viernes, 30 de diciembre de 2011

La moral por acuerdo: hacia unos nuevos tiempos


Los azarosos acontecimientos en los que vivimos estos días y ante la perspectiva de un nuevo año, no hace quizás sino más necesario el comprometer nuestro juicio: se trata de construir una opinión formada, darla con firmeza y actuar en consecuencia, abandonando el ejercicio de la doxática u opiniones varias interesadas, evasivas y muchas veces poco fundamentadas.

Hay que ser conscientes que las cosas importantes que compartimos generalmente tienen fundamentos muy frágiles. La crisis económica en la que en la actualidad nos vemos inmersos, viene a ser una confirmación de como sistemas que parecen inquebrantables, se desploman con una aceleración que nos deja atónitos. La fragilidad no deja de ser uno de nuestros constituyentes esenciales pero ante la cual, el Ser Humano siempre ha sabido dar una respuesta superadora de cualquier limitación.

Como nos dice el catedrático de economía Niño-Becerra, entramos posiblemente en una época donde no es posible continuar construyendo realidades a través de deseos argumentados con discursos políticos. Y aunque cause alguna desazón, tienen que ser decisiones técnicas sustentadas en criterios operativos las que nos vayan guiando en esta cueva platónica en las que nos hemos introducido, pero de la que hay salida.

Aunque durante algún tiempo más o menos largo lo hayamos olvidado, la economía se define a si misma como la ciencia que administra recursos escasos. Y es precisamente actualmente la escasez ,ahora de crédito, la que nos esta marcando los límites que las cosas siempre al final tienen por definición.

Nuestro sistema económico estaba dopado por la denominada economía financiera que se ha introducido  hasta tal punto en la economía real de las cosas tangibles, que la ha superado y ha tomado vida propia. El recurso al consumo vía endeudamiento ha marcado el crecimiento en las últimas décadas creando un exceso de capacidad productiva, viviendo en la falacia que los recursos eran ilimitados y todo el mundo podía acceder a la propiedad de muchos bienes. Una propiedad que paradójicamente quizás podemos decir que no nos ha hecho más felices ni mejores personas.

Pero no se trata en el fondo de hacer moralismo retrospectivo, sino de intentar desarrollar nuestra singularidad desde la ética propia y la política con los otros, en los tiempos que nos tocan vivir. Debemos acordar nuevas normas justas y promover el bien por el mero hecho de estar bien con nosotros mismos y con los demás. Lo que el filósofo Javier Sábada denomina el altruismo inteligente: dar sentido, vivirlo con la mayor autenticidad y dignidad posible y siempre pensando en los demás.

Crisis sistémicas como la actual lejos de ser épocas oscuras, no dejan de ser una oportunidad para reflexionar y poder ganar perspectiva para determinar lo que realmente nos interesa, valoramos y realmente necesitamos. Nos hace falta nuevos modos de hacer las cosas y conceptos que se adapten a la realidad de nuestro mundo físico que es por definición intrínseca, limitado.

La Filosofía es una rama del conocimiento fundamental sin duda para la construcción de estos nuevos conceptos ante el mundo que viene. El pensador canadiense David Gauthier introduce magistramente la Teoría moral para adultos: pasar del ¿Qué debo hacer? al ¿Qué me interesa hacer?. Donde al contrario de la moral convencional en la que la propia sociedad determina cuales son sus normas y comportamientos morales, son los individuos los que interaccionan con una serie de normas acordadas porque compensan. Un individuo con una ética propia que es capaz de darse cuenta que la maximización directa y sin límite lleva a resultados subóptimos como vemos en la economía actual y que se "ata las manos" y no maximizan sus preferencias inmediatas, en vista de lograr un mayor beneficio comunitario en el futuro en lo que se denomina la maximización restringida.

Y es que la dignidad humana es también estar dispuesto a saber perder por aquello que consideramos es sustancial en nuestra concepción del mundo. Quizás una pérdida material que, como el reverso de una moneda, nos permitirá afortunadamente ganarnos a nosotros mismos en estos nuevos tiempos.

domingo, 18 de diciembre de 2011

El humanismo en la empresa: el Objetivismo ético


En periodos cruciales como el que estamos viviendo, necesitamos más que nunca ser capaces de romper la familiaridad con el mundo actual para poder verlo como si "fuese nuevo" y definir así nuevos horizontes ante un territorio que parece agotado.

Esa perspectiva que debemos ganar esta ligada a un estar en algún lugar que nos permita ese cambio.En nuestra época las empresas son la fuerza más poderosa para poder cambiar el mundo desde dentro. Sabemos por la ley de rendimientos decrecientes que insistimos tanto en lo que pensamos que funciona, que acabamos por estresarlo y agotarlo.

