martes, 1 de julio de 2014

Psicoanálisis del Capitalismo: el imperativo del goce.


"En realidad no queremos conseguir aquello que pensamos que queremos" nos expele el filósofo esloveno Slavoj Zizek. Cuando alcanzamos lo que queremos, nuestro interés inmediatamente comienza a decaer. La magia se pierde, el objeto deja de ser de "deseo" y finalmente nos buscamos otra cosa que anhelar.

Ésta es con seguridad una de las características fundamentales del ethos y la narrativa capitalista actual. El capitalista es un discurso al que el psicoanálisis ha prestado mucha atención: es un discurso sin castración pero con entropía, se autoconsume en un exceso de ganancia que crea un exceso de pérdida. Como en las toxicomanías, un discurso marcado por la pulsión de muerte y un imperativo superyoico del goce que lo lleva aceleradamente a su consumición.

En nombre de ideales democráticos y de progreso (libertad, autonomía, crecimiento) y con el apoyo de las nuevas tecnologías, se enmascara esa voluntad de goce que no conoce límites y cuyo resorte pulsionar y entrópico es evidente: no tiene otra finalidad que ella misma. El psicoanalista Jacques Lacan expuso que los rasgos del discurso neoliberal ambicionan la anulación de cualquier  pérdida (de allí su pasión por reciclar todo, incluida la protesta) y tiene la convicción cínica de que en la vida finalmente se trata sólo de goce. Todo lo que suponga una falta o un anhelo, como el amor, no tiene lugar en el discurso capitalista salvo en condición de mercancía consumible.

Entramos de lleno en la denominada  Cultura del descarte: que no acepta  todo lo que pueda ser considerado como una pérdida: el amor, los impuestos, las normas colectivas... que eran  en su esencia los límites constitutivos del lado civilizado, lo cual nos lleva a acabar en la jungla de la pulsión de la muerte, del goce por el goce como el lado salvaje del Capitalismo. Además hay que añadir que se produce una desconexión entre la imaginación y el deseo: se crean sentimientos sobre objetos que no son reales a través del uso de las redes y que no se poseen ya que los dispositivos tecnológicos pueden recrearlos imitando su presencia.

Para el Ser humano y para la economía como ciencia social, la escasez es intrínseca a la naturaleza y crea angustia (de ahí la administración de los recursos escasos como definición de manual de la economía). Se intenta superar esta escasez mediante la técnica: el Capitalismo es una búsqueda sin fin de la productividad para luchar contra la escasez llegando a la abundancia que hace posible el desarrollo industrial.

La pulsión de vida presiona a una búsqueda del placer que es reprimida. Esta represión es de hecho una sublimación de esta pulsión en fuerza de trabajo o de creación instaurada por la Cultura. El placer no desaparece, pero es desplazado hacía la espera de un placer más grande, como es el caso de la inversión en la economía que es, según el economista Keynes, una renuncia al placer inmediato a la espera de un placer más grande. La civilización para Freud comienza desde que domina el objetivo primario del individuo: la satisfacción integral e inmediata de los deseos.

La economía y el capitalismo juegan un papel muy importante en esta "domesticación": esta tergiversación psicológica puede ser aplicada a la economía que prohibe la satisfacción desmedida de las pulsiones instintivas. El progreso y la técnica al servicio de la lucha contra la escasez ( y su reverso la angustia), están basados en la pulsión de vida que no hace desaparecer la pulsión de muerte que se muestra en la acumulación y el consumo cada vez mayor y más compusivo y en el crecimiento ilimitado de la actividad económica ante la angustia psicológica de la escasez.

Para Keynes, la vida en comunidad y la homogeneización de los individuos lleva al hombre a un sufrimiento mayor, el narcisismo de las pequeñas diferencias: el odio y la envidia al que se nos parece luchando a través de la diferencias menores. Este narcisismo juega un gran papel en la explicación del consumo de masas capitalista. Por el consumo de masas, los hombres van a ejercer un goce narcisista que no podrá nunca satisfacer el deseo profundo.

La acumulación de dinero es un medio de aspirar ilusoriamente a la inmortalidad luchando contra la angustia por el futuro y la muerte. La liquidez calma esta angustia, dando una falsa seguridad contra los riesgos inherentes a la vida. Pero una vida de abundancia no es suficiente para reembolsar la angustia de la deuda de la muerte subliminada en el imperativo del goce. En realidad no queremos conseguir aquello que pensamos que queremos, el juego se acabaría...

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