domingo, 24 de julio de 2011

La invención de lo humano: reviviendo nuestros valores con Shakespeare

"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos". Shakespeare

Damos por sentado normalmente que mucho de lo que nos conforma y nos guía como seres humanos esta consolidado y no sufre ningún peligro. Valores e ideales como la verdad, bondad, libertad o igualdad nos parecen cuestiones de cuya existencia, solidez  y continuidad no cabe dudar. Pero en el fondo, como en todo lo humano, la más absoluta de las fragilidades nos rodea y es parte consustancial a nosotros.

Vivimos tiempos difíciles, como tantos otros como nosotros antes los han vivido, y quizás nuestra responsabilidad, no sólo con nosotros mismos sino con las próximas generaciones, sea revivir en nuestra contemporaneidad esos valores e ideales como parte de algo tan vital como es la construcción y mantenimiento del sentido en nuestras acciones. La fuerza interna que de esta revisitación obtendremos se hará difícil de diluir a pesar de las grandes tempestades cotidianas que nos toque vivir.

Y en esta nueva y titánica tarea no estamos solos sino que tenemos una gran aliada: las Humanidades.  Obras y creaciones artísticas de  personas, que como nosotros, han tenido que enfrentarse a dilemas y  vivir situaciones críticas y desde su voluntad expresiva inquebrantable, nos han legado sus creaciones y personajes a modo de invitación para redescubrir los valores y el sentido que ellos le dieron a su existencia dentro de sus azarosas circunstancias.

Uno de esos gigantes que nos ofrecen las Humanidades en este camino vital es sin duda el inglés Shakespeare. En su obra, como nos dice Harold Bloom, se inventa nada menos que lo humano: en Shakespeare, los personajes se desarrollan más que se despliegan, y se desarrollan porque se conciben de nuevo a sí mismos. A veces esto sucede porque se escuchan hablar, a sí mismos o mutuamente. Espiarse a sí mismos hablando es su camino real hacia la individuación, y ningún otro escritor, antes o después de Shakespeare, lo ha logrado tan bien.

Trazó con su pluma los contornos inmortales de numerosos personajes, capaces de las mejores obras, de las peores y también de las más contradictorias. Suyos son los retratos de grandes reyes atormentados y de brujas, generales, duendes traviesos, dulces enamorados o villanos sin remordimiento: Hamlet y la duda, Otelo y los celos, Tito y la ira, Shylock y la avaricia, Bruto y la honradez del ciudadano son sólo esquemáticas muestras de la grandeza y variedad no sólo artística, sino humana de su obra.

Shakespeare valora como ninguno la enseñanza moral que brindan las tribulaciones del mundo las cuales templan al ser humano como una piedra preciosa es pulida hasta llegar a mostrar toda su belleza. Estos atribulados tiempos que nos tocan vivir en el fondo no son muy diferentes a los que él vivió. Aceptemos con templanza esta invitación y revivamos con conciencia  en sus obras el valor y los ideales de lo humano como forma abierta de alcanzar la belleza pulida en nuestra vida. 









sábado, 16 de julio de 2011

Teniendo visión: transformando nuestra conciencia con la crisis



Cuentan que en el siglo XVIII en Europa aún se pensaba que todos los cisnes eran de plumaje blanco hasta que a finales de ese siglo unos exploradores descubrieron en la numerosa fauna de Australia y de forma sorpresiva, cisnes negros. El cisne negro es un suceso que tiene tres características básicas: gran impacto (cambia incluso la forma de pensar), difícil de predecir y sobrepasa las expectativas aceptadas.

Esta parábola es utilizada por el profesor Nassim Taleb en su libro "El Cisne negro" para ejemplarizar la poca capacidad que tenemos los seres humanos para predecir los grandes acontecimientos cuyo impacto cambiarán el futuro y de que no debemos obsesionarnos con intentar modelizar toda la realidad dado que siempre podrá existir algún elemento altamente improbable no modelizado convenientemente, que producirá un efecto desproporcionadamente grande.