Parece que entramos en la época económica donde no hay más activos sin riesgo. El modelo en Occidente del endeudamiento y consumo de los últimos veinte años entra ahora en su canto del cisne. La virtualidad irracional se ha apoderado de los mercados y lo que determina el valor ya no son las expectativas, sino las expectativas de las expectativas. Ante un paisaje económico futuro que parece que va a estar desolado, debemos elegir desde nuestra particular posición, nuevos prismas conceptuales que nos ayuden a ver la realidad a través de las ideas y ser así hacedores de una nueva y necesaria visión.

La filósofa ruso-americana Ayn Rand tuvo una influencia considerable en el capitalismo con su teoría filosófica denominada Objetivismo: para ella "el concepto del hombre en el objetivismo es el de un ser heroico, con la felicidad como propósito moral de la vida, el logro productivo como la actividad más noble y la razón como su único absoluto". La realidad existe como un absoluto objetivo (los hechos son los hechos independientemente de los sentimientos);la razón es el único medio por el cual las personas perciben la realidad; el ser humano (cada uno de ellos) es un fin en sí mismo y el sistema político y económico ideal es el capitalismo donde el interés propio es el motor virtuoso de las acciones del hombre en busca de su propio bienestar.

Pero afortunadamente todos los sistemas, y también los filosóficos, no suelen ser completos por definición y, por esa indeterminación que es en el fondo la vida, se abren grietas que hacen tambalearse el status quo de las geografías que habitamos. Somos seres no sistemáticos y fragmentarios que se hacen indefectiblemente a través de y con los otros. Nuestro carácter (ethos) determina nuestra existencia y detrás de nuestro comportamiento están nuestros valores (lo que consideramos importante) que desarrollamos en los ámbitos en los que vivimos.

Y en uno de esos ámbitos de nuestro acontecer diario como es el mundo empresarial, se trata quizás simplemente de devolverle ese carácter humano individual que en el fondo conforma esas organizaciones a veces tan interesadamente abstractas: priorizando valores tan humanos como el de la generosidad con ese sentimiento innato de justicia que todos llevamos dentro. Llevar a cabo un  renovado Objetivismo, ahora ético, donde siendo realistas y tratando a los demás como un fin en sí mismos, busquemos conscientemente también su bienestar, renunciando a veces a ganancias propias que resultan comunitariamente estériles.

El humanismo en la empresa es posible a través de cada uno de nosotros: con nuestro simple estar ético, nuestro apoyo en la íntima convicción de que otras relaciones económicas son posibles y donde el sentido de justicia y de la generosidad prevalezcan sobre abstractos intereses de rendimiento cortoplacista. Todos tenemos así capacidad de cambiar el mundo. Seamos pues conscientes que a través de nuestras simples acciones diarias, podemos hacer crecer nuevas creencias y visiones ante un mundo, que necesita sin duda una renovada mirada humana.

martes, 13 de diciembre de 2011

La poética de uno mismo: siendo pragmáticos


El secreto de la vida quizás radique en dejarse vencer por ella al ponerse en la piel del otro. Se trata de recorrer nuestra realidad como el  flâneur (paseante) de Baudelaire que recorre activamente la ciudad para vivirla. En este atento paseo habrá observaciones que reclamen nuestra atención a modo de pensamientos pasajeros y que nos permitirán captar la esencia real de las cosas y de los demás.

Como decía el filósofo Bergson, la intuición va en la dirección de la vida: en ese tratar de ver el mundo en términos de nuestra sensación de cómo se despliega el tiempo, nuestro propio tiempo interior y la sensación de los varios tiempos externos que se despliegan en la ciudad por la que caminamos. Nuestra intuición está ligada al élan vital, un impulso vital (vitalismo) que interpreta el flujo de la realidad como una sensación de tiempo y permite una aprehensión directa de la verdad y de los otros.



En cierto sentido debemos también tratar de crear nuestra propia esencia como personas buscando ese acto creador, poético, en la narrativa de nuestra actividad diaria. La fuerza de la persona humana radica en el empeño de producir y crear aquello que todavía no existe, en una actividad que proporcione lo mejor a todos desde el desarrollo de nuestra propia singularidad.

Y en esa acción esta la  verdadera creación personal de valor ya que como decía Aristóteles los discursos inspiran menos confianza que las acciones. El, injustamente denostado, discurso pragmático ya nos dice que a veces hay que apartar la mirada de los principios y discursos más o menos interesados y dirigirla hacia las consecuencias. La verdad de una idea depende de su utilidad, es decir, de que sea apta o no para lo que de ella se espera. La actividad en el fondo es en muchas ocasiones superior al conocimiento.

Si somos capaces de entender la realidad como un proceso (life is a work in progress) la sustancia última de la vida es nuestra experiencia activa de esa realidad que está aún haciéndose y en la que podemos determinar a partir de nuestras acciones, las creencias que a través de los acontecimientos se harán ciertas.

