martes, 22 de julio de 2014

La gran conversación clásica: la mirada Griega.



Caminar, dar un paso tras otro paso es en sí mismo ya una manera de avanzar. Iniciar un recorrido es una forma de movimiento. La estática está ligada al inmovilismo, la conservación y el estancamiento; la dinámica del caminante es, en cambio, la que realmente va definir nuestro periplo vital: lo que queremos ser, donde queremos llegar y lo que deseamos para nosotros y los demás. Un recorrido no exento de riesgos, complicaciones o malos momentos, pero donde con seguridad lo importante radica en saber hacia que lugar fijar la mirada para no perder la referencia o constante que guíe nuestros pasos y nos de el impulso que a veces necesitamos para continuar.  Y es en el espacio que nuestra Antigüedad Clásica nos legó, donde podemos encontrar esa patria de sentido que llene de serenidad, templanza y sabiduría esta acelerada, estresada y vacía vida postmoderna que por momentos nos sobrepasa, desconcierta y nos deja exhaustos.

Caminar pausadamente por el ágora de Atenas o su Acrópolis fijando la mirada en sus construcciones, en sus templos, esculturas y espacios de civiles  que se mantienen allí resistiendo el paso del tiempo, nos permite participar de esa Gran Conversación que iniciaron los filósofos y artistas griegos y que aún nos sirven de referencia para tratar de entendernos a nosotros mismos y mostrarnos como debemos actuar. Grecia creció con el diálogo frente a la dictadura de la imágenes actual; en la conversación como forma de entendimiento conjunto de lo real frente al monólogo ideológico direccional de nuestra contemporaneidad.

En la nueva mirada de la ciudad con la creación del ágora como lugar de reunión cívica e intercambio de bienes e ideas frente al aislamiento individual de nuestras pantallas  y la mercantilización de toda nuestra vida actual ; donde aparecieron nuevos valores a compartir entre todos como la ciudadanía política democrática, la educación ciudadana (paideia) ,la paz, la justicia o la prosperidad frente al la cultura del éxito individualista apropiativo y la creciente desigualdad actual.

Lo más meritorio es que Grecia nos proporciona una mirada teórica al Cosmos que no renuncia a la valentía de intentar dar sentido al Todo: defiende que todo lo que existe es un Cosmos, y no un Caos. Que ese Cosmos surge de un principio o de varios; que hay una razón que ordena el Todo y que esta razón puede ser comprendida. Donde el héroe ya no es el más fuerte de los hombres, sino aquel que no teme a la muerte y no la rehuye.

Cambiaron el enfoque hacia el interior: dirigiendo la mirada hacia la persona y el alma, la preocupación por el conocimiento y el cuidado virtuoso de sí mismo y los demás (el cuidado o epimeleia del alma). El hacer que el bien supremo radique en la mayor posible cultivación del alma, mediante el ejercicio de la sabiduría y el conocimiento y la búsqueda de la prudencia moral, es otro de esos legados de esa Gran Conversación en la que podemos participar frente al sinsentido y Caos actual, los discursos de éxito egoísta individual o la dinámica de consumo compulsivo y acumulación de objetos y gadgets externos como forma de llenar fallidamente y tratar dar sentido a nuestras atribuladas vidas.

En las diferentes miradas griegas, hacia el Cosmos, la ciudad o la persona y el alma, pasamos de un Mediterráneo explicado a través de los viajes míticos de los héroes y dioses comunes como  Ulises, Jasón y Heracles a la ordenación del espacio humano, la urbanización del mundo y la aparición del ágora como centro de la vida compartida, propia de las ciudades  y colonias griegas, y a una concepción del hombre como ciudadano, dotado de alma, que asume las virtudes y las vicisitudes de los antiguos héroes y que se preocupa por el conocimiento y cuidado virtuoso de si mismo y de los demás.

En el suave movimiento del caminar sosegadamente por Atenas es cuando aparece ante nuestros ojos con claridad, fijando nuestra mirada en las diferentes miradas griegas, este fascinante referente próximo del paso del Caos al Cosmos ordenado por el diálogo y la Gran Conversación que iniciaron nuestros antepasados griegos como una Patria de sentido al alcance de todos mediante el lenguaje. Que nos orienta firmemente y nos ofrece un sentido contenido en sus monumentos y obras artísticas y de pensamiento, ante el desconcierto y nuevo caos actual, en un reflejo extraordinario de los anhelos, contradicciones y combates del hombre de hoy. Como decía sabiamente Aristóteles: allí donde haya un combate, hay también una victoria.




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