Y que duda cabe que nuestra actual crisis responde a sucesos cuyas consecuencias sistémicas y negativas no supimos predecir. En el fondo debemos quizás extraer la enseñanza de que vivimos en un mundo incierto y que esta incertidumbre a veces provoca consecuencias muy dañinas pero que siempre nos quedará lo principal que nos constituye y define como personas: nuestra actitud y talante ante esas circunstancias.

Y en está época de crisis podemos comenzar por ampliar nuestra visión: la perspectiva con la observamos los hechos  para dar con la actitud adecuada. Esto podemos hacerlo de la mano de pensadores como el economista Alex Rovira que nos ofrece un lúcido análisis y sabias propuestas para aprovecharla en su libro "La buena Crisis". Comienza por una reflexión muy sencilla, la etimología de la palabra crisis. A veces confundimos crisis con desgracia. La desgracia es trágica e irreversible. La desgracia es la muerte de un ser querido. La crisis proviene del griego krisis y nos habla de un momento decisivo, de un punto de inflexión y primariamente de krinein que significa cribar, elegir, separar.Comparte etimología con crítica que es el razonamiento necesario y criterio que es la capacidad de pensamiento.

Una crisis nos proporciona, ya desde su etimología, la oportunidad y las herramientas para transformarnos ya que no es un proceso irreversible. Como decía Eric Fromm nos obliga a dejar de Tener para poder llegar a Ser a través de una cambio en nuestra conciencia y perspectiva de ver las cosas.

Como dice Alex Rovira:

Desde el punto de vista financiero, hemos comprado con dinero que no teníamos cosas que tal vez no necesitábamos, para impresionar a quien no conocíamos o que no nos caían bien, o hemos invertido en activos que no valían lo que costaban. Por tanto, en realidad una crisis económica sería una crisis de conciencia. ¿Por qué? Porque probablemente hay una premisa que ha estado olvidada durante mucho tiempo y es que la psicología crea la economía

Y si la psicología crea la economía y en psicología se está asumiendo esta premisa que parece un eslogan pero que es real: “lo que creemos es lo que creamos”. Y en la economía es así de claro. La oportunidad de cambio esta en nuestras manos, en nuestra conciencia de lo que somos y sobretodo de lo queremos Ser.

Y no puede haber valor económico sin valores. Santo Tomás decía que a toda crisis se llega desde el vicio, es decir, desde la dejadez, desde la inercia, desde el no cuidar, y que de toda crisis se sale solo desde la virtud, desde la voluntad de hacer bien las cosas, de responder, de actuar, de ejecutar.

Ahora que vivimos momentos decisivos, críticos, hagamos pues un viaje muy rápido hacia la etimología de las definiciones que da el diccionario no sólo de crisis sino también de la palabra valor.

domingo, 10 de julio de 2011

Amando la vida con Spinoza: la pasión triste

Cuando actuamos nos encontramos siempre ante el dilema de entender la realidad como algo externo a nosotros y objetivo o pensar que podemos con nuestra actuación no sólo cambiarnos, sino también al mismo tiempo, cambiar esta realidad.

Haciendo un paralelismo científico con la Física podemos decir que se pueden dar explicaciones de la realidad mecanicistas y deterministas como hace la Física clásica o por el contrario cambiar el paradigma para propugnar como hace la más reciente Física cuántica, que con nuestra conciencia modificamos el comportamiento y respuesta de esa realidad.

Nuestro conocimiento actual nos dice que la Ciencia ya no puede afirmar: "La realidad es tal verdad objetiva" sino que hoy debe decir: "La realidad no es tal verdad fija y objetivable, es voluble y cambiante al observarla" y de estos corolarios científicos tenemos todos la oportunidad de sacar ciertas preciadas orientaciones para nuestra manera cotidiana de Ser:
  • Nos induce a pensar de modo más creativo y lateral sin dar por sentadas o aceptar las explicaciones y formas de actuar tradicionales.
  • Nos impulsa a actuar sin victimizarnos construyendo nuestra propia realidad.
  • Nos ayuda a sentir que estamos todos entrelazados.

Quizás el filósofo que supo magistralmente anticiparse a esta nueva concepción de la realidad fue el judío holandés de origen Ibérico Baruch Spinoza. Aunque era determinista trato de responder a la más difíciles de las preguntas: ¿Cómo podemos ser felices en un mundo donde todo es pura necesidad y las cosas parece que ocurren siempre de una forma determinada?