En la poética construcción de uno mismo tenemos el derecho a creer que a través de nuestra pragmática, de nuestros actos y decisiones, se haga la diferencia y que nuestra creencia se torne cierta y habitable no sólo para nosotros, sino sobretodo para los demás. Eso nos hará sin duda personas esencialmente creíbles.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

¿Qué es la vida?: De los hechos al discurso civilizado


Todos intentamos saber y conocer a través de nuestras experiencias con los hechos que nos ocurren. Sabemos también que existen diferentes ramas del pensamiento humano que intentar dar con un conocimiento válido: así la Filosofía (amor a la sabiduría) surgió como el intento de clarificar el orden de lo que conocemos, es decir, el distinguir entre conocimiento sólido (episteme) y opinión a veces infundada (doxa). Por su lado la Ciencia (del verbo scire, saber) trata de contrastar de forma rigurosa enunciados o teorías potenciablemente verificables o refutables y empíricamente demostrables.

El gran problema que surge entonces, como nos dice el filósofo de la Ciencia Jesús Mosterín, es el de la demarcación: demarcar un terreno es señalar sus lindes o confines, trazar la frontera que lo separa de otros. ¿Qué separa la Ciencia de la Filosofía? Puede parecernos que mucho, pero en el fondo quizás la única línea que podamos trazar entre ellas sea afortunadamente discontínua. Aunque no nos lo parezca, dentro de la Ciencia existen muchos enunciados existenciales ("hay una partícula con estas propiedades")  verificables, pero no refutables y que pueden parecernos más propios de la Filosofía. Y,como en la Filosofía, las especulaciones juegan un papel necesario en la dinámica del progreso científico.

Y si preguntamos, ¿Qué es la vida? :

La Ciencia podría respondernos que un ser vivo es un sistema abierto que intercambia materia, energía e información con el exterior y que, gracias a ello, tiende a mantener su identidad independiente de la incertidumbre de su entorno. Los seres vivos tienen las capacidades de multiplicación, variación y herencia o descienden de seres que las tienen. En algún momento emergieron seres dotados con redes metabólicas rodeados de membranas semipermeables, con sistemas de transformación de energía y con información genética capaz de copiarse y transmitirse a las siguientes generaciones. Luego la selección natural se ha encargado de favorecer aquellas innovaciones que ayudan a seguir vivo.

La Filosofía pondría quizás el acento en la significación que tiene esto que llamamos la vida. Y podría decirnos que la vida es un sentimiento subjetivo y personal que necesita incorporar una concepción totalizadora y con sentido del mundo a modo de discurso interiorizado.

Y es que si nos ceñimos al materialismo de lo que hay, la materia puede tener varios estados: desde materia inerte en el cosmos, pasando por materia viva en las células y evolucionando a materia inteligente en las neuronas para acabar en materia civilizada en el hombre. La vida es pues desde una bacteria hasta Shakespeare. La vida son hechos y discursos: Ciencia y Filosofía.

Ciencia y Filosofía atacan con coraje emancipador el gran desafío del saber. A nosotros nos queda la consciente responsabilidad y esfuerzo de conocerlas y unirlas en la denominada Tercera Cultura, conjunta de Humanistas y Científicos, para estrechar el cerco crítico contra el mero opinar interesado de vocación dominadora y adueñarnos así de nuestra propia y viva identidad.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Construyendo nuestras mitologías personales: amando la irrealidad


Vivimos en un mundo que ha perdido ese carácter mágico que tenía para nosotros de pequeños: en el que todo era posible, desconocido y misterioso, dónde todo nos sorprendía  pero el cual sentíamos como nuestro, en esa íntima confianza infantil en la narración mítica de lo que nos rodeaba. Ahora tratamos la realidad como algo instrumental para conseguir algún objetivo. Parece que todo nos venga dado y pueda ser analizado. La perspectiva racional-científica domina claramente a la hora de formar el criterio de lo que consideramos como verdadero y en lo que hay que creer.

La praxis de la Ciencia ha dado lugar en algunos momentos a una deriva autoritaria con una serie de presupuestos sobre el Ser Humano como una simple máquina biológica y que a base de buscar objetividad, se ha convertido en un dogmatismo que excluye cualquier otra alternativa no científica: lo que no se atañe a los hechos y su descripción no puede ser referencia explicativa de la realidad. Es lo que en Filosofía se ha dominado como la muerte del sujeto y la subjetividad personal.

El famoso paso en Grecia del mito al logos, de la explicación irracional y mitológica de la realidad al discurso lógico y racional, ha marcado desde hace siglos nuestro pensamiento y forma de actuar. Pero: ¿qué nos hemos dejado por el camino con esta travesía hacia el mundo de los hechos medibles?

La respuesta no es fácil, pero en el fondo frente a la radical incertidumbre de saber lo que somos y lo que nos rodea, parece cuando menos limitante un cientifísmo que avanza hacia la extinción de lo subjetivo, en nombre de un programación genético o neuronal que dejaría al hombre a merced de su cerebro como único creador de nuestras vidas. Utilizamos lo tecnológico y científico como una especie de amuleto que nos da seguridad y permite ubicarnos en el mundo. Tememos la desconexión y mucho más el silencio creativo reflexivo.

