Una de las cuestiones que han tomado más relevancia últimamente en nuestro espacio social y cultural es sin duda la temática de las emociones y los sentimientos: su comprensión, predictibilidad y gestión ocupan cada vez más áreas de conocimiento, como la economía, que habían estado alejadas de una de las características que encajaban menos con un sociedad, que buscaba racionalmente el progreso y debía superar, por tanto, sentimentalismos irracionales que sólo generaban desordenes personales y sociales.
Históricamente el Romanticismo supuso el contrapunto y el refugio en las propias emociones ante una revolución industrial, en la que existía una racionalización excesiva que destruía lo emocional en pos de la búsqueda del beneficio instrumental. Lo interesante es que quizás actualmente hayamos dado una nueva vuelta de tuerca a la intromisión del mercado y el capitalismo en un temática tan personal y cultural como son las emociones. No solo las emociones se piensan desde la economía sino que también la economía trabaja las emociones en sus nuevos modelos, ya que se ha descubierto que buena parte de las decisiones económicas tienen una base emocional.
La socióloga de origen judío Eva Illouz con su término Capitalismo emocional define un tipo de cultura postindustrial donde las utopías de la felicidad son mediadas por el consumo. Los problemas emocionales se piensan y se gestionan según la lógica económica, como si se tratara de una inversión, que conlleva un análisis estratégico, un posicionamiento en el mercado, una perdida o ganancia. Ha dejado de ser significativo el ideal romántico, hecho de gratuidad y pasión. Hoy los sentimientos se construyen y se entienden según el modelo instrumental del capitalismo. La cultura del amor romántico ha sido substituida por la cultura de la terapia en la creencia, acientífica, en que todo lo que nos sucede debe necesariamente significar "algo". Esto resulta coherente con la lógica productiva del capitalismo donde todo debe ser aprovechado en la búsqueda del beneficio. Con Freud se realiza una construcción científica de la sentimentalidad como objeto de problematización y terapia psicológica y con la pirámide de Maslow, uno parece que no es nadie sino busca su propia autorealización.
¿Por qué es tan difícil vivir en pareja? Según Illouz existen claros factores explicativos:
- La actual cultura psicológica nos lleva a centrarnos en nuestro ego, su cuidado y su desarrollo. Esta sobrevaloración de los intereses personales puede hacer de la relación amorosa una empresa utilitaria que busca la maximización del placer individual.
- La modernidad se rige por la igualdad, y ello genera nuevas tensiones, dado que lleva a hombres y mujeres a medir lo que cada uno da y recibe. Es difícil convivir con una continua evaluación del debe y el haber.
- El enemigo del aburrimiento: la fuertes sensaciones y experiencias nuevas se han convertido en aspiraciones permanentes alentadas por la publicidad. La ausencia de continuas novedades puede resultar deprimente a la pareja.
- La cultura dominante nos promete y exige el cambio y el desarrollo personal. Se parece obligado a alcanzar una vida feliz donde nuestro Yo evolucione. Esta permanente ansiedad por la evolución desestabiliza a la pareja cuando la estabilidad es una de sus condiciones necesarias.
- La cultura actual nos impulsa hacia la independencia. También esta tensión presiona a la pareja; la exigente reivindicación de autonomía se enfrenta a la realidad del amor, que es la aceptación de la dependencia del compromiso y la simbiosis.
Muy interesante!
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