domingo, 10 de marzo de 2013

La ética indolora: el inmovilismo como síntoma





Parecería que estos tiempos debieran ser revolucionarios. En situaciones donde se bordean los límites de resistencia de muchas cosas que antes dábamos por inamovibles es cuando normalmente la agitación interna y social crea la necesaria amalgama que favorece el cambio. Pero a pesar de ciertos movimientos de protesta que son reflejo de un profundo y legítimo descontento, no se ven en el horizonte cristalizaciones de alternativas factibles a nuestro modelo social actual.  ¿Cuáles son las causas de este inmovilismo social?


La mayoría de los factores que pueden dar una explicación son seguramente intrínsecos a los tiempos postmodernos que vivimos: si analizamos anteriores revoluciones y hechos históricos como la Primera Guerra Mundial podemos observar que valores modernos como el honor, la familia o la patria primaban en los jóvenes de la época. Pero existía sin duda un factor existencial que también era fundamental: el aburrimiento. En aquellos tiempos, el tedio o spleen, el hastío existencial había alcanzado categoría literaria. Los jóvenes eran revolucionarios también para evitar ese vacío que causan sociedades donde la ortodoxia no alentaba nuevas oportunidades. El aburrimiento era un gran forjador de ejércitos.

En cambio los jóvenes de ahora no pueden concebir la existencia sin un teléfono inteligente lleno de aplicaciones. Las redes sociales los apartan del vacío. Se lleva todo el saber posible en el bolsillo. Quizás no tendrán ni trabajo ni futuro, pero no se morirán de hambre y están entretenidos. Lo suyo, para algunos, no es razonar o cuestionar, sino mantenerse entretenidos en un ciberespacio que a muchos les genera una falta de iniciativa más allá de sus limitadas fronteras.

Por otro lado, es necesario también observar que tipo de ética seguimos en estos tiempos postmodernos. El filósofo francés Guilles Lipovetsky en su obra  El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos analiza de forma magistral y comparativa que tipo de ética tenemos actualmente.

Lipovetsky distingue tres momentos históricos de la moral:
  • El teológico: ligado a la religión, al sentimiento de culpa y el pecado. La moral teológica cree ciegamente en Dios, en la justicia más allá de la muerte y considera valiosos el ayuno, la penitencia y la oración. Este ética se ubica entre la Edad media y la Ilustración
  • La etapa laica: es una ética fundada en la razón humana, lejos de los principios religiosos y la autoridad eclesiástica. Las nociones de deber y sacrificio continúan vigentes: por unos ideales, por la familia, por la patria.Hay una importancia preponderante al deber para autosuperarse y llegar a ser héroes desde la austeridad en busca de unos valores y creencias aceptadas racionalmente.
  • La fase posmoralista: es la ética del individuo moderno.Con sus goces privados y su búsqueda del éxito y el bienestar.Ya no importa el deber ni se trata de dar la vida por la familia, la patria o unos ideales revolucionarios. Estamos ante una moral indolora, sin sacrificios ni imposición colectiva de obligaciones. El hedonismo individualista es el motor de esta moral con valores mínimos de democracia, tolerancia y derechos humanos que le permitan subsistir. El placer desbanca al deber en busca ya no de una virtud entendida como la construcción de uno mismo, sino de algo más peligroso: la felicidad subjetiva que tiene en el consumismo desaforado el instrumento de dependencia.
Dentro de este contexto de ética indolora, el individuo postmoderno ha abandonado todo interés por los asuntos sociales centrándose en su preocupaciones personales, todo lo social le parece banal. En éste neonarcisismo el Yo es el centro de atención pero al mismo tiempo se ha producido un vaciamiento del Yo en esta nueva ética hedonista y permisiva que se define esencialmente por el encierro sobre si mismo.

Lipovetsky reflexiona que en esta vida light, tolerante e indulgente, se engendran muchos valores solo a nivel superficial que en realidad esconden frustración y ansiedades y  fragmentados dan una sensación de absurdidad a la vida. En este punto empieza a perfilarse lo que identifica como la amenaza al capitalismo desde el interior mismo de sus dinámicas: el placer se ha vuelto más que otro producto de consumo, un estilo de vida donde para alcanzar la calidad de vida deseada el individuo hedonista tiene que trabajar menos y en la medida que menos trabaja, menos le gusta hacerlo. La lucha por el reconocimiento disminuye, hasta el punto en que los individuos son menos competitivos y más indiferentes.

En un sistema como el capitalista donde el crecimiento y el dinamismo son la parte vital para la supervivencia del mismo nos queda  ver si  paradójicamente sus propias contradicciones lo hacen cambiar: el spleen y la indiferencia pueden volver a ser motor de cambio.



2 comentarios:

  1. extraordinario lo que se hizo al desmenuzar con mucha claridad lo que quiere dar a entender en su crepúsculo Lipovetsky, gracias por este aporte. felicidades.

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  2. Muy buen resumen che. Felicitaciones y gracias.

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