Quizás no deberíamos haber dejado nunca de lado ese discurso mítico, que en vez de atenerse a lo que hay, trata de crear una realidad nueva personal. Y es que el Ser Humano no es una cosa o sustancia, un  simple dato o un fenómeno sino un proceso creador (el de personalización) que nos hace madurar éticamente en nuestra forma de afrontar la vida.

Como sabiamente decía el filósofo español Miguel Unamuno: la vida es el criterio de la verdad. Y en consecuencia contiene elementos de verdad todo aquello que da impulso a la vida: desde un mito o narración a una elaborada teoría científica. Nuestro modo de comprender o no comprender el mundo y la vida brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma. Y este sentimiento es un afecto que probablemente tiene raíces inconscientes, es decir, que es irracional.

Ante una realidad impuesta y definida de antemano, la fuerza de la persona humana radica en el empeño en producir aquello que todavía no existe y como niños que todos hemos sido, sabemos aún sin duda afortunadamente crear con nuestra mítica  imaginación, espejismos narrativos para después confiadamente vivir en el interior de estas intransferibles mitologías personales.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Trascendiendo nuestros límites: adueñandonos de nuestra realidad


En ocasiones tenemos la sensación de estar encerrados en una realidad que nos limita y  presiona. Generalmente no tenemos consciencia de que somos nosotros mismos los que nos autoimponemos unas fronteras que no dejan de ser mentales y que pueden ser traspasadas, no sin esfuerzo.

Y tiene importancia intentar pensar, como decía Foucault, en cual es el foco de la experiencia que vivimos: delimitar cuales son los saberes y verdades que aceptamos como válidos, que prácticas normativas de comportamientos deseables se derivan de esos saberes y finalmente que constitución de modos de Ser de sujetos se determinan. Hemos de aprender que el poder es una estrategia que crea una realidad delimitada y deseable para nosotros, por la que a veces servilmente lucharemos para alcanzarla o mantenernos en ella.



Pero, ¿cómo podemos trascender e ir más allá de esos límites que nos imponen externamente?. El filósofo francés Deleuze nos invita a liberar la vida del lenguaje del Ser, de los juicios trascendentes y la moral externa. La lógica de la vida no es una lógica del Ser (alguien) sino la del devenir en nuestra particular experiencia. Y nos propone también ampliar nuestros territorios: que son los espacios que ocupa un cuerpo vivo mediante los afectos de los que es capaz de generar.

A modo de su figura  rizoma, no debemos enraizarnos en nuestra identidad , sino tenemos que buscar las conexiones que nos convienen, lo que nos hace crecer y expansionarnos (libros, músicas, paisajes, personas...) para hallar esas líneas de fuga que permitan conectar nuevos territorios sin la necesidad de abandonar otros ("y..y..y..").


Es esa búsqueda de nuevos territorios inexplorados e ignotos, sin dar por inmutable la realidad que ahora vivimos ni por necesariamente aceptables las opiniones que interesademente recibimos, la que nos permitirá adueñarnos de nuestra propia realidad a través del devenir de una experiencia afectiva vital que se hace nómada por actitud consciente.

Y es que habrá sin duda fracasos ante el mundo exterior que nunca lo serán ante nosotros mismos. Basta simplemente una mirada diferente para trascender esos limites y divisar nuevos paisajes que decanten nuestra particular e intransferible historia personal de éxito.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El cuidado de sí mismo y de los otros: el coraje de la verdad


Uno de los planteamientos que desde siempre se ha realizado el Ser Humano desde que tiene uso de razón consciente es cuales son las cualidades humanas para formar las opiniones correctas y tomar las acciones adecuadas. Es algo que desde nuestros clásicos ha sido llamado como virtud. Pero: ¿cómo podemos llevar una vida virtuosa en los tiempos que corren?

Ya Platón plantea que el hombre tiene tres grandes herramientas: el intelecto, la voluntad y la emoción y que para cada una de ellas existe su correspondiente virtud: la sabiduría, que permite identificar las acciones correctas, saber cuándo realizarlas y cómo realizarlas. El valor permite tomar estas acciones a pesar de las amenazas, y defender los ideales propios. El autocontrol permite interactuar con las demás personas y ante las situaciones más adversas cuando se está realizando lo que se debe hacer para lograr los fines propios.

Para Sócrates la virtud se puede alcanzar por medio de la educación que debe fundamentarse en nuestra moral y vida cotidiana. La sabiduría se basa en la ética. Es el denominado intelectualismo moral: si alguien es buena persona automáticamente será sabio.

Para los estoicos la virtud es actuar conforme a la naturaleza racional del ser humano evitando dejarse llevar por los afectos o las pasiones.

Pero quizás el concepto más interesante de virtud es el que aparece en el renacimiento con Maquiavelo:  consideraba la virtud como la energía interna y activa del hombre, la cual podía vencer a la suerte o fortuna. La virtud no es sólo una cualidad interna como en la antigüedad, sino que depende también de las acciones exteriores, de los acontecimientos y el devenir de la historia. La virtud es también la capacidad de gobernar, de proporcionar estabilidad y orden e implica un grado asumible de ambición.

