¿Qué pasará si el individuo pierde su sentido económico? ¿Cuál será el sentido de la vida en una sociedad sin trabajo? La Nueva Normalidad en la que parece que nos adentramos puede provocar que una gran parte de población sea considerada, como expuso Zygmunt Bauman, como "Vidas superfluas": no necesarias para el desarrollo productivo de los países. Una población que no tendría el trabajo como elemento central de su configuración identitaria y de posicionamiento social y que se vería expulsada o arrinconada del bienestar social.
La Nueva Normalidad, de la que comenzamos a percibir sus características, se puede describir por:
- un bajo crecimiento,
- una desigualdad creciente,
- la disfunción política,
- y las tensiones sociales populistas.
Las tres figuras arquetípicas de la modernidad han explosionado en nuestra reciente evolución económica y social:
- La clase media que asumía el protagonismo de la historia se ve cada vez más reducida y precarizada.
- El ciudadano como poseedor de derechos inalienables se está viendo superado por una ciudadanía de tipo económico donde solamente la población con capacidad económica es incluida en los estados, dejando al resto de población a la deriva en mares turbulentos.
- El sujeto autónomo que elige su manera de ser feliz se ve manipulado por demandas neoliberales de autoexplotación que nos llevan a una sociedad del cansancio.
Ante esta Nueva Normalidad que rompe con el contrato social, las personas tendrán que buscar un nuevo sentido a su vivencia individual y en sociedad en el cual la profesión o su trabajo no sea el elemento central de su identidad como hemos expuesto. El principal problema en el futuro, que ya se observa, es la desigualdad en el reparto del crecimiento económico que puede darse en las próximas décadas por las innovaciones tecnológicas.
La mayor divergencia en el rendimiento económico de los países y ciudadanos va a amenazar la estabilidad de los países y los mercados por la amenaza del populismo, de ahí que se este generalizando el debate sobre la posibilidad de una renta básica universal que garantice la supervivencia vital y cierta paz social. ¿A qué se dedicara esta población superflua para el sistema productivo? Las respuestas no son fáciles de dar, porque van desde una explosión de creatividad de individuos que podrán dedicarse a lo que realmente les apasiona hasta a población alienada en adicciones a fantasías y realidades virtuales como los videojuegos.
Los retos para el pensamiento social comienzan a ser ingentes: la aparición de una posible clase superflua requiere de una reconsideración de las estructuras económicas y sociales macro, porque sino parece que la cacareada postverdad y la alienación en ficciones escapistas se van a imponer sobre la verdad y una deseable realidad de progreso personal y social compartida.
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