domingo, 24 de febrero de 2013

La sabiduría del amor: aprendiendo a amar pensando


¿Cómo he de vivir? ¿Qué puede ayudarnos a llevar una mejor vida? Todos experimentamos que a veces la vida se nos hace tan difícil que tenemos necesidad de utilizar nuestra inteligencia para vivir un poco mejor. En el esfuerzo de pensar subyace el intento de pensar mejor para vivir mejor. Y por eso tenemos la necesidad de filosofar. El amor a la sabiduría (la filosofía) consisten en el fondo en intentar vivir de manera un poco menos estúpida, un poco más inteligente, para ser más felices.

Como expone el filósofo francés André Comte-Sponville, quizás todos somos infelices porque le pedimos a la vida cosas que no puede proporcionarnos. Si la filosofía nos enseña algo es que, si la vida no se corresponde con nuestras esperanzas, no es por culpa de la vida, sino de lo infundado de nuestras expectativas. La filosofía nos enseña a esperar un poco menos y a actuar, y a amar, un poco más. Porque, en el fondo, la esencia del hombre es el deseo.

Y una de las grandes formas del deseo es sin duda el amor: es un deseo que dirige a lo que existe, a lo real. Y seguramente todos necesitemos aprender a amar pensando: Comte-Sponville explica que se pueden distinguir entre tres tipos de amor, que se designan con los tres nombres griegos que los antiguos dieron a estos tres amores: eros, la pasión amorosa; philia, la alegría de amar, que normalmente se traduce por amistad y finalmente agape, el amor de caridad o amor al prójimo.

La pasión amorosa, eros, es el amor según Platón: el amor es deseo y el deseo es lo que falta. Estar enamorado significa descubrir que alguien nos falta terriblemente. Y se intenta seducirla. Eso puede suceder o no. Si no sucede, la falta continúa y aparece el "mal de amores". Si se consigue seducir, vendrá la vida en pareja, el compartir, tener hijos y la persona que faltaba, ya no falta, con lo que con la vida en pareja suele acabar la pasión amorosa.

Pero puede aparecer entonces otra forma de amar: ya no será eros, sino philia, amistad.Ya no es el amor según Platón, es el amor según Aristóteles: "Amar es alegrarse". No es el amor como falta, sino amor como alegría. La que nos hace feliz es la existencia gozosa. No se trata de menos amor, sino de más: amar no es echar en falta a alguien, amar es alegrarse por la existencia del otro, por la presencia del otro. Es fácil amar lo que a uno le falta, pero alegrarse porque otro existe, es mucho más difícil. La principal causa de la alegría de la vida, es la existencia de tu pareja. No hay mayor declaración de amor. Un sentimiento que no se vive desde la falta, sino desde la alegría y el goce.


Y debemos también lúcidamente considerar que aunque intentemos guiarnos por el pensamiento, la vida en el fondo es más preciosa que la sabiduría, que lo que da sabor a la vida no es la serenidad, sino el amor. Y el amor, nos hará sufrir, como seres mortales y frágiles que somos. La  máxima que nos puede ayudar: esperar un poco menos, actuar y amar un poco más.




domingo, 17 de febrero de 2013

El placer de existir: el Hedonismo




Somos lanzados a la existencia, a la materialidad del mundo. En ese afán diario de habitar nuestro territorio a todos nos toca la construcción de uno mismo, de nuestra subjetividad, estilo e identidad. Somos conscientes que partimos sin duda de unas bases materiales que son nuestro cuerpo y el entorno que nos rodea. Somos en el fondo íntimamente materialistas dado que la naturaleza que nos constituye lo es.

Pero paradójicamente el denominado materialismo ha tenido muy mala prensa desde el comienzo de la tradición filosófica. Como expone el filósofo francés Michel Onfray en su obra "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" ya desde Platón todo lo que encarna lo sensible es una ficción. Su pensamiento se basa en el rechazo de la materialidad del mundo primando un apriorismo que encumbra la Idea platónica y la persecución de ese mundo ideal externo a nuestra realidad la cual se considera como una mera distracción de ese ideal a seguir. Esta historiografía idealista se refuerza con el pensamiento cristiano y su ideal ascético y  posteriormente con el Idealismo alemán. Se rechaza todo lo relacionado con nuestra corporalidad como vía de conocimiento y construcción personal tratándolo de pecaminoso, inmoral o egoísta.