Y este nuevo giro en la visión de la virtud como algo también externo, es retomado por el filósofo francés Michel Foucault cuando en su revisitación de la Filosofía Griega entiende la misión de la filosofía como la constitución del sujeto por sí mismo, de tener cura de uno mismo de forma continua y permanente. Pero esto no puede hacerse sin tener en cuenta el elemento exterior: el juicio de los otros para la comprobación del propio valor.

Comprobamos pues que nuestra propia virtud y la de los otros está indefectiblemente relacionadas. Introduce Foucault entonces magistralmente como forma ideal de relación entre hombres que buscan la virtud el concepto de parrhesía, que puede ser entendido como el decir veraz, el hablar franco.


Lejos del hablar retórico que intenta persuadir para conseguir el propio interés, la parrhesía es una práctica que designa una virtud de alguien que se autoimpone como deber el decir la verdad, sin instrumentalizaciones ni intereses particulares, para dirigir la conciencia de los otros y los ayuda a constituir su relación consigo mismos.

El cuidado de sí mismo y de los otros pasa pues por una virtud escasa en nuestros días: el coraje de la verdad, que debe constituir el fundamento ético de cualquier democracia y es quizás la mejor forma de llevar una vida virtuosa actualmente a pesar de cualquier circunstancia adversa. Tengamos el coraje de hablar francamente y las cosas nos irán sin duda mejor.


sábado, 12 de noviembre de 2011

La sensación de fin de época: Viena y la vida como disolución


Se ha instaurado entre nosotros una sensación de fin de época. Los actuales acontecimientos parecen que cada vez nos lleven hacia una deriva que puede arrastrar gran parte de lo que antes considerábamos como inmutable, marcando un punto y final a todo un ciclo histórico.

Vivimos inconscientemente acostumbrados a una sensación de seguridad sobre la evolución de nuestro entorno, que ha hecho de nosotros una especie sedentaria y que ahora se ve inesperadamente sacudida por temblores que agrietan nuestra propia geografía vital.

Lejos de ser ésta una época en la que nada pueda hacerse y en la que la práctica del inmovilismo como refugio al caos exterior pueda ser la actitud más seguida, tenemos en nuestras manos la oportunidad de afrontar la situación actual para construir una nueva visión y forma de entender nuestro mundo futuro.

Y existe en la historia europea un periodo con una situación comparable que puede servirnos no sólo de reconfortante ejemplo sino también de catalizador para el necesario cambio.

Éste periodo histórico es la casi irrepetible época de la Viena de principios del siglo XX:

Viena fue la capital de la que, hasta la Primera guerra mundial, había sido el Imperio austro-húngaro, uno de los estados más potentes de Europa. Pero la caída de los Habsburgo, en cuyo trono estaba el rey y emperador Francisco José, parecía hacer tambalearse, hundirse, todo un mundo apacible y seguro que garantizaba aparentemente un topos de seguridad absoluta.

Pero ese ambiente de una Austria en desesperación, decandente y de inestable inseguridad va a hacer que se busque un nuevo suelo, unos nuevos lenguajes (filosóficos, artísticos, científicos...) que proporcionen una nueva cota y referencias. Una atmósfera agonizante que alumbrará una explosión de creatividad desatada que marcó el camino en muchos ámbitos artísticos y del saber en todo el siglo XX.

Como nos dice el escritor Claudio Magris: austríaca es la desconfianza en la historia y que resuelve las contradicciones eliminándolas ,en una síntesis que la supera. Era la patria de unos hombres que dudaban de que el mundo pudiera tener futuro. Y la ciudad da Viena de principios de siglo es la de las infinitas contradicciones, con una sociedad consciente de la tormenta que se avecina sobre ella pero que en medio de ella hace que surja, de una entorno decadente, un nuevo renacimiento.

Y los protagonistas son gente que ha marcado el rumbo posterior en sus respectivos ámbitos: Freud y el psicoanálisis, Klimt y el arte secesionista, Schönberg y la música, Schumpeter y la economía, Popper y como no, nuestro estimado Wittgenstein en la filosofía, que dio forma y contenido con el cuestionamiento y crítica del lenguaje, a todo este conjunto de nuevos renacentistas.

Una de las preguntas que nos podrían hacer es en qué época histórica nos hubiera gustado vivir. Quizás la Viena de principios de siglo XX podría haber sido la respuesta.Lo que sí podemos compartir con ellos ahora, es esa sensación de final de época, de disolución y tenemos también la oportunidad de como ellos, hacer de la contradicciones actuales, una síntesis en un nuevo renacimiento que marque como queremos vivir en el futuro. Estos tiempos líquidos e inestables no son tan diferentes de aquellos: volvamos a hacer que la historia se repita.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Afinar el presente: el desencanto como promesa


Dicen que en la vida, hay dos sensaciones primordiales: la de que estamos en el sitio en el que hay que estar para salir adelante y la de que vivimos en un exilio que no nos permitirá llegar a nada. Y la actitud que tomemos para afrontar ésta particular e intransferible sensación dependerá de nuestro carácter (ethos) personal. Un ethos que se basa en el autoconcepto que tengamos de nosotros mismos: de lo creamos y lo que valoremos que es importante y de cómo pensamos que nos ven los demás.

