.
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