domingo, 3 de marzo de 2013

Explorando nuestra contemporaneidad: el Postmodernismo



Inmersos en nuestra cotidianidad  vivimos casi como autómatas. Nos es difícil quizás hacer un alto en el camino para intentar pensar reflexivamente si lo que hacemos lo llevamos a cabo por voluntad propia o simplemente nos dejamos llevar por una marea de sobrentendidos, objetivos y actividades que a base de parecer que todo el mundo acepta, nos arrastran hasta ocupar toda nuestra experiencia vital en un conformismo que resulta muchas veces paralizante y angustioso.

Necesitamos seguramente volver a ser exploradores de nuestra contemporaneidad: tratar lo que nos rodea como una nueva tierra ignota y desconocida para en la admiración y curiosidad que toda novedad nos trae,  ganar una nueva perspectiva que nos ayude a  ver que hay detrás del tiempo que nos ha tocado vivir  y conquistar así con nuestra mirada lo importante y de este modo elegir lo que realmente queremos ser en el futuro para vivir con consciente plenitud. 

En esa conquista y nueva forma de hacer habitable el mundo tener una perspectiva amplia, macro y multidisciplinar puede sernos  de gran ayuda, algo que la macrofilosofía  nos ofrece. A nuestra contemporaneidad, a los tiempos que vivimos, la macrofilosofía los denomina como postmodernos.  

¿Y que caracteriza la postmodernidad? Sin duda algunas cuestiones que nos resultan muy familiares:

  • En primer lugar, la pérdida del sentido: se han deslegitimado muchos de los discursos religiosos, morales o políticos que conformaban la modernidad. Ha existido una voluntad disolutiva en la cual la descreencia ha sido la consecuencia fundamental. El saber ya no es principalmente narrativo: no es sistemático, ni coherente ni explica o da un sentido global a nada, más allá de referenciarse a si mismo. La fragmentación, los impactos publicitarios, la inmediatez, la precariedad laboral, la fulgurante sucesión de acontecimientos y experiencias hacen que hayamos perdido cualquier previsibilidad en lo que nos va ocurrir y ha hecho imposible el dar un sentido personal a nuestra trayectoria vital. Hemos caído en un nihilismo en el que "todo vale, porque nada vale".
  • Hemos abandonado lo social y nos hemos individualizado: lejos de la modernidad donde la rebelión social y el disentimiento eran parte fundamental, hemos cambiado de actitudes en una consciente ceguera hacia lo político y lo colectivo. Se ha apoderado de nosotros un pensamiento débil que niega cualquier posibilidad de ideal o utopía por ser sospechosas de totalitarismo. A cambio la apatía, la deserción, la soledad  y la búsqueda del bienestar egoísta e individualista se han impuesto al principio de convicción y progreso social con el que se intentaban llevar a término anteriormente las cosas. Es el fin de los grandes relatos.
  • Privilegiamos la estética por encima de la ética y de la verdad: la estética lo domina todo: la publicidad, nuestras relaciones, los discursos. La belleza ha adquirido valor por sí misma, imponiéndose a la verdad y el bien. Hemos pasado de la cultura de la realidad a la cultura del espectáculo y el  simulacro. Creamos individuos narcisistas donde el principio de seducción domine dentro de una nueva edad que podemos calificar como vacía y banal en sus pretensiones.

¿Cómo podemos entonces conquistar de nuevo la habitabilidad de nuestra época? Sabiendo que las nuevas miradas y perspectivas que podemos ofrecer en esta parada exploratoria al conformarse en nuevas ideas, cultura y palabras tienen por naturaleza un importante efecto performativo: tienden a realizarse, a hacer reales, a crear formas de sociedad efectivas y diferentes. 

Quizás también necesitemos volver la vista atrás y ante tanto espectáculo exterior y banalidad refugiarnos en un neoromanticismo que nos recuerde que la gente tiene una vida interior: la vida no son los últimos gadgets electrónicos o el consumismo, sino la conciencia de uno mismo, eso es lo que le da valor, lo que hace a cada uno insustituible y lo que consigue que merezca ser vivida. Hemos de pasar de la metafísica de las ideas a la metafísica de la vida: el sentido esta en la manera en que nos preguntamos quiénes somos, qué nos pasa, de qué va todo esto. Seamos pues conscientes exploradores de la Ontología de este en el fondo fascinante presente.


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