domingo, 27 de octubre de 2013

Construir mundos mejores:ejerciendo nuestra libertad positiva

Aunque vivamos en un mundo donde las referencias han desaparecido necesitamos articular cuales son las cuestiones a las que vamos a dar importancia para poder no sólo enfrentarnos a nuestro día a día sino también intentar tener una cierta perspectiva de futuro. La historia Occidental siempre ha basculado entre la tragedia y la revolución: entre un conformismo y aceptación de la dureza con la que a veces nos golpea la realidad y una ansia interna de intentar cambiar las cosas a mejor a través un cierto soplo de esperanza que llamamos Utopía.

Hemos empezado a aceptar que no hay unos fundamentos objetivos ahistóricos que nos guíen y den sentido. Vivimos en un juego lingüístico cuyas reglas pertenecen a él mismo y las vamos descubriendo a medida que jugamos. No hay nada o nadie externo a ese juego que nos ayude o que podamos tomar como referencia para dilucidar un sentido. A pesar de que hay muchas reticencias quizás la solución que tengamos es intentar ser pragmáticos: ser prácticos y sabiendo que estamos inmersos en un juego, intentar vivirlo de la mejor manera posible.

El pragmatismo es una escuela de pensamiento que enfatiza la investigación y la práctica en lugar de buscar los fundamentos o criterios históricos absolutos. Es así una teoría deflacionaria que no busca construir grandes conceptos o entelequias abstractas sino que nos ayuda a enfrentarnos directamente a la realidad. Las palabras no nos hacen estar más cerca de la realidad. Las palabras adquieren sentido cuando las usamos. No hay nada trascendente, no hay una perfección fundacional del mundo. Solo en el juego que jugamos el mundo adquiere sentido.

Creemos en la pragmática, en la práctica, no porque esté más cerca de la realidad, sino porque es el juego en el que estamos dentro desde que nacemos. No hay una fundación, una verdad absoluta  para darnos una respuesta. No hay telos para la práctica política. Sólo existe la posibilidad de reenmarcar el modo en el que pensamos siendo más conscientes de los marcos que actualmente existen.

Debemos quizás practicar una libertad entendida  como positiva: al contrario de la libertad negativa que propugna el liberalismo donde el Estado no se debe meter en los asuntos de la individualidad, la libertad positiva se crea cuando tenemos más posibilidades y solo dentro de una comunidad podemos desarrollarla mediante la participación de cada uno en el poder colectivo compartiendo la potencia que deriva de la convivencia. Las personas solo tienen sentido dentro de la comunidad con la ilusión que el propio concepto de comunidad lleva implícita la noción de solidaridad.

Muchos pensadores postmodernos han sido críticos, deconstructivistas, antifundamentalistas. La propia realidad se nos ha vuelto adversa y dura,  dejándonos a veces ante un vacio en cuya aridez debemos intentar orientar nuestras vidas. Y quizás no haya fundamentos pero si hay instituciones (la familia, la comunidad,amigos…) a las que debemos cuidar y que el constructivismo prágmatico intenta rescatar de esta deriva actual.

En lugar de intentar objetivar, describir o cuantificar el mundo debemos preocuparnos por él. Necesitamos describir las cuestiones que nos importan y debemos cuidarlas y protegerlas.  Hay que pasar del matter of fact al matter of concern. Hay que conscientemente construir en lugar de únicamente criticar y deconstruir.

¿Qué debemos buscar o querer? La única forma de contestarlo es a través de más conversaciones, mayor interacción, más prácticas comunitarias en lugar de pretender buscar un fundamento objetivo. A veces aceptamos algo como verdadero porque no queremos seguir investigando o discutiendo, pero afortunadamente la historia continúa y ya habrá otros que sin duda lo harán.

Es importante tener el ethos de alguien que añade realidad a los problemas de hechos y que no substituye la realidad por entelequias sino que une piezas y construye desde su práctica diaria. Ser aquel que construye un nuevo juego del lenguaje con las cosas, personas y las instituciones que nos importan y debemos cuidar. Además con la globalización tenemos nuevas oportunidades de construcción: la heterogeneidad es una fuente de inspiración y una condición de nuestros juegos lingüísticos contemporáneos. 

Quizás no tengamos fundamentos sólidos en los que apoyarnos pero si existen por el contrario instituciones que funcionan y debemos cuidar y que nos permiten enfrentarnos a la realidad y al juego en el que estamos inmersos, no ya para salir indemnes sino para poder construir las reglas que nos hagan vivirlo mejor y con intensidad. Afortunadamente podemos confiar que más allá del destino (fatum) está el deseo humano de mejorar y construir mundos mejores, porque a lo mejor vivir se trata de eso: Utopía





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