El dinero no es algo políticamente neutral cuya función es permitir el intercambio y la eficiencia de los mercados. Su acumulación sin freno es una de las características más significativas de nuestro sistema económico. Si nos preguntamos por qué los empresarios o nosotros mismos no nos retiramos de trabajar o acumular capital cuando llegados a un punto ya tenemos garantizado nuestro bienestar, y continuamos de este modo acumulando objetos o dinero, dedicando toda nuestra vida y energía a trabajar para un tercero o desarrollar una empresa, no tendremos una respuesta inmediata o fácil de dar.
Pero si consideramos al capital no ya como un stock, mercancía o algo físico acumulable sino como un proceso de valorización en búsqueda permanente de nuevas rentabilidades y mercados podremos comprender que nosotros somos solo un instrumento de este gran engranaje de valorización y búsqueda de rendimiento que es el capital. El empresario y el trabajador van a ser una parte de esta enorme e imparable cadena, en esa dinámica de no perder valor y seguir acumulando beneficios. Este proceso no tiene un final determinado sino que busca impacientemente donde y cómo obtener mayor valorización para sus activos, sin importar los instrumentos a utilizar como los trabajadores o empresarios o, llegado el caso, desechar.
En la economía actual el nivel de la denominada economía financiera supera con creces la economía real o lo que producimos físicamente (se estima que el PIB del planeta ronda los 60 billones de dólares anuales y que hay en cambio más de 700 billones de dólares en circulación) y esto provoca que el capital no sea sólo impaciente sino también miedoso ante el mayor riesgo geopolítico y la pérdida de tasas de rentabilidad comparadas con épocas anteriores. Cuando hablamos de los mercados financieros como algo a temer, soberanos o impasibles, si tomamos en consideración lo expuesto, en el fondo no son más que una inmensa acumulación de capital impaciente y asustado dentro de un proceso sin fin de valorización y búsqueda rentabilización que cada vez obtiene tasas menores y percibe mayores riesgos.
En la actualidad se observa que cada vez en mayor medida las operaciones empresariales no son ya de lanzamiento de grandes nuevos productos que proporcionen nuevas tasas de rendimiento y beneficios a todos los implicados; sino que se habla de fusiones y adquisiciones con el único objetivo de reducir costes mediante las sinergias mandando a muchos trabajadores al desempleo y a la exclusión social. En el mundo directivo actual, el gestor más valorado ya no es aquel que genera beneficios con un proyecto empresarial inclusivo, sino el que es capaz de atraer inversores. Ya no hay que maximizar los beneficios de la empresa sino su atractivo.
En la idea neoclásica del dinero se consideraba éste como algo físico, una mercancía más que permitía el intercambio y políticamente neutral. Pero el dinero en el que se materializa el proceso de valorización que es el capital es un relación social de deuda. El dinero es un instrumento político que tiene un poder de determinar el valor y las relaciones de deuda por parte de su emisor (el soberano en el pasado o los Estados y Bancos Centrales en la actualidad). Los mercados tampoco son neutrales ya que están también políticamente preconfigurados (así por ejemplo nosotros protegemos por decisión política la propiedad privada en el desarrollo del mercado).
Finalmente el considerar el capital como una (falsa) mercancía más tiene también graves consecuencias en nuestro sistema económico. Una de las grandes ramas de la teoría económica postula que el Capitalismo lo mueve la demanda efectiva y que hay tres tipos de mercados de falsas mercancías, dado que no son mercancías que se producen para venderlas en un mercado: 1) el mercado crediticio o del dinero; 2) el mercado laboral y 3) el mercado de la propiedad inmobiliaria. Al tratarlos como simples mercancías y no limitarlos, lo que se hace es generar grandes desigualdades, burbújas y relaciones de sumisión. Para esta teoría habría que convertir estos tres mercados en bienes escasos para estabilizar el capitalismo, redistribuyendo y generando demanda efectiva, mediante el control nacional de la emisión del dinero y de la banca, la sindicación para dar poder a los trabajadores o los impuestos a la propiedad.
Entender el capital como un proceso de obtención de valor o los mercados y el dinero como algo político creadores de relaciones de deuda, puede explicarnos que nosotros como trabajadores o empresarios realmente formamos parte de un engranaje de valorización del capital impaciente y asustado dentro del cual tenemos pocos grados de libertad para detenernos o que nos dejen parar. El dinero y el capital también es política.
En la actualidad se observa que cada vez en mayor medida las operaciones empresariales no son ya de lanzamiento de grandes nuevos productos que proporcionen nuevas tasas de rendimiento y beneficios a todos los implicados; sino que se habla de fusiones y adquisiciones con el único objetivo de reducir costes mediante las sinergias mandando a muchos trabajadores al desempleo y a la exclusión social. En el mundo directivo actual, el gestor más valorado ya no es aquel que genera beneficios con un proyecto empresarial inclusivo, sino el que es capaz de atraer inversores. Ya no hay que maximizar los beneficios de la empresa sino su atractivo.
En la idea neoclásica del dinero se consideraba éste como algo físico, una mercancía más que permitía el intercambio y políticamente neutral. Pero el dinero en el que se materializa el proceso de valorización que es el capital es un relación social de deuda. El dinero es un instrumento político que tiene un poder de determinar el valor y las relaciones de deuda por parte de su emisor (el soberano en el pasado o los Estados y Bancos Centrales en la actualidad). Los mercados tampoco son neutrales ya que están también políticamente preconfigurados (así por ejemplo nosotros protegemos por decisión política la propiedad privada en el desarrollo del mercado).
Finalmente el considerar el capital como una (falsa) mercancía más tiene también graves consecuencias en nuestro sistema económico. Una de las grandes ramas de la teoría económica postula que el Capitalismo lo mueve la demanda efectiva y que hay tres tipos de mercados de falsas mercancías, dado que no son mercancías que se producen para venderlas en un mercado: 1) el mercado crediticio o del dinero; 2) el mercado laboral y 3) el mercado de la propiedad inmobiliaria. Al tratarlos como simples mercancías y no limitarlos, lo que se hace es generar grandes desigualdades, burbújas y relaciones de sumisión. Para esta teoría habría que convertir estos tres mercados en bienes escasos para estabilizar el capitalismo, redistribuyendo y generando demanda efectiva, mediante el control nacional de la emisión del dinero y de la banca, la sindicación para dar poder a los trabajadores o los impuestos a la propiedad.
Entender el capital como un proceso de obtención de valor o los mercados y el dinero como algo político creadores de relaciones de deuda, puede explicarnos que nosotros como trabajadores o empresarios realmente formamos parte de un engranaje de valorización del capital impaciente y asustado dentro del cual tenemos pocos grados de libertad para detenernos o que nos dejen parar. El dinero y el capital también es política.
"(se estima que el PIB del planeta ronda los 60 billones de dólares y que hay en cambio más de 700 billones de dólares en circulación)" - ¿Quiere esto decir que esos 640 billones de dólares "ficticios", o carentes de aval concreto, pueden poner en jaque a la economía real? y ¿En manos de quienes están esos 640 billones? No entiendo casi nada de economía, pero veo esa astronómica cifra como un arma muy peligrosa.
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