miércoles, 26 de diciembre de 2012

¿Cuánto es suficiente?: después de lo urgente lo necesario


¿Cuánto necesitamos para vivir?¿Cuándo debemos parar de acumular cosas? ¿Cuántas horas es necesario trabajar?¿Qué significa llevar una vida buena?. Estas son grandes preguntas que a pesar de la crisis que estamos viviendo, necesitamos en el fondo dar una respuesta reflexionada para poder salir de ella y orientar nuestra actividad futura.

El economista británico Robert Skidelsky (biógrafo por excelencia de Keynes) y su hijo el filósofo Edward Skidelsky han escrito conjuntamente un libro titulado "¿Cuánto es suficiente? que puede darnos claves para contestar a esas preguntas. Partiendo de la obra de su maestro Keynes "Posibilidades económicas para nuestros nietos" y su equivocado vaticinio realizado durante la gran depresión del siglo XX  en el cual pronosticaba que para el  2030 los países desarrollados tendrían lo "suficiente" para permitirse trabajar 15 horas semanales y así poder redefinir sus prioridades. Los autores analizan como el apetito insaciable por la acumulación material ha seguido alimentando al capitalismo hasta llegar hasta donde estamos ahora, lejos de ese pronóstico y en medio de una tormenta perfecta que parece no amainar.

Lo urgente ahora es salir de crisis por la vía del crecimiento para poder después imaginar lo necesario: la sociedad a diez o veinte años vista. Para estos autores, de clara influencia keynesiana, la única manera de volver a los niveles de empleo que existían antes de la recesión es aumentando la demanda, con un papel más activo del Estado y abandonando los programas de austeridad que están estrangulando todavía más la demanda para intentar pagar una deuda que destruye ahora la economía. Una vez trazadas la políticas a corto plazo para recuperar la actividad económica se debe tener una visión a largo plazo que incluya la visión de qué es llevar una buena vida.

El capitalismo ha sido capaz de progresar de forma incontestable en la creación de riqueza pero nos ha hecho por el contrario incapaces de dar a esa riqueza un uso civilizado. Los autores indican que el capitalismo no tiene una tendencia espontánea a convertirse en algo más noble: es una máquina que funciona sin un objetivo claro y sin fin posible. La codicia ha estado presente en todas las sociedades humanas: las personas empiezan con la idea de llegar a un nivel que consideran "suficiente" pero llegado a ese punto resultan que quieren más ya que forma parte del deseo humano de mejorar y de comparar nuestros logros con los demás. El consumo se convierte en el gran placebo del capitalismo y de aquí pasamos fácilmente a los excesos del hiperconsumismo y el sobretrabajo que son las dos caras de la misma moneda que nos han llevado a la situación actual, quedando las 15 horas de Keynes como otra utopía irrealizable.

El postcapitalismo que ahora vivimos ha generado una especie de matrix de caverna platónica especulativa, donde todo parece inevitable e indudable y, con la ayuda de la tecnología, vernos inmersos en una partida de cálculos de subidas y bajadas de valores donde lo único real es asumir riesgos que se pueden calcular y que al destruir el pasado, convierte el futuro en el argumento para justificar la presente carnicería. El mundo financiero no vive en el tiempo, vive su tiempo. Siempre es ahora. Se llega a la eternidad por la inmediatez. Los economistas financieros han mutado y superado la racionalidad para pasar de nuevo al animismo: intentan escrutar estocásticamente entre el caos de cifras, tendencias, gráficas, algún tipo de causalidad o simplemente señales. Se dedican a adquirir información y a convertirla en algo atroz y espantoso o venderla al mejor postor. Tener la capacidad visionaria para ver hacia donde van los mercados, la ambición, la ausencia de remordimientos de apostar contra quién sea (incluidos países civilizados) y el cálculo frío permanente es lo que les da esa posición privilegiada.

