Si analizamos económicamente el último siglo podemos comprobar que a fases de expansión y crecimiento le han seguido periodos recesivos hasta que se alcanzan una nueva normalidad a partir de la cual comienza otro ciclo. Así tras los denominados felices y expansivos años veinte llego la crisis bursátil de 1929 en la que para purgar los excesos cometidos se impuso la denominada teoría liquidacionista que pretendía mediante la liquidación de todas las acciones, propiedades inmobiliarias o mano de obra no rentables purgar el sistema añadiendo una política deflacionista interna que acabase con esos excesos. Una política que ahora mismo nos parece muy familiar.
Fue necesario el New Deal y el gran crecimiento sostenido que se produjo posteriormente a la Segunda Guerra Mundial para llegar a una nueva base de normalidad que permitió el desarrollo de la clase media y que benefició a mucha población tras las penurias de la guerra. Una nueva normalidad que fue positiva ya que permitió el avance social en muchos países.
Más recientemente, y tras una época económica conocida como la de la Gran Moderación que abarcó veinte años desde finales del siglo pasado hasta la crisis del 2007 y en la cual la constante fue la tranquilidad económica que provocó una menor aversión al riesgo reforzada por una estructura regulatoria laxa, una política monetaria de tipos bajos y una sobrexposición al endeudamiento y a nuevos y complejos instrumentos financieros que nos llevó a la Gran Perturbación de las diferentes burbujas que comenzarón a explotar en el año 2007 provocando la situación de crisis actual, contra la cual aún se está luchando.
La cuestión principal que se plantea actualmente, una vez que se vislumbra la salida de esta crisis, es: ¿cómo va a ser la nueva normalidad? ¿vamos a vivir una nueva época positiva y de progreso? o por el contrario: ¿la nueva situación que consideremos normal será peor y con mayores limitaciones a las que teníamos antes de la crisis?
No parece que la respuesta pueda ser muy optimista, si realizamos un análisis realista de esta Nueva Normalidad postcrisis que comenzamos a vivir, la podríamos seguramente caracterizar como:
- Una época de la Precariedad permanente donde parece que se impone un nuevo Capitalismo sin trabajo: La nueva evolución económica con la aparición de nuevas industrias como la de nanotecnología o la de los sistemas de información parece que necesitaran de una menor incorporación del factor trabajo y mayor de capital. Un factor trabajo que tendrá que reinventarse para adaptarse a la nueva flexibilidad que se le va a exigir por parte de las empresas: nos dicen que las lealtades serán renovadas diariamente y que ya no existirán roles o descripciones de puestos fijos, sino diferentes proyectos a cuyo ritmo tendremos que adaptar nuestra trayectoria profesional y vida personal.
- Viviremos en Extremistan: en un mundo donde todo va a parecer desproporcionado y las diferencias van a ser grandes. La desigualdad interna se va haciendo cada vez mayor. Tendemos a sociedades de grandes extremos donde la clase media parece ya no tener cabida. Los derechos sociales se habían sustituido por el acceso al crédito que ahora ya no fluye, destruyendo a su paso miles de proyectos de futuro.
- El Hipercapitalismo toma el relevo: la exposición pública de la vida intima estará en el orden del día. Anteriormente la vulgaridad era tabú y los sentimientos tendían a interiorizarse. En la actualidad el exceso y la transparencia total se imponen como leivmotiv de la nueva época dónde la pérdida de esfera pública deja un vacío en el que se derraman intimidades.
- Viviremos en una sociedad del Riesgo constante: vamos hacía una sociedad controlada donde internet parece la gran máquina de vigilancia en aras de una supuesta seguridad, pero al mismo tiempo será una sociedad acobardada por los los miles de riesgos que en la época de la conectividad total parece que nos acechan: la política será la gestión del miedo, los cuales serán azuzados según necesidad. La sensación de vulnerabilidad del individuo será cada vez mayor con el riesgo de caer en la insensibilidad y falta de empatía hacia el sufrimiento del otro, al que muchas veces no seremos capaces más que de verlo como una amenaza o competidor por nuestros recursos o modelo de vida.
Va a ser necesario pues buscar nuevos anclajes que aseguren nuestra estabilidad personal y emocional en esta extremista nueva normalidad. Esta anclaje sólo puede ser cultural:
- Basar nuestra vida en valores decisivos y elegidos conscientemente como la construcción de relatos vitales con sentido a través de la cultura y los diferentes concepciones de la vida buena clásica y no intentar sólo seguir los relatos interesados empresariales de éxito;
- la utilidad social buscada en el compartir y ayudar a los demás en proyectos sin ánimo de lucro para evitar el sentimiento de inutilidad en la que a veces nos vemos abocados en nuestro trabajo o al no disponer de él;
- y finalmente tener un espíritu intrínseco de hacer algo por el simple hecho de hacerlo bien sin esperar reconocimiento, beneficios o nada a cambio: sencillamente siguiendo nuestros deseos y construyendo así nosotros mismos el sentido a nuestro relato vital como el ancla más resistente en mares extremos.
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