Durante siglos se denigra una forma de pensamiento como el hedonismo que vive en el materialismo frente al idealismo, que propone un ideal hedonista frente al ideal ascético, que descubre la inmanencia de este mundo frente a una prometida trascendencia en otros pretendidos mundos y que frente al odio de sí (de lo corporal) aventura la escritura del yo y su construcción y el potencial liberador del placer desde la corporalidad que nos constituye. El hedonismo pretende una perspectiva existencial con una meta utilitarista y pragmática. El imperativo categórico hedonista sería: “goza y haz gozar, sin hacer daño a nadie ni a ti mismo: ésa es la moral”.


Onfray sigue explicándonos que es necesaria un Contrahistoria de la filosofía frente a la dominación idealista del pensamiento, que valorice en su justa medida corrientes como los epicúreos: que partiendo de la evidencia de lo que sólo existe es lo real, la materia, la vida, lo vivo, prefieren las modestas proposiciones filosóficas causales y viables a las construcciones conceptuales sublimes pero inservibles propias de los idealismos en que aún vivimos.

Frente una moral basada en la “pulsión de la muerte”, la negación de la vida, el miedo y la creencia comunitarias en quimeras o trascendencias oponen el deber ético de la construcción personal del Yo: la "pulsión de la vida", la inmanencia y el querer la felicidad en la tierra. Rechazan el dolor y el sufrimiento como vías de acceso al conocimiento y a la redención personal. Disminuyen los Dioses, los temores y las angustias y se procuran el placer, la felicidad, la utilidad compartida, la unión alegre. Dominar las pasiones y las pulsiones, los deseos y las emociones y no extirparlos brutalmente de sí. ¿Cuál es la aspiración del proyecto de Epicuro? El puro placer de existir.

Estas corrientes de pensamiento como el hedonismo adquieren pues la importancia que deben merecer ya que no debemos olvidar que como dice Onfray: en el fondo filosofar es hacer viable y vivible la propia existencia allí donde nada es dado y todo deber ser construido. Y no debemos renunciar a nada: cualquiera de nuestras palabras, sensaciones, acciones y pensamientos quedan recogidos en un tejido maravilloso y ancho unido por un invisible hilo que da sentido a la vida sea cual sea su desarrollo. Ninguna existencia ha sido demasiado pequeña y el más pequeño acontecer se despliega como un sentido en ese puro placer de existir que todos tenemos la fortuna de experimentar.




domingo, 10 de febrero de 2013

Macrofilosofía del capitalismo: buscando nuevas coordenadas

En los tiempos que vivimos actualmente donde multitud de diversos acontecimientos ocurren simultáneamente nos vemos muchas veces sobrepasados al intentar comprender el significado y el alcance de los mismos. El conocimiento se ha parcelizado de tal forma que nos hemos convertido en meros superespecialistas de alguna materia dejándonos por el camino la posibilidad de comprender muchas cosas y de forma global la esencia de lo humano. Necesitamos sin duda nuevas y grandes coordenadas para divisar un mundo como el nuestro tan diverso y cambiante.

El profesor de filosofía Gonçal Mayos recoge esa necesidad de un pensamiento multidisciplinar que aglutine todos los saberes en su concepto de Macrofilosofía: frente a la actual perspectiva del saber científico que a pesar de tener un gran poder explicativo solo se ejerce como suma de yuxtaposiciones sin dar una imagen global, la macrofilosofía (al igual que la macroeconomía frente la microeconomía) sería un saber que recompondría el todo contra el, en ocasiones, pensamiento reductivo científico. Tendría una perspectiva transversal, multidimensional, multidisciplinar y holística por vocación. Es el estudio de los procesos, estructuras y sistemas sociales, económicos de largo alcance significativo y temporal (industrialización, revolución...). También grandes conceptos agregados significativos (mentalidades sociales, grandes líneas culturales, ideas fuerza,...)

