El tiempo ha pasado a ser un mero dispositivo económico sometido a un imperativo productivo. Nuestra vida se fundamenta en la intransitividad del tiempo presente: en realizar una actividad permanente sin telos, sin un objetivo definido, sin preguntarnos el por qué o si es realmente lo que queremos hacer, absorbidos por la vorágine de acontecimientos que provocamos que nos ocurran cada día.
El pensador Antonio Valdecantos observa que nuestra vida se funda en la ideología del desencadenamiento compulsivo de momentos irrepetibles, experiencias únicas o identidades intercambiables y transgresoras. Nuestra vida ha sido encuadrada por el sistema Capitalista en una secuencia de retos o desafíos. Con este procedimiento se quiebra la posibilidad de los grandes relatos emancipatorios de la modernidad, rotos por la fragmentación de una vida vivida como sucesión compulsiva de instantes o experiencias "irrepetibles" inconexos, sin una línea argumental clara.
Conceptos claves de la modernidad como soberanía, autoridad o emancipación han sido abolidos. Así para Valdecantos la soberanía se ha pulverizado en la estéril hiperactividad de cada individuo, dispuesto a iniciar procesos sin fin, influenciados por los impactos y demandas externas; la autoridad ha sido delegada a expertos en tendencias que preparan los hechos que predican y la emancipación ya no es más que la compulsión por convertir aceleradamente todo tiempo en un pasado a superar. Se abole el futuro como forma de utopía y mejora y se vive irreflexivamente en el presente, como una fugaz sucesión sinsentido de instantes a experimentar sin fin.
Como expone el filósofo Byung-Chul Han vivimos de acuerdo al ritmo de las máquinas y su imperativo económico-temporal. La vida que se equipara al proceso de trabajo de las máquinas solo conoce pausas, entretiempos libres de trabajos que sirven para recuperarse del mismo, para poder ponerse otra vez a disposición del proceso de trabajo.
Para Han, ésta inquietud hiperactiva, la agitación y el desasosiego actuales no casan bien con el pensamiento y la reflexión que no puede ser constreñido por la presión temporal. Lo cual provoca que no hagamos más que inconscientemente reproducir lo mismo. Por falta de tiempo y tranquilidad en el pensar, se rehuyen las posiciones divergentes. El pensar profundo no se deja acelerar a la ligera. En eso se diferencia del cálculo o de la mera comprensión. El pensamiento es libre porque su tiempo y su espacio no se pueden calcular. Y necesitamos este pensamiento profundo, ya que es el que realmente nos apertura a nuevas condiciones de posibilidad de nuestro mundo y nos hace avanzar.
En nuestra vida apresurada corremos el grave riesgo de perder nuestra sensibilidad ante los problemas de los demás. Nos podemos evadir en una actitud de indiferencia a lo que acontece en el mundo, en un forma de entumecimiento moral. La nuestra es una era de temor. Se aprecia un pánico moral exhibicionista y sensacionalista que queda lejos de planteamientos equilibrados, en el temor de ser excluidos. Entre el miedo y la indiferencia se produce la pérdida de sensibilidad.
Como expone el profesor Jonathan Crary la vida sin pausa propia del Capitalismo de 24/7 (abierto veinticuatro horas al día, siete días a la semana) genera indefensión y vulnerabilidad: existe cada vez más una imposibilidad de hacer una pausa, de estar desconectado, ya sea en el trabajo o en el tiempo libre. Se trasciende el tiempo del reloj por un principio de funcionamiento y operación continuos. Se traduce a valor monetario cualquier intervalo de tiempo posible o cualquier relación social concebible.
Para Crary la elaboración de la propia identidad personal y social está siendo reorganizada para adaptarse al funcionamiento ininterrumpido de los mercados, las redes de información y otros sistemas. El tiempo para el descanso es demasiado caro para ser posible en la actual economía global. El sueño como paradigma del tiempo improductivo reparador comienza a ser colonizado y demonizado en una sociedad del 24/7.
Un mundo 24/7 permanente iluminado, sin sombras ni intimidad, es un mundo donde el tiempo es vacío y homogéneo y excluye las esperanzas, el pensamiento y los proyectos de las personas. Se fomenta la cultura vacía de la autopromoción y autoabsorción ,donde las tecnologías 24/7 perpetúan la ilusión de un tiempo sin esperas, de una instantaneidad que mina la paciencia y la deferencia individual de escuchar a los otros y lo que es peor, a uno mismo.
Paradójicamente la nueva libertad resida seguramente en la desconexión: en aquel retiro que permita el pensamiento profundo que nos abra nuevas vías de encontrar una finalidad, un telos a nuestro tiempo. A imaginar y soñar sin prisas un futuro mejor desde un presente vivido con calma y sentido.
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