Pero para llegar a nuestra conducta final, hemos de pasar del autoconcepto al dominio de las emociones, para que éstas definan nuestro pensamiento y conformen nuestra actitud para finalmente materializarse en una conducta o acción final de respuesta. La cadena que conforma el ethos parece pues clara: autoconcepto de uno mismo, emoción, pensamiento, actitud y finalmente conducta o acción. Pero ¿cómo podemos influir en esta cadena? ¿Podemos cambiar éstas secuencias lógicas que a veces nos parecen inapelables?


Esto es posible y esta en nuestras manos. Básicamente existen dos formas de influencia clara: en nuestro autoconocimiento a través de la Filosofía y las Humanidades y en la gestión de las emociones mediante la recientemente denominada en Psicología, Inteligencia Emocional. Y como sabiamente dice el filósofo francés Pierre Hadot: hay que esforzarse en transformar la manera de ver el mundo, con el fin de transformarse a sí mismo. No se trata de informarse, sino de formarse.

Quizás hay que afinar como percibimos el presente aunque a veces el desencanto sea la promesa. Ante un mundo y tiempos tan inestables y líquidos como los nuestros, debemos tener la capacidad de cambiar y ser fieles al acto mismo de pensar, no a sus contenidos. Hegel decía que la Filosofía "es el tiempo captado por el pensamiento" y participar en éste diálogo en la que la Humanidad reflexiona sobre sí misma, sobre lo que es capaz de hacer y no hacer y sobre cómo lo hace, nos permite ir conformándonos a nosotros mismos y poder dar las respuestas más adecuadas como expone la filósofa Amelia Valcárcel.

Tratar de vivir de un modo específico, de llevar una vida de acuerdo con unos principios. De ser capaces de participar en la reflexión que la Humanidad hace de sí misma y de transformar conscientemente nuestro pensamiento y actitud, nos garantizarán que nunca vivamos exiliados de nuestra realidad y que nuestra sensación quizás felizmente llegue a ser la de aquella frase que se atribuye a Nietzsche: "Si ésta es la vida: ¡que vuelva otra vez!"

martes, 1 de noviembre de 2011

El Conocimiento y la construcción de una Arquitectura personal


¿Qué podemos conocer?. Ésta es una de las grandes preguntas que desde su origen se hace la Filosofía y la Ciencia. Y a todos nos resulta una cuestión sin duda cercana ya que la interpretación que hacemos de la realidad configura de forma definitiva nuestra identidad y lo que creemos ser. Ésta pregunta está pues relacionada también con otro de las grandes temas de la filosofía como es el estudio del Ser.

La perspectiva con la que se ha abordado el conocimiento ha variado radicalmente a lo largo de la historia:

Actualmente y desde la modernidad y Bacon el conocimiento se considera como un instrumento de poder. La famosa frase "el conocimiento es poder" no nos es sin duda ajena.

Foucault ha sido uno de los grandes filósofos que más se han dedicado al estudio del conocimiento fundamentalmente en tres problemáticas como él mismo enuncia:
  • ¿Cuáles son las relaciones de verdad a través del conocimiento científico, con esos "juegos de verdad" que son tan importantes en la civilización y en la que somos, a la vez, sujeto y objeto?
  • ¿Cuáles son las relaciones que entablamos con los demás a través de esas extrañas estrategias y relaciones de poder?
  • ¿Cuáles son las relaciones entre verdad, poder e individuo?

Para Foucault la construcción a partir del conocimiento instrumentalizado de lo que es oficialmente la verdad implica per se una serie de determinadas relaciones entre sujetos (muchas de ellas de subordinación cuando no de servilismo). Unas relaciones donde el conocimiento es poder pero que no sólo reprime, sino que también produce efectos de verdad: unos beneficios, una visión del mundo o vanas ilusiones por la que muchos individuos luchan a veces sin el sentido de lo ilusorias e interesadamente manipuladas que a veces éstas son.

Pero existe otra visión del conocimiento que nos proporcionan nuestros clásicos como Sócrates donde éste es una forma de llegar a la virtud personal. La famosa inscripción en el templo de Delfos: conócete a ti mismo (gnothi seauton) nos lanza la invitación generosa de perfeccionarnos como individuos mediante la sabiduría que nos proporciona un acercamiento a un conocimiento entendido como cuidado de uno mismo y no como instrumento de poder.


Hacer y compartir desinteresada y generosamente el conocimiento puede ser parte de nuestra identidad y llevarnos a una vida virtuosa en un sentido clásico, al que quizás debamos dar mayor relevancia vista la situación actual.

