jueves, 19 de febrero de 2015

Predistribución: la nueva lucha contra la desigualdad


La desigualdad es el reto moral de nuestro siglo. Un mundo desigual no es sólo una cuestión de pérdida de eficiencia económica, sino también un claro factor desestabilizante de nuestras sociedades. La creciente desigualdad que provoca el actual desarrollo Capitalista en el acceso y reparto de las rentas, como demuestra el economista Piketty, es sin duda la principal crítica que podemos hacer a nuestro sistema económico dominante.

La Filosofía Política de las últimas décadas se ha centrado desde Rawls en el lado del gasto y la redistribución de la riqueza y no en el lado de los ingresos y la obtención primaria de las rentas. Su foco ha sido la creación de impuestos progresivos basados en la capacidad económica de la riqueza generada, para posteriormente redistribuirla, mediante políticas sociales que intentasen luchar contra la desigualdad como forma de hacer sociedades más estables. La crítica que surge actualmente sobre la redistribución es su pérdida de eficacia y fracaso en sus objetivos de disminuir la desigualdad. Cuando el tipo de impuesto de sociedades efectivo que pagan nuestras empresas es del 5% o los mecanismos de optimización fiscal permiten reducir la factura fiscal de los que más deberían contribuir, la capacidad de redistribución queda al final muy mermada.

Frente a la tradicional redistribución, en los último años están surgiendo nuevas ideas para tratar de luchar contra la desigualdad: una de las más novedosas es la denominada Predistribución. Como expone el profesor Borja Barragué: la idea de la predistribución es igualar las rentas originales, es decir, las rentas antes de impuestos y transferencias, como forma de obtener una sociedad más igualitaria en las rentas después de impuestos y transferencias, a la vista de que los mecanismos típicos de redistribución (impuestos y transferencias) han perdido potencia redistributiva en los últimos años.

La distribución personal de la renta refleja cómo se distribuye la renta entre los hogares. La distribución personal de la renta distingue dos tipos de rentas:

  • Las rentas primarias: que se componen de rentas salariales y rentas de propiedad.
  • Las rentas secundarias o renta disponible: que resultan de añadirle a las rentas primarias las transferencias (monetarias y en especie del bienestar) y restarle los impuestos.

Mientras que los igualitarios redistribuidores como Piketty insisten en que la forma más eficaz de reducir las desigualdades es intervenir en la segunda fase (secundaria) de la distribución creando nuevos impuestos o subiendo los que ya existen, los igualitarios predistribuidores creen que la forma más eficaz de reducir desigualdades es reduciendo la dispersión salarial. Las reformas que se hiciesen a partir de ahora tendrían que buscar el objetivo de producir una distribución primaria más igualitaria de los ingresos y la riqueza.

¿Cuáles serían los mecanismos que utilizaría la predistribución? Barragué sigue exponiendo que la estrategia del igualitarismo predistributivo pasa por aumentar y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores situados en los márgenes de la sociedad mediante un aumento de sus salarios. Esto podría hacerse al menos de tres formas:

  1. Inversión en educación: sobretodo la secundaria que es la más progresiva a la hora de disminuir la desigualdad.
  2. Reforzar el poder de negociación de los trabajadores:
    1. Reforzar el papel de los sindicatos.
    2. Establecer un suelo de ingresos ciudadano: mediante una renta básica universal e incondicional que de a los ciudadanos una seguridad vital y de este modo poder de negociación a la hora de descartar empleos mal remunerados.
  3. Establecer un techo de ingresos: o renta máxima de algunas profesiones o trabajadores para evitar élites extractivas.

Desde el punto de vista de la libertad republicana, una persona no es libre si depende de otros para garantizar su subsistencia material. El primer derecho que una democracia debería promover es el de garantizar la vida material de todo el mundo. No se trata de hacer a la fuerza sociedades iguales sino de establecer mecanismos para hacer sociedades más justas y civilizadas, dando los mecanismos de igualdad de oportunidades para que cada persona pueda desarrollar sus proyectos de vida ganando de este modo su autonomía. La predistribución aparece entonces como una nueva propuesta de actuación política a debatir en la lucha contra la desigualdad como reto moral de nuestro siglo. Si existiese una verdad moral absoluta, ésta sería siempre estar del lado de los que sufren.








domingo, 8 de febrero de 2015

Postdemocracia: la nueva ciudadanía postpolítica


Es un hecho que la política ha quedado muy desacreditada en la evolución reciente de nuestra democracia. La construcción del discurso político postmoderno se lo han apropiado los pensadores más conservadores que no dan ninguna alternativa a un sistema mercantilizado como forma de gestión social. No hay espacio para la Utopía. En la Postmodernidad el discurso construye el mundo posible: y los discursos hegemónicos han sido claramente unidireccionales en la defensa de la sociedad de mercado y el fin de la historia, donde el único sistema viable parece ser sólo el Capitalismo neoliberal.

