Si de algo tenemos mayor sensación es de la falta de tiempo. Hemos hecho de nuestra vida diaria una contrareloj de actividades que acaban por agotarnos. Además, al fomentar en nuestro sistema económico el endeudamiento, hemos provocado que gran parte de la población haya ya vendido su tiempo futuro para poder devolver esas deudas. Pero: ¿Qué es en realidad el tiempo? ¿Existe el tiempo? ¿La forma en como concibamos el tiempo puede ayudarnos en nuestra vida cotidiana?
Desde ámbitos en principio tan dispares como la Física y la Filosofía podemos encontrar respuestas que nos hagan reflexionar sobre cómo hacer del tiempo un aliado interno. Para la Física lo que existen son los procesos que conforman una realidad. Se habla de la flecha del tiempo refiriéndose a los procesos irreversibles que se dan en el mundo físico. Nuestra vida es un proceso irreversible que se va construyendo en nuestro devenir vital. En cambio para Einstein nos decía que el tiempo no existía porque el mundo físico no era un proceso y hablaba de una realidad absoluta. Los acontecimientos son la percepción humana y relativa de esta realidad absoluta.
Pero ya desde la Filosofía griega Presocrática existía esta conceptualización diferente de la realidad del tiempo con los filósofos Heráclito y Parménides y que ha continuado vigente hasta nuestros días:
- Para Heráclito la realidad tiene un carácter asombroso en lo que a su diversidad se refiere. El fluir continuo de todo lo concreto y el cambio constante son condiciones fundamentales de la experiencia sensible humana. La realidad es una armonía de tensiones opuestas cuyo principio es el devenir. Todo fluye (panta rei). En China también se entiende la realidad como un proceso de transformaciones.
- Parménides defiende la unidad de lo real. Lo común a la existencia es la persistencia del Ser. Mas allá del Todo nada existe, porque el Todo es el Ser y más allá del Ser no hay nada. Nos topamos con una llamativa negación del devenir. El Ser es increado, imperecedero, inmóvil e ilimitado. El universo ha de ser necesariamente un continuo repleto del Ser. Parménides estaría muy cerca de Einstein al concebir una realidad absoluta que nosotros sólo percibimos relativamente sin poder cambiar su naturaleza.
Estas dos concepciones pueden ayudarnos: primero a saber que el tiempo es entendido como un proceso de transformación en el que nosotros tenemos la afortunada oportunidad de intervenir para cambiar. Pero seguidamente,debemos hacerlo con conciencia que nuestra posición en la realidad es relativa y humilde y que debemos respetar la naturaleza de las cosas sin forzarlas.
La diferenciación entre el sentido objetivo y subjetivo del tiempo es algo que podemos aprender de nuestros vecinos del continete Africano como nos decía Kapuscinski: así, los Europeos estamos convencidos que el tiempo funciona independientemente del hombre, de que su existencia es objetiva, exterior, que se halla fuera de nosotros y que sus parámetros son medibles y constantes, los cuales no podemos controlar. Los Africanos perciben el tiempo de manera bien diferente: para ellos el tiempo es una categoría más holgada, abierta, elástica y subjetiva. Es el hombre el que influye sobre la horma del tiempo, sobre su ritmo y su transcurso. El tiempo, incluso, es algo que el hombre puede crear.
Ser pues conscientes de esta naturaleza polimórfica que el tiempo tiene: de su oportunidad de transformación y cambio; que nuestra posición relativa debe respetar la naturaleza de las cosas: que el tiempo es algo también interior y subjetivo que nosotros podemos crear, debe ayudarnos a posicionarnos antes esa sensación de escasez de tiempo que todos en algún momento vivimos. Sabemos que el ego es una ficción creada para dar solidez y continuidad a una civilización Occidental como la nuestra,que mediante el dominio, control y la organización del tiempo y nuestros egos ha escrito su historia de dominio que ha llegado ahora a un punto crítico.
Hagamos pues de nuestro tiempo subjetivo, que nosotros creamos para lo que realmente nos da sentido, un aliado interno y motor de cambio de una sociedad que hace de su escasez un elemento de dominio y control.
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