Para Spinoza no existe la libertad o el libre albedrío: nos creemos libres porque simplemente ignoramos las cosas que nos  determinan. Pero lejos de caer en la melancolía o en lo que denominaba la pasión triste que nos proporcionaba el conocimiento, su filosofía es de la acción y nos gritaba que debemos amar si cabe con más fuerza y pasión la vida desde esa pulsión melancólica. No podemos escapar de nuestras pasiones pero nuestro esfuerzo ético consiste para él,  en transformar las pasiones tristes en alegres y éstas en acciones que guíen nuestro comportamiento.

Este esfuerzo que en esencia es a veces la vida, se puede resumir en el fondo en tratar dos afectos inestables básicos: la esperanza y el miedo. Comprender de forma interconectada la naturaleza y la realidad desde el panteísmo de Spinoza o al modo de la nueva Física cuántica nos ayuda sin duda a aceptar la vida y mirarla con nuevos y abiertos ojos porque aunque sin duda, de nuestras esperanzas y miedos se nutre la materia real de lo humano, de nuestros deseos de conocimiento se nutren los cambios que soñamos para ella.

Como sabiamente ya nos decía Aristóteles: "la felicidad está en el conocimiento aunque a veces produzca melancolía". Sed pues entonces bienvenidos con alegría a la pasión triste.

domingo, 3 de julio de 2011

Una ventana abierta al Realismo: de la utopía a la evasión

Todos vivimos una misma realidad pero cada uno de nosotros desde la perspectiva de nuestros pequeños y distintos mundos personales. Se da actualmente un consenso científico físico de que la realidad existe previamente con independencia de nuestra percepción. Confrontar, interpretar y gestionar esa realidad externa a nosotros como seres humanos es quizás con mayúsculas la Tarea titánica de nuestra vida.

A través de la interpretación que damos a los hechos que nos ocurren y de la interacción social, vamos extrayendo los significados que las cosas tienen para nosotros. Y del conjunto de significados podemos, no sin dificultad, construir el sentido de todo el conjunto: nuestra actitud y carácter (ethos) ante una realidad externa que siempre afortunadamente nos desafía.

Vivimos unos tiempos de indignación donde varias propuestas, algunas utópicas, han sido lanzadas desde el espacio público. Es gratificante ver, que a pesar de ataques de bárbaros ahora con corbata , volvemos a defender nuestros orígenes como Occidentales, donde la verdadera democracia se declamaba y dirimía en los plazas y forums griegos y romanos. De estos ilustres antecesores nuestros, debemos sin duda aprender la lección de no ser presa fácil de dogmatismo o ideologías que coarten nuestra recién adquirida libertad: no sólo la externa sino la tan preciada interna.

Nuestra sociedad moderna hiperconectada sólo nos ofrece alternativas de evasión ante una realidad que unos pocos gestionan de forma exclusiva e interesada. Nos imponen un ocio cargado de ficción, virtual, evasivo que al final desdibuja la misma realidad y bloquea nuestra autonomía personal provocando que dejemos de ser sujetos activos.

En un nuevo escenario virtual los nuevos parias ya no son los explotados sino los invisibles, de ahí la necesidad de exhibirse, de estar conectado en la red social: quien no se muestra no existe. Y aquí es donde sacrificamos, en aras del dogma de la conectividad virtual impuesta, nuestros tan trabajados espacios de intimidad y libertad personal.

Quizás sean estos tiempos en los que deberíamos volver a un realismo militante: abrir de nuevo la ventana de este mundo virtual cuasi falsamente utópico en el que vivimos encerrados, para dejar entrar aire fresco y analizar de forma cruda, objetiva y sin ficciones lo que hay delante y buscar alternativas no escapistas con el esfuerzo de todos. Y es que a veces hay que ser realistas para pedir lo imposible.

Y como siempre el Arte nos puede acompañar y guiar en este difícil trabajo vital. El realismo pictórico, con Antonio López como uno de sus máximos representantes, es una tendencia pictórica que ha sido a veces denostada y excluida pero que es sin duda un soplo de aire fresco a tener en consideracion ante nuestra artificiosa realidad actual.