Se trata en el fondo de construir ayudados por una consciente voluntad emancipadora, una arquitectura personal a través del saber y el conocimiento compartido y entendido desinteresadamente como algo fundamental para el cuidado de uno mismo (al igual que seguimos una dieta) y no como dominación de los demás. Como ya nos desafiában los ilustrados: sapere aude (atrévete a saber).







    miércoles, 26 de octubre de 2011

    Buscando una actitud vital: la vida como proyecto o el sentimiento de plenitud


    Cuando uno debe afrontar la vida puede ver ésta como un proyecto: como un espacio y un tiempo donde desarrollar una serie de actividades con una finalidad determinada y en la que los valores y creencias estén siempre presentes. Esto supone a veces una dura tarea (como los doce trabajos de Heracles) pero tiene sus evidentes recompensas y satisfacciones.

    Al menos también existe otra forma posible de confrontar la vida: dejando que  las cosas discurran en su tendencia natural (el todo fluye o panta rei clásico). Es amar por encima de todo la vida y las cosas y esperar que éstas se muestren a nosotros tal como son, sin tratar de instrumentalizarlas. Supone al modo fenomenológico, una suspensión del juicio (epojé) y un cierto distanciamiento vital para poder tomar la altura necesaria y sentir la grandeza de la vida en toda su plenitud

    Y sin duda alguna, la creencia en un destino individual tiene una implicación especial en esta actitud ideal que todos buscamos al intentar afrontar la vida. En la mitología griega existe unas bellas personificaciones relacionadas con el destino de las cuales podemos extraer enseñanzas vitales, las moiras:

    "Eran personificaciones del destino.Vestidas con túnicas blancas, su número terminó fijándose en tres. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada mortal desde el nacimiento hasta la muerte (y el más allá).Incluso los dioses temían a las Moiras. Zeus también estaba sujeto a su poder.


    Las Moiras eran :
    • Cloto (Κλωθώ, ‘hilandera’) hilaba la hebra de vida desde su rueca hasta su huso. Su equivalente romana era  Nona (‘Novena’), que originalmente era una diosa invocada en el noveno mes de gestación
    • Láquesis (Λάχεσις, ‘la que echa a suertes’) medía el hilo de la vida de cada persona con su vara de medir. Su equivalente romana era Décima 
    • Átropos (Ἄτροπος, ‘inexorable’ o ‘inevitable’, literalmente ‘que no gira' a veces llamada Aisa) era quien cortaba el hilo de la vida. Elegía la forma en la que moría cada persona, y cuando su tiempo llegaba cortaba su hebra con «sus detestables tijeras» la confundían con Enio una de las grayas.Su equivalente romana era Morta (‘Muerte’).
    Se suponía que las Moiras se aparecían tres noches después del nacimiento de un niño para determinar el curso de su vida."

    El destino estaba determinado desde el nacimiento. Sólo quedaba pues el carácter heroico del pueblo griego de enfrentamiento vital al trágico destino prefijado.

    Y a nosotros como hombres y mujeres modernos, a veces también nos parece que la vida tiene una lógica implacable e incontestable que nos arrastra casi sin remisión y más en estos momentos de crisis que pasamos.


    Pero en contra de este en ocasiones lúgubre sentimiento, aún podemos contraponer como libre e intencional ofrecimiento vital una actitud de vivir sin poner condiciones, aceptando que la plenitud no se alcanza sólo en los buenos momentos sino también en una visión completa, desapasionada y reflexiva de todas las experiencias y giros con que la vida en ocasiones nos sorprende.

    Como dice sabiamente el filósofo Fernando Savater: a veces las razones están en contra de la vida sin embargo la vida está afortunadamente en contra de las razones.



                                                     Alabado sea el día.
                                                     Este día en que mi vida             

                                                     es bendecida por
                                                     El cielo, la tierra y el hombre. 

                                                                  -Sasaki Nobutsuna

    miércoles, 19 de octubre de 2011

    Sevilla: la poética lealtad luminosa





    Hay ciudades que desprenden una luz especial. Una luminosidad que muchas veces ayuda a despejar las brumas y oscuros presagios con las que muchos visitantes llegan a ellas. Esa claridad con las que muchas ciudades del a veces injustamente denostado Sur nos acoge, es el mejor regalo que como atribulados paseantes podemos agradecer llevarnos.


    Hay también artes, mitos y bailes que reflejan con fuerza un carácter de respuesta con mayúsculas de lo Humano ante el desafío del sentido.Una poética creadora en forma de costumbres, folclore o cantes que a fuerza de persistir orgullosamente en la propia identidad se hacen universales.

    Visitar Sevilla es sin duda todo una experiencia para los sentidos. Una ciudad que ofrece ese saber vivir humano que se ha ido conformando pacientemente a través de su historia e ilustres habitantes y que éstos nos ofrecen con esa abierta hospitalidad como sólo es bien entendida en el Sur.