¿Por qué necesitamos la macrofilosofía? Como expone Mayos: Porque no somos griegos. Confundidos por bosques de imágenes, impactos, noticias o simultaneidades fragmentadas, no vivimos en una época como la griega preocupados por el conjunto de la condición humana sino que simplemente tratamos de sobrevivir en nuestra pequeña parcela de actuación. Todo el saber remite a una realidad y a una sola Humanidad que compone el saber (episteme griega). Nos encontramos como seres humanos lanzados a la existencia y es ante esta situación vital cuando debemos buscar nuestra condición. Esto supone una búsqueda para encontrar la esencia y dar cuenta de todo lo que conforma lo humano.

En Grecia la episteme (y la filosofía) era un saber omnicomprensivo al servicio del conjunto del conocimiento. Una visión global del saber que expulsó por un lado a otros saberes, como la poesía y  la mitología  y por otro a otros no-saberes, dignos de esclavos, como la doxa (mera opinión) y el pragmatismo o techne. Con la macrofilosofía se pretende recuperar lo que era la filosofía para un griego en una época que no es griega. Todo nuestro saber debe ponerse en relación a cómo contestamos a la pregunta kantiana de ¿qué es el hombre?: ¿Qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?¿qué debo esperar?. Detrás de la aventura del conocimiento radica en el fondo la búsqueda del sentido de lo humano. Algo que la macrofilosofía sin duda persigue contestar.

¿Qué aplicación práctica tiene la macrofilosofía? Puede ayudarnos por ejemplo a entender de forma multidisciplinar cual es la lógica de la fase actual del capitalismo que vivimos:
  • Empezando con el filósofo  Zizek y comprender que nos encontramos en la fase apocalíptica del capitalismo, el cual se ha convertido en una forma de religión donde la gente arriesga su vida para el desarrollo de la producción, de que el beneficio crezca y el capital circule subordinando totalmente a esto su felicidad. Y que estamos, aunque no lo parezca, en una época profundamente ideológica marcada aún por la desigualdad y la sociedad de clases, donde vivimos en una "ilusión democrática" que nos impide actuar y en la cual el Estado se convierte en un instrumento de la clase dominante.
  • Continuando con Richard Sennett y entender como los nuevos métodos de gestión del capitalismo (precariedad, cambio, incertidumbre) chocan con lo que conforma desde siempre nuestro carácter (lealtad, compromiso, solidez) corroyéndo ese carácter en el que nos han educado y provocando esa angustia e inestabilidad que todos podemos sentir en nuestro desarrollo profesional.
  • Siguiendo con Ulrich Beck y su sociedad del riesgo donde vemos que cada vez más los riesgos sociales, económicos o industriales tienden a escapar del control y protección de las instituciones que nos daban protección hasta el momento. Los riesgos se hacen incalculables, incontrolables por nuestros instituciones políticas e imprevisibles (como las crisis económicas). Esta incertidumbre afecta sin duda a nuestra construcción de la identidad personal desvinculándonos de las forma tradicionales de socialización (familia, trabajo,...) y tendiendo a  procesos de individualización extremos en una sociedad precaria.
  • Para finalizar con Zygman Bauman y su modernidad líquida donde la metáfora de la líquidez: en la cual los lazos entre las partículas son muy débiles, muestra un tiempo sin certezas con un carácter transitorio y volátil de las relaciones. La obligación de ser libres asumiendo miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta o la cultura laboral de la flexibilidad que arruina toda previsión de futuro.
En la aventura del conocimiento y en nuestra búsqueda individual de cual es nuestra esencia y sentido como humanos, la macrofilosofía y la perspectiva multidisciplinar puede sernos de gran ayuda en ampliar las coordenadas con las que divisamos el mundo y  también pueden "empoderarnos" como ciudadanos para actuar con convicción y criterio. Quizás no deberíamos nunca olvidar la frase de Terencio: "Hombre soy; nada de lo humano me es ajeno"