Inmersos en
nuestra cotidianidad vivimos casi como autómatas. Nos es difícil quizás
hacer un alto en el camino para intentar pensar reflexivamente si lo que
hacemos lo llevamos a cabo por voluntad propia o simplemente nos dejamos llevar
por una marea de sobrentendidos, objetivos y actividades que a base de parecer
que todo el mundo acepta, nos arrastran hasta ocupar toda nuestra experiencia
vital en un conformismo que resulta muchas veces paralizante y angustioso.
Necesitamos
seguramente volver a ser exploradores de nuestra contemporaneidad:
tratar lo que nos rodea como una nueva tierra ignota y desconocida para
en la admiración y curiosidad que toda novedad nos trae, ganar una nueva
perspectiva que nos ayude a ver que hay detrás del tiempo que nos ha
tocado vivir y conquistar así con nuestra mirada lo importante y de este modo elegir lo que realmente queremos ser en el futuro para vivir con consciente
plenitud.
En esa
conquista y nueva forma de hacer habitable el mundo tener una perspectiva
amplia, macro y multidisciplinar puede sernos de gran ayuda, algo que la
macrofilosofía nos ofrece. A nuestra contemporaneidad, a los tiempos que
vivimos, la macrofilosofía los denomina como postmodernos.
¿Y que caracteriza
la postmodernidad? Sin duda algunas cuestiones que nos resultan muy
familiares:
- En primer lugar, la pérdida del sentido: se han deslegitimado muchos de los discursos religiosos, morales o políticos que conformaban la modernidad. Ha existido una voluntad disolutiva en la cual la descreencia ha sido la consecuencia fundamental. El saber ya no es principalmente narrativo: no es sistemático, ni coherente ni explica o da un sentido global a nada, más allá de referenciarse a si mismo. La fragmentación, los impactos publicitarios, la inmediatez, la precariedad laboral, la fulgurante sucesión de acontecimientos y experiencias hacen que hayamos perdido cualquier previsibilidad en lo que nos va ocurrir y ha hecho imposible el dar un sentido personal a nuestra trayectoria vital. Hemos caído en un nihilismo en el que "todo vale, porque nada vale".
- Hemos abandonado lo social y nos hemos individualizado: lejos de la modernidad donde la rebelión social y el disentimiento eran parte fundamental, hemos cambiado de actitudes en una consciente ceguera hacia lo político y lo colectivo. Se ha apoderado de nosotros un pensamiento débil que niega cualquier posibilidad de ideal o utopía por ser sospechosas de totalitarismo. A cambio la apatía, la deserción, la soledad y la búsqueda del bienestar egoísta e individualista se han impuesto al principio de convicción y progreso social con el que se intentaban llevar a término anteriormente las cosas. Es el fin de los grandes relatos.
- Privilegiamos la estética por encima de la ética y de la verdad: la estética lo domina todo: la publicidad, nuestras relaciones, los discursos. La belleza ha adquirido valor por sí misma, imponiéndose a la verdad y el bien. Hemos pasado de la cultura de la realidad a la cultura del espectáculo y el simulacro. Creamos individuos narcisistas donde el principio de seducción domine dentro de una nueva edad que podemos calificar como vacía y banal en sus pretensiones.
¿Cómo podemos entonces conquistar de nuevo la
habitabilidad de nuestra época? Sabiendo que las nuevas miradas y perspectivas
que podemos ofrecer en esta parada exploratoria al conformarse en nuevas ideas,
cultura y palabras tienen por naturaleza un importante efecto performativo: tienden a realizarse, a
hacer reales, a crear formas de
sociedad efectivas y diferentes.
Quizás también necesitemos volver la vista atrás y
ante tanto espectáculo exterior y banalidad refugiarnos en un neoromanticismo que nos recuerde que la
gente tiene una vida interior: la vida no son los últimos gadgets electrónicos o el consumismo, sino la conciencia de uno
mismo, eso es lo que le da valor, lo que hace a cada uno insustituible y lo que
consigue que merezca ser vivida. Hemos de pasar de la metafísica de las ideas a la metafísica de la vida: el sentido esta en la manera en que nos preguntamos
quiénes somos, qué nos pasa, de qué va todo esto. Seamos pues conscientes
exploradores de la Ontología de este en el fondo fascinante presente.
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