El PIB total del planeta es de 60 billones de dólares y se calcula que hay más de 700 billones de dólares en todo tipo de dinero. Hay diez veces más dinero que cosas que comprar. El dinero ya no sirve para comprar cosas en la tierra. Sirve para conformar una especie de cielo flotante cargado de dinero que existe solo en las redes de los mercados especulativos que se van reflejando (speculum en latín significa espejo) y multiplicando hasta el infinito en sus propias cifras y beneficios. Los mercados no tiene finalidad ni historia. Se alimentan a ellos mismos y nos hacen pagar el sacrificio que les corresponde (prima de riesgo) con la lógica de la codicia y la pulsión de muerte de un capitalismo que necesita destruir constantemente para poder crecer.

Cabe preguntarnos a estas alturas si ¿vivimos mejor?. Hemos multiplicado nuestros bienes materiales, pero trabajamos como media casi lo mismo que hace un siglo. Tenemos los bienes materiales suficientes para llevar una buena vida, pero nos hemos olvidado de lo que es: ¿cuánto es suficiente?. La buena vida, para los Skidelsky, a diferencia de la felicidad (algo privado y psicológico) se basa en un puñado de elementos básicos que el Estado debería promover: Salud, seguridad (física o económica), respeto, personalidad (libertad para actuar con autonomía), armonía con la naturaleza, amistad (lazos afectivos con los demás) y ocio. El debate actual cae en lo peor del relativismo donde el debate público no se ocupa de la buena vida sino de opciones de eficiencia.

Y nos encontramos ahora como dos personas que van camino de una ciudad y se pierden: "Siguen andando, con la única finalidad de mantener ventaja sobre el otro. Si no hay lugar correcto en el que estar, es mejor estar delante". Y ese es, según ellos, el germen de la crisis actual a combatir. Como ya decía sabiamente Epicuro: "Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco".


domingo, 16 de diciembre de 2012

El Minotauro y la crisis económica: orientando los excedentes





Se han ido realizando diferentes explicaciones que tratan de hacerse comprensibles sobre las causas y consecuencias de la actual crisis económica. Pero seguramente para hacérnoslas al menos más próximas están los relatos y hay que ser conscientes que la economía hasta su independencia como ciencia en el siglo XVIII fue una parte sustantiva de las Humanidades. Una separación que quizás nunca debería haberse dado ya que al dejar de ser el Ser Humano el nucleo central, hemos acabado  rindiendo culto a una serie de abstracciones técnicas (mercados, déficit, deuda, prima de riesgo, etc.) que han llevado al sufrimiento a una gran parte de nuestra población.


El economista griego Yanis Varoufakis en su obra El minotauro global reune la mitología griega y el análisis económico para dar una magnífica explicación global a la crisis actual: según el mito, el minotauro de Creta, cuando la isla era el poder económico de la región, recibía cada año siete muchachos y siete doncellas de Atenas para alimentar a la criatura y confirmar el sometimiento a la Pax Cretense. Eso acabó cuando Teseo, hijo del rey de Atenas, mató al Minotauro abriendo una nueva era. El crac económico se produjo cuando una bestia que llama el Minotauro global fue gravemente herida. Un minotauro que, mientras dominaba el planeta (Pax Americana), tenía un puño de hierro implacable y mantuvo la economía global en un equilibrado desequilibrio.

Al generar unos enormes déficits por la guerra del Vietnam y la Gran sociedad de Johnson, EEUU inundó el mundo de dólares que no estaban apoyados por el oro que tenía. Al salir en 1971 del sistema patrón oro (que implicaba que los dólares que emitía eran convertibles en oro) se dejo de reducir los déficits gemelos crecidos a finales de los 60, uno presupuestario y otro comercial, aumentándolos generosa e intencionalmente por el contrario.

Y ¿quién pagaba esos déficits? ¡El resto del mundo!.Esos déficits gemelos aspiraban los excedentes de producción y capitales de otros países, creando una suerte de equilibrio global (minotauro global de la época de Pax Americana) en el que las principales economías excedentarias del mundo (Alemania, Japón y ahora China) siguieron produciendo bienes en masa que los estadounidenses devoraban. Y la mayoría de los beneficios obtenidos por estos países se transferían en forma de flujos a Wall Street, que los transformaba en créditos  a los consumidores, inversión directa en corporaciones extranjeras y en comprar Letras del Tesoro de EEUU para financiarlo.

