Aunque vivamos en un mundo donde las referencias han desaparecido
necesitamos articular cuales son las cuestiones a las que vamos a dar
importancia para poder no sólo enfrentarnos a nuestro día a día sino también
intentar tener una cierta perspectiva de futuro. La historia Occidental siempre
ha basculado entre la tragedia y la revolución: entre un conformismo y
aceptación de la dureza con la que a veces nos golpea la realidad y una ansia
interna de intentar cambiar las cosas a mejor a través un cierto soplo de
esperanza que llamamos Utopía.
Hemos empezado a aceptar que no hay unos
fundamentos objetivos ahistóricos que nos guíen y den sentido. Vivimos en un
juego lingüístico cuyas reglas pertenecen a él mismo y las vamos descubriendo a
medida que jugamos. No hay nada o nadie externo a ese juego que nos ayude o que
podamos tomar como referencia para dilucidar un sentido. A pesar de que hay
muchas reticencias quizás la solución que tengamos es intentar ser pragmáticos:
ser prácticos y sabiendo que estamos inmersos en un juego, intentar vivirlo
de la mejor manera posible.
El pragmatismo es una escuela de
pensamiento que enfatiza la investigación y la práctica en lugar de buscar los
fundamentos o criterios históricos absolutos. Es así una teoría deflacionaria
que no busca construir grandes conceptos o entelequias abstractas sino que nos
ayuda a enfrentarnos directamente a la realidad. Las palabras no nos hacen
estar más cerca de la realidad. Las palabras adquieren sentido cuando las
usamos. No hay nada trascendente, no hay una perfección fundacional del mundo.
Solo en el juego que jugamos el mundo adquiere sentido.
Creemos en la pragmática, en la práctica, no porque esté más cerca
de la realidad, sino porque es el juego en el que estamos dentro desde que
nacemos. No hay una fundación, una verdad absoluta para darnos una respuesta. No hay telos para la práctica política. Sólo
existe la posibilidad de reenmarcar el modo en el que pensamos siendo más
conscientes de los marcos que actualmente existen.
Debemos quizás practicar una libertad entendida como positiva: al contrario de la libertad
negativa que propugna el liberalismo donde el Estado no se debe meter en los
asuntos de la individualidad, la libertad positiva se crea cuando tenemos más
posibilidades y solo dentro de una comunidad podemos desarrollarla mediante la
participación de cada uno en el poder colectivo compartiendo la potencia que
deriva de la convivencia. Las personas solo tienen sentido dentro de la
comunidad con la ilusión que el propio concepto de comunidad lleva implícita la
noción de solidaridad.
Muchos pensadores postmodernos han sido críticos,
deconstructivistas, antifundamentalistas. La propia realidad se nos ha vuelto
adversa y dura, dejándonos a veces ante
un vacio en cuya aridez debemos intentar orientar nuestras vidas. Y quizás no
haya fundamentos pero si hay instituciones (la familia, la comunidad,amigos…) a las
que debemos cuidar y que el constructivismo prágmatico intenta rescatar de esta deriva actual.
En lugar de intentar objetivar, describir o cuantificar el mundo
debemos preocuparnos por él. Necesitamos describir las cuestiones que nos
importan y debemos cuidarlas y protegerlas.
Hay que pasar del matter of fact
al matter of concern. Hay que
conscientemente construir en lugar de únicamente criticar y deconstruir.
¿Qué debemos buscar o
querer? La única forma de
contestarlo es a través de más conversaciones, mayor interacción, más prácticas
comunitarias en lugar de pretender buscar un fundamento objetivo. A veces
aceptamos algo como verdadero porque no queremos seguir investigando o discutiendo, pero afortunadamente
la historia continúa y ya habrá otros que sin duda lo harán.
Es importante tener el ethos
de alguien que añade realidad a los problemas de hechos y que no substituye la
realidad por entelequias sino que une piezas y construye desde su práctica
diaria. Ser aquel que construye un nuevo juego del lenguaje con las cosas,
personas y las instituciones que nos importan y debemos cuidar. Además con la
globalización tenemos nuevas oportunidades de construcción: la heterogeneidad
es una fuente de inspiración y una condición de nuestros juegos lingüísticos
contemporáneos.
Quizás no tengamos fundamentos sólidos en los que apoyarnos pero
si existen por el contrario instituciones que funcionan y debemos cuidar y que
nos permiten enfrentarnos a la realidad y al juego en el que estamos inmersos, no ya para salir indemnes sino para poder construir las reglas que nos hagan
vivirlo mejor y con intensidad. Afortunadamente podemos confiar que más allá del
destino (fatum) está el deseo humano
de mejorar y construir mundos mejores, porque a lo mejor vivir se trata de eso: Utopía
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