¿Nos encontramos ante el canto del cisne del arte? ¿Se ha despojado al arte contemporáneo de uno de sus principales motores vitales, que fue de la constante superación de sus propios límites?
Hoy en día hablar de proyecto espiritual parece ambicioso, o ingenuo, o las dos cosas a la vez. En una sociedad de desencantados consensos, pareciera que la pregunta pertinente es qué rol le cabe al arte, en lugar de pedirle que lidere proyecto ninguno. Ya no quedan espacios de silencio. Los medios de comunicación social, la televisión, la radio, internet ,han acabado por engullir al individuo, privándole de todo espacio para la reflexión. Más aún le ha inspirado una suerte de inquietud y desasosiego ante la posibilidad de hallarse a solas con su silencio. El silencio de la casa llega a presentarse como una especie de nada, un abismo insondable, un vacío que hay que llenar a toda costa.
Por otro lado, el uso abusivo que de la palabra han hecho los medios de comunicación le han desposeído de su capacidad comunicativa. De manera que los avances tecnológicos han contribuido a la muerte del verbo. La palabra se ha ido vaciando de sentido para llenarse de silencio. En este punto podemos decir que el silencio es la hipertrofia del sentido.
La amenaza es clara: el hombre, desposeído de su intimidad, quedará reducido a mero autómata ( Fahrenheit 451, 1984). La avalancha de signos verbales, así como escritos o imágenes, el acoso de las campañas publicitarias nos induce a lo que Rubert de Ventòs ha denominado “vértigo del sentido”, que inmoviliza la mente, la razón, el espíritu crítico.
De este modo, el silencio cobra pleno sentido dentro de un sistema cultural dado. Así se ha contemplado en relación a distintos ámbitos, sean filosóficos, literarios, artísticos, etc. Desde el silencio y frente al sinsentido del lenguaje, el ser humano puede optar en su soledad por volver a lo esencial, por realizar una mirada libre de artificios y ver la belleza y simplicidad de todo, nombrar a las cosas por lo que son...
Y ¿dónde encuentra el arte hoy su élan vital? Vaciado de su abrumadora carga valórica y de su conciencia de destino y ante la duda esencial de su legitimidad, en la actualidad, particularmente en la literatura, vemos toda una novelística que exhibe una desembozada indiferencia ante las viejas tensiones de las conquistas expresivas, y retoma ciertas virtudes como la inteligibilidad o la factura normal ¿Se trata de una señal verdadera? Según este dato, pareciera que del naufragio, ¿valía la pena, al menos, salvar el casco?... la voluntad expresiva...
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