Paralelamente asistimos a una concentración orgánica del poder, con prácticas extractivas y corruptas por parte de miembros de nuestra clase política, que han hecho que la democracia quede relegada a una mera cuestión formal. La pérdida del contenido y acción política consensuada y la dificultad a la participación democrática directa por parte de una ciudadanía, tiene como consecuencia la despolitización social de los últimos años, en unas circunstancias donde la mera supervivencia diaria absorbe enteramente a gran parte de nuestra población. Una ciudadanía que comparte la sensación de desazón que aparece cada vez que nuestra realidad política emerge, donde el gran problema ha sido que el discurso monopolizado e interesado político ha antecedido siempre a los hechos, que han sido finalmente muy diferentes y normalmente truculentos.

Pero existen en cambio ya conatos de reacción ante esta situación de desencanto político con el fenómeno de la aparición de la denominadas sociedades postdemocráticas y los nuevos movimientos sociales. Como expone el filósofo Felip Martí-Jufresa, las sociedades postdemocráticas son aquellas en las que la ciudadanía está inmersa en el proceso, siempre inacabado, de tener que reapropiarse el poder democrático expropiado por las dinámicas antidemocráticas del Estado, la partitocracia y el Capitalismo.

La postdemocracia son el conjunto de procedimientos mediante los cuales la confluencia de los poderes económicos, mediáticos, judiciales y políticos diluyen y combaten el poder democrático popular que en principio fundamentan nuestras sociedades. Martí-Jufresa expone que los mecanismos de desactivación interna de la democracia son múltiples y configuran los síntomas de esta postdemocracia actual en la que vivimos:

  • La identificación simplista entre Estado de derecho, justicia y democracia;
  • La reducción de la política a los juegos de la esfera separada de los partidos, los gobiernos y los medios de comunicación;
  • La descolonización de los centros de decisión política a entramados de agentes estatales y empresariales en la composición de los cuales la ciudadanía tiene poco poder de decisión;
  • La limitación del significado de democracia a un mero significante de una forma de Estado;
  • La pérdida de verdadero contenido político de las elecciones orgánicas y pérdida correlativa del interés de los ciudadanos por estas elecciones.

Surge entonces, como expone el antropólogo Manuel Delgado, un nuevo tipo de ciudadano ahora postpolítico: el cual renuncia a presupuestos ideológicos contundentes y abdica a alcanzar grandes metas históricas. Esta postpolítica reconoce al individuo y su subjetividad en la conformación de conglomerados humanos de coincidencia más ética que política y que ya no pueden ser reconocidos propiamente como masas al estilo de la tradición obrerista. Esto, lejos de desmovilizar a la ciudadanía, ha incrementado en cambio las movilizaciones de nueva generación con el aumento de la participación de los ciudadanos, ejerciendo como tales al margen de la política formal de partidos.

Este nuevo civismo postpolítico reivindicativo no es ideológico ni genera una confrontación social, sino que trata de crear una comunidad de opiniones sobre lo que les afecta como ciudadanos desde su propia autonomía individual. El individuo ya no queda absorbido por la organicidad de la masa, ya que ahora ésta no es otra cosa que una condición de elementos monádicos cuya interdependencia no cuestiona la independencia de los sujetos. El sujeto, que es un concepto liberal, aparece transfigurado como una tendencia neobrerista en la que la desactivación de las masas obreras es la consecuencia del fin del capitalismo industrial fordista que esta moribundo; y del cual nacen una multitud de subjetividades que generan unas potencialidades cooperativas hostiles al sentimiento rígido ideológico unitario de las masas.

Esta nueva coalición de extraños operan a modo de multitud postpolítica en los movimientos sociales como exponen los pensadores Negri y Hardt: en una multiplicación de subjetividades que produce ella misma subjetividad y donde la "riqueza de subjetividades" debe luchar para no enclaustrarse en cubículos identitarios predefinidos desde fuera. De la conciencia de clase se pasa a la "autoconciencia", cuya emergencia ya no conoce como escenario único las calles sino la cotidianidad silenciosa de las formas de vida y las experiencias biográficas individuales. Esta nueva ciudadanía postpolítica además da mucha importancia a la fiscalización y crítica de los poderes gubernamentales y económicos en aras de la defensa de los principios abstractos de la democracia.

En la postdemocracia en la que vivimos, la posible nueva definición de ciudadano postpolítico es la de aquel que no esta dispuesto a aceptar las narrativas dominantes y desde su experiencia subjetiva cotidiana, intenta reapropiarse de la política democrática (empoderarse) para tratar de crear mediante los recientes movimientos sociales, nuevas y mejores realidades. Existe aún afortunadamente lugar para la Utopía: ahora también en modo subjetivo individual.