El “daño moral” que produce el Capitalismo es la destrucción de la confianza tras producirse una traición a “lo que está bien” en situaciones donde hay mucho en juego, y estando dicha traición sancionada por las autoridades o las instituciones económicas. “Lo que está bien” sería el orden moral o ética que nos guía y que cuando hemos perdido el rumbo sabemos en el fondo que algo va mal. Reducir la construcción personal al trabajo asalariado ha resultado, en muchas ocasiones, en explosiones destructoras de la propia identidad y de las necesarias relaciones de confianza mutua entre compañeros de trabajo o personas cercanas.
Muchas de las actuaciones de los directivos actuales en las multinacionales
producen ese “daño moral” con
despidos, cierres o tratos despectivos a lo humano que las propias políticas de
las multinacionales refrendan e imponen, en su ciega e irrefrenable búsqueda de
una supuesta mejor productividad, sinergias o resultados trimestrales. Aunque no nos lo pueda parecer, ese daño
moral es muchas veces interiorizado por los directivos, como seres humanos que son, y sentido como algo que “no está bien”: provocando traumas,
pérdida de confianza en los demás,
prepotencia, desprecio o
aislamiento a modo de mecanismos de defensa ante lo inhumano de su forma de
actuación, pero que al final muchas veces acaban por pasarles factura
psicológica personal o familiar.
El gran cambio de paradigma que hay que proponer es el postulado de poner la
sostenibilidad de la vida en el centro del sistema-mundo Capitalista contra el
“daño moral” que causa al destruir la confianza, la capacidad empática y de
amar, su ataque a muchas formas y proyectos de vida. Todo esto a modo de resistencia ante la
injusticia y la desigualdad que genera la flecha de expansión Capitalista del crecimiento por el crecimiento sin límite en el que nosotros somos meros instrumentos.
Ante las relaciones interpersonales que se hacen ásperas, desafectas o
hipócritas, se propone centrar las
relaciones económicas en el bienestar del individuo y de la sociedad, en su
capacidad de amar y de generar
confianza entre unos y otros. Se trata de que el cuidado complemente a la
justicia como nueva ética no sólo femenina sino humana.
La ética del cuidado pretende recomponer este daño moral causado por el Capitalismo al guiarnos para actuar con cuidado en el mundo humano: prestando atención, escuchando, estando presente, respondiendo con integridad y respeto. Reconociendo la humanidad propia de cada uno , en una elección ética que no se puede coaccionar y que surge del diálogo, la educación y la atracción intrínseca, a pesar de cualquier circunstancia adversa o decisión difícil de llevar a cabo.
La Modernidad y el Capitalismo han creado las condiciones necesarias para
llevar una vida emancipada, pero ésta constantemente se niega a sí misma el
desarrollo de dichas condiciones.
Los elementos necesarios de esta emancipación ya se encuentran entre nosotros. La revolución es un pequeño cambio que lo trastoca todo. Atreverse a vivir
muchas vidas diferentes en una reinvención buscada es una salida plausible.
Hay que tratar de alcanzar formas de
experiencia más enriquecedoras que propicien un incremento de sentido, para
conseguir vivir vidas no dañadas y no alienadas. Imaginarse no como élite directiva o héroes empresariales que tienen que demostrar su valía o superioridad, sino simplemente como hijos, padres, amigos o madres es tirar finalmente del freno de emergencia de nuestra vida, para intentar volver a ser otra cosa que nosotros hayamos decidido conscientemente.
En definitiva: hay que acabar con el capitalismo, que nos ha convertido en mera mercancía.
ResponderEliminarSalud