    Y es que existe en ella toda una valiosa sabiduría vital popular en forma de gastronomía, baile y cante como el flamenco, devociones religiosas inquebrantables y pasiones universales en forma de personajes casi mitológicos como su malograda tabaquera Carmen,que nos muestra magistralmente como hace de su orgullosa libertad, arte y ejemplo universal.


    Y aunque en muchas ocasiones podamos pensar que la palabra que conjuga más con amor sea traición, paseando a la orilla del su eterno río Guadalquivir podremos sentir como gratuito ofrecimiento y contrapunto, el carácter e historia de una ciudad que hizo de la lealtad su título constituyente: "Sevilla: la Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Invicta y Mariana Ciudad"


    Compartir vivencias con esa noble ciudad es todo un desafío también para el pensamiento y la reflexión. Exige ese refinamiento que sólo se da a quién es capaz de hacer de la apertura de  sus a veces ofuscados sentidos por las preocupaciones, una actitud vital.

    Una ciudad de la que sólo el arte de la Poesía puede hacer honor. Y una vieja sapiencia vital que genialmente expresa en forma de Poema unos de sus más ilustres hijos Antonio Machado:

                      "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
                       y un huerto claro donde madura el limonero [...]

                      
                      Y cuando llegue el día del último vïaje,
                      y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
                      me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
                      casi desnudo, como los hijos de la mar
    "

    jueves, 13 de octubre de 2011

    Desenlazando el nudo gordiano de nuestra vida


    Todos afrontamos en algún momento de nuestra existencia situaciones que nos parecen de difícil solución. Sabemos que vivir no está exento de dificultades y que debemos muchas veces buscar soluciones creativas o de pensamiento lateral y no convencional.

    Se trata en el fondo de desenlazar el complicado nudo en el que en ocasiones se convierten muchas cuestiones o momentos que pasamos. También nos parece que con esta crisis actual las complejidades diarias aumentan enredando aún más si cabe ese nudo, al que en alguna ocasión tendremos que enfrentarnos.

    Deberíamos quizás volver la vista atrás y ver como en la historia clásica, hombres como nosotros se han enfrentado a situaciones tan difíciles como la actual para tomar  perspectiva y esa necesaria altura vital, que hace del distanciamiento reflexivo nuestro mejor aliado para buscar posibles soluciones:

    " Cuentan que en la antigua ciudad de Frigia  (la actual Turquía), un oráculo anunció al pueblo que un día verían llegar por la Puerta del Este, a su verdadero rey y que le reconocerían por el hecho de que, al atravesar esa puerta, un cuervo se posaría en su carro.

    Algún tiempo después un pastor, llamado Gordias, se dirigía a la ciudad por el camino del este y justo al pasar la puerta, el cuervo profético se posó en el yugo de su carro de bueyes. Esto fue tomado como una señal por lo que los ciudadanos aclamaron a Gordias coronándolo como rey.

    Cuando intentaron quitar el yugo que uncía los bueyes a la carreta de su reciente soberano, descubrieron que les era imposible deshacer el nudo de la correa de cuero que lo sujetaba al timón. El oráculo intervino de nuevo y predijo que quién lograra desatar el nudo sería el dominador de toda Asia.

    Alejandro Magno tuvo conocimiento de la existencia del nudo y de la leyenda que lo acompañaba por lo que llegado a la ciudad se dirigió al templo de Zeus donde le pusieron frente al yugo con el nudo intacto. Se enfrentó con el reto de desartarlo, buscando una y otra vez un punto débil pero el nudo resistió a todos sus intentos.

    Alejandro agotó su paciencia por lo que desenvainó su espada  y con un potente y certero tajo, cortó el nudo. Ante las protestas sentenció: "Es lo mismo cortarlo que desatarlo"

    Como consecuencia de este hecho Alejandro se convirtió en el nuevo rey de Frigia y el dominador de toda Asia".

    Actualmente seguimos utilizando la expresión “complicado como un nudo gordiano” para referirnos a una situación o hecho de difícil solución o desenlace.

    Buscar esas soluciones inesperadas lejos de ser una tarea titánica reservada sólo a  héroes clásicos es algo que esta a nuestro alcance como seres humanos inteligentes que somos. Ganar esa perspectiva vital nos dará ventaja. Como expresaba la corriente psicológica denominada Gestalt (forma): la inteligencia provine de la aprensión global de una forma, es decir, de una nueva visión del conjunto de la solución. La percepción global de una forma precede a los detalles: recordamos una melodía y no una sucesión aislada de notas.

    Esta visión holística de conjunto que nos indica que el todo es más que la suma de las partes y no dejarse desesperar por los pequeños detalles o contratiempos, fue quizás la que llevó a Alejandro a cortar directamente todo el nudo en vez de seguir intentando desenlazar cada una de sus partes. Seamos pues afortunados de ganar por adelantado esa perspectiva que la historia clásica a todos nos ofrece. Cuantas veces nos será sin duda útil.