El estadio del sistema capitalista que vivimos actualmente en Occidente está planteando no sólo una serie de inquietudes y una gran perplejidad sino también una legítima indignación que va creciendo día a día en la población. La especulación, los rescates, el empobrecimiento o los escándalos políticos y la corrupción nos llevan a cuestionarnos el por qué de esta situación y mirando un poco más allá, si hay alguna otra alternativa posible.
Una de las
cuestiones que se plantean es cuál era el objetivo real de este neoliberalismo
que desregularizó los mercados en los ochenta con Thatcher y Reagan
y que con la ayuda de la tecnología y la globalización ha creado este turbocapitalismo
financiero que ahora sufrimos. Recordemos que el lema más conocido de Thatcher
es que "no existe la sociedad, sólo los individuos". Quizás el
objetivo no tenía nada que ver con el aumento productivo ni el crecimiento
económico, sino con el reforzamiento de una nueva super-élite y la
restauración de una "power class": en manos de sólo diez
millones de personas hay una fortuna que es tres veces el PIB de Europa o EEUU,
unos 42 trillones de $. Y ese capitalismo de amigos (crony capitalism) es además hereditario a través de las estirpes que se reunen en clubs privados y universidades de élite.
Se instala
pues una nueva política de bloques: el
mundo se divide entre los ricos y los demás. Un sistema llamado Plutonomía:
las nuevas élites económicas no trabajan con el mundo material, como los
antiguos barones industriales, producen precios: esta es su industria. Y el
precio no es más que una expectativa que se compra y vende en los mercados. Una
clase con borrachera adictiva a los mercados. Invierte el dinero en la bolsa,
la deuda de países, el inmobiliario creando burbujas. Al no repartirse y
concentrarse la riqueza no se estimula el crecimiento del consumo o la economía
real.
En este capitalismo financiero de corte extractivo, existe un claro desinterés por la política entendida como forma de construcción de progreso social. Una minoría de consumidores saquean los mercados de renta pública y de las acciones disgregando por el camino el sistema social. Recordemos que en el precedente capitalismo industrial se necesitaba una constante aplicación de rentas para el consumo de los productos que producía. Además le era fundamental la existencia de instituciones y paz social apuntalados por el bastión de la creación de una clase media que ahora no sabemos hacía dónde se dirige (quizás hacia una nueva proletarización...).
Llegados a
este punto de la caracterización cabe preguntarse si ¿hay alguna
alternativa o, al menos, algún resquicio de atemperamiento de este
Capitalismo financiero-extractivo Occidental que vivimos actualmente?
Una de las
posibles respuestas nos vienen de la ya no tan lejana Asia Oriental:
como explica el profesor de Esade David Murillo:
puede haber una forma de democracia que nos libere del peaje del individualismo
feroz, de la erosión de la comunidad y la moral pública. Se encuentra en los
países de Asia Oriental como Corea del Sur con su Capitalismo
Oriental: estos países construyen su identidad a través de su raíz confunciana donde los valores son, sin lugar
a dudas, motor de crecimiento:
- No son relativistas ya que consideran que hay cosas buenas y cosas malas a evitar.
- Bajo un autoritarismo moderado piensan que el Estado puede ser motor económico sin llegar al pleno capitalismo de mercado desregularizado.
- La educación es su valor supremo: los individuos son perfectibles a través de la educación.
- La ejemplaridad es central en sus actuaciones: las palabras sólo tienen sentido si están en concordancia con tus acciones. Lideras por lo que eres y por tu prestigio.
- La población está dentro de una jerarquía: aceptan el rol específico de cada persona dentro de la comunidad y generan confianza y reciprocidad.
Así pues,
como dice David Murillo: tenemos que la educación, el sentido social,
la cohesión, la meritocracia y poner al grupo por encima del individuo forman
parte de su identidad de raíz confunciana. De Occidente cogen lo que les
interesa: su sistema político e institucional, los procesos de producción y
mercado y les incorporan sus elementos culturales propios. Así dan
forma a ese Capitalismo Oriental donde la influencia cultural es importante (pensemos que aquí la cultura es sólo un mero producto de mercado), el cual está teniendo éxito actualmente e incluso comienza a tomar la delantera en algunos sectores. Sirva como ejemplo los
nuevos lanzamientos de productos electrónicos coreanos de Samsung que generan admiración y ganan mercado en
perjuicio de su principal competidor Occidental Apple.
Tras los
excesos, quizás hemos llegado de nuevo al principio del ciclo y de un
capitalismo donde el consumidor endeudado es el rey al estilo Occidental debemos
pasar por el Capitalismo Oriental donde el productor es el rey al estilo del
mercantilismo tradicional. Pero volviendo a retomar por el camino esos valores como la
perfección del individuo a través de la educación y el de la ejemplaridad que
son motor de crecimiento no sólo económico, como demuestra Oriente, sino todavía
como algo más importante: como fuente de crecimiento personal y cohesión social.
Algo que sin duda ahora necesitamos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo me he leido más que hasta el segundo párrafo pero es absurdo pensar que la superelite capitalista se produce a través de herencia, solo ver las personas mas ricas del planeta (Gates, Ortega, Buffet etc.) han conseguido amasar su fortuna en menos de una generación, y si estos son ricos es porque la sociedad considera que sus aportaciones son necesarias y positivas. Por otro lado es justo pensar que el dinero que han adquirido lo puedan heredar sus hijos como cualquier herencia,
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