Aparecen entonces como subproductos de los masivos flujos de capital necesarios para alimentar los dos déficits de EEUU el aumento de la financiarización (hipotecas basuras), el triunfo de la codicia, el repliegue de los organismos reguladores y la dominación del modelo de crecimiento anglosajón basado en el endeudamiento. Un flujo de tributos de la periferia al corazón imperial con el que se reciclaban los excedentes globales de producción y de capital hasta la herida fatal del derrumbe espontáneo del sistema bancario en el 2008.

Teseo ha llegado ya a nuestra economía global y tenemos a nuestro Minotauro gravemente herido en sus últimos estertores. Se plantea ahora la necesidad de un nuevo mecanismo global de reciclaje de excedentes. Un sistema equilibrado de verdad  con nuevos valores que nos oriente hacía una unión monetaria internacional, que fomente la demanda interna de todos los países implicados, la productividad  y la inversión en proyectos no especulativos que desarrollen la calidad de vida mundial. Al igual que Teseo necesitamos nuestra Ariadna que nos guíe con los hilos de su ovillo hacia la salida de este laberinto en el que hemos estado viviendo.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Resistir por la belleza del gesto



Cuando los tiempos se hacen difíciles, duros, empobrecedores, correosos o líquidos es cuando más nos planteamos hacia dónde va realmente el desarrollo y que significa en el fondo el tan buscado ideal de progreso. ¿Es esto lo que estábamos buscando con todos nuestros dedicados esfuerzos diarios? La tan pretendida perfectibilidad del hombre queda cuando menos en entredicho ante determinadas actuaciones especulativas o inmorales que nuestros medios de comunicación radian como voceros privilegiados de una sociedad que ahora solo nos produce una profunda sensación de desasosiego, un extrañamiento y el debilitamiento vital que el miedo al poder provoca cuando perdemos la sensación de control sobre nuestra propia vida.

Debemos quizás ser conscientes que vivimos en una sociedad donde se ha estado produciendo una constante debilitación del sujeto: cuando antes percibíamos personas, objetos, acontecimientos, hechos ahora percibimos cada vez más experiencias o vivencias que nos relacionan con esas cosas que otros volatilizan a su antojo. Esto es algo que saben los más avezados gurus de la postmodernidad: los especialistas en marketing que en su terreno natural del consumo nos colonizan con packagings vendiendo no ya productos, sino productos elegidos en el seno de experiencias o incluso experiencias a secas. El marketing experiencial en el cual se diseñan productos, olores, sensaciones o espacios de manera que artificialmente se ofrezcan buenas experiencias al consumidor, es una de las actividades más recientes y florecientes de nuestra economía.

La consecuencia de todo esto es que nos enfrentamos ante un sujeto débil que sumergido en experiencias ya no se distingue a sí mismo, se deja llevar y encuentra el placer buscado sin desplegar esfuerzos, viviendo sin más la experiencia, entregándose sin resistencia a las vivencias que esta engendra. El sujeto queda en manos de otros que fabrican a su voluntad interpretaciones de realidades a los que solo algunos pueden acceder y de las que después pueden excluirnos a su antojo utilizando las cíclicas crisis que el sistema padece. En la raíz, como decía ya el filósofo Rousseau, esta la desigualdad entre los hombres como embrión de todos los males. Aquí radica entonces lo que necesitamos combatir

¿Qué nos queda entonces ante una sociedad que nos debilita? Nos queda sin duda nuestra voluntad y reflexión. Nuestro carácter (ethos) como fortaleza interna encontrado en él la forma de continuar hacia adelante. La única verdadera salud y riqueza del hombre es su vocación: su voluntad  sin miedos de perfeccionarse a él mismo y a su sociedad en su lucha diaria . Walter Benjamin decía que la felicidad es percibirse a uno mismo sin miedo.

Y ¿por qué continuar luchando y resistiendo? Por la belleza del gesto. Wittgenstein ya sabiamente nos dijo que ética y estética son lo mismo: cualquiera que sean las circunstancias, está en nosotros el carácter con el que desplegar nuestra condición humana. El simple gesto de levantarnos cada día a intentar, desde nuestras posibilidades, hacer de este un mundo más habitable encierra toda la belleza  que da dignidad a lo humano.


domingo, 2 de diciembre de 2012

El materialismo: la naturaleza de las cosas


Hay tiempos en que se hace necesario ser radicales y como indica la propia palabra ir a la raíz  y buscar los límites de lo que nos rodea: tomarnos una pausa, focalizar nuestra mirada y hacer una reducción para captar la esencia de las cosas y ver en ellas lo que íntimamente las conforma para reflexionar sobre la importancia que ello tiene para nosotros y de esta comprensión interiorizar unas pautas de actuación. En este sentido hay corrientes del pensamiento como el materialismo que a pesar de haber sido denostadas deben formar parte de cualquier análisis serio de la realidad como una forma plausible de explicación de la misma y que tiene una fuerte influencia no sólo en la forma en como entendemos las cosas sino también en como nos comportamos.

El materialismo es una doctrina según la cual no existe otra sustancia que la materia. Se opone al espiritualismo, que postula que el espíritu constituye la sustancia de toda realidad. El materialismo rechaza la existencia del alma, el más allá y Dios. El pensamiento lo considera un dato secundario, ya sea porque lo reduce a hechos puramente materiales o porque niega su realidad al considerarlo una reacción fisico-química en el cerebro (epifenómenos) y una simple prolongación del conocimiento de la naturaleza. Responde una cuestión fundamental de qué es primero: el pensamiento o la materia dando absoluta preeminencia al mundo material que precederá siempre al pensamiento.

Podemos comprender el materialismo como una forma científica y racional de entender la realidad al abogar por una visión del mundo en la que todo lo existente es materia-energía física que sigue sus correspondientes leyes naturales y excluyendo cualquier otro ente no material o espiritual. No debemos confundirlo con la etiqueta peyorativa que utilizamos para aquel que busca un estilo de vida donde la riqueza, el dinero y las comodidades son su razón de ser y que deberíamos denominar más bien como consumismo.

La reciente novela  ganadora del Pulitzer  El giro de Stephen Greenblatt narra el descubrimiento en el siglo XV de un poema filosófico denominado De rerum Natura (Sobre la naturaleza de las cosas) del autor romano Lucrecio el cual pasa por ser uno de los mayores esfuerzos de un ser humano destinado a la comprensión de la realidad, del mundo y lo humano. Se retoma en ella la física atomista y materialista de Demócrito y la filosofía moral de Epicuro (que propugna la búsqueda de una vida buena y feliz a través de la administración inteligente de los placeres y dolores, la ausencia de la turbación (ataraxia) y los vínculos de amistad) lo cual es de importancia vital para la construcción de la modernidad. Causa una gran sensación en el Renacimiento que partía del encorsetado pensamiento escolástico medieval, ejerciendo una notable influencia sobre pensadores y científicos como Erasmo, Montaigne, Giordano Bruno, Galileo o Newton que cambiaron sin duda nuestra forma de entender el mundo.

Y a pesar de que puede parecernos lo contrario la visión materialista puede ayudarnos en la forma en que nos confrontamos a esta realidad que nos ha tocado vivir: ofrece una sensación de liberación con una visión racional del mundo y la capacidad de mirar de frente lo que puede parecernos más amenzador: las construcciones espirituales a veces artificiales e interesadas que otros hacen por nosotros de lo que debemos Ser o conseguir, para al confirmar que el mundo es únicamente la naturaleza y que la naturaleza está compuesta solo de materia ser la guía más segura para comprender las cosas y modelar el Yo a fin de que viva la vida con placer y se enfrente a la muerte con dignidad. Como decía el filósofo francés Deleuze debemos liberar nuestra vida del lenguaje del Ser, de los juicios trascendentes y la moral externa. La lógica de la vida no es una lógica del Ser (alguien) sino la del devenir en nuestra particular experiencia material. Lo viviente es pues un devenir, no un Ser. Nos toca solo ser libres en este devenir material en el que vivimos.