domingo, 15 de diciembre de 2013

La vida como juego: el valor intrínseco


Una de las funciones del pensar es la de imaginar nuevas posibilidades intentando escapar de las restricciones de lo posible para así poder abrir nuevos horizontes ante una mentalidad dominante en nuestros días como es la analítica, tan encerrada en sí misma y en sus conceptualizaciones de lo real como algo meramente medible.

El imaginar va ineludiblemente ligado a nuestro lenguaje y a lo narrativo que conforma también nuestra vida. A todos desde pequeños nos gusta que nos cuenten historias no solamente para aprender, sino también para compartir y explicar lo que nos rodea. Y ya desde nuestra Antigüedad mediante los mitos y la mitología se pensaba la vida y sus cuestiones más fundamentales. Un pensamiento que ha quedado arrinconado como un juego o algo meramente literario por nuestra cultura técno-científica, pero que, seguramente, nosotros como seres narrativos, íntimamente aún damos valor explicativo para expresar lo que nos ocurre o preocupa.

Uno de los mitos que pueden ayudar a explicarnos la profunda insatisfacción que vive nuestra época y la falta de orientación a la hora de saber valorar que es lo importante en la vida es el de Tántalo: fue condenado por los Dioses a pasar la eternidad sumergido en un río bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas. Cada vez que Tántalo intentaba coger una fruta o sorber algo de agua desesperado por la sed y el hambre, el agua se retiraba y los frutos se le escapan de la punta de sus dedos. El suplicio de Tántalo es la metáfora de la vida humana, situada bajo el signo de deseo insatisfecho, lanzada a la búsqueda de objetos siempre inalcanzables.

Imaginémonos estar siempre ante una vida consagrada a hacer una cosa para obtener otra. Lo que creemos que  tiene valor para nosotros es inalcanzable, esta más allá de nuestras posibilidades. El valor es como el agua que recula y los frutos que Tántalo roza con los dedos sin poder nunca cogerlos. ¿Hasta que punto nuestras vidas siguen ese esquema? Seguramente gran parte de las vidas humanas lo siguen fielmente. Nos vemos corriendo muchas veces sobre un cinta en la que debemos primero tener éxito en la escuela, para después tener una buena educación universitaria y así obtener un buen trabajo que nos permita ganar dinero y fundar una familia. Es una forma de vivir donde lo que deseamos, o a lo que damos valor, es determinado externamente o según las situaciones sociales, muchas veces es inalcanzable. Estamos bajo la condición ejemplar de Tántalo.

Pero existe afortunadamente una alternativa ante esta situación vital: sólo hace falta encontrar un fin, aunque sea puntual, a este ciclo vicioso bajo la forma de una cosa que nosotros deseemos por lo que nos puede aportar más que por ella misma: una cosa que nosotros queramos por lo que ella únicamente es. Por su propio interés intrínseco. ¿Qué hay en esta vida que tenga realmente valor? Hay muchas actividades que tienen un valor meramente instrumental: el trabajo es su concepción más pura es el ejemplo por excelencia de esta lógica de hacer algo para obtener otra cosa. Trabajamos porque queremos ser pagados y ganar dinero. Podemos concluir que en el trabajo no encontraremos el sentido de la vida y esto seguramente limita el campo de actuación a las actividades que realizamos por lo que ellas son.

Estas actividades que practicamos por su interés propio son las relacionadas con las diferentes formas que toma el juego. La fascinación por el juego no es otra que la fascinación de hacer una cosa más que por ella misma y no por otra razón instrumental.  Es algo que los niños saben instintivamente y que los mayores hemos olvidado porque nos hemos convertido todos en Tántalos modernos. Son las cosas que nosotros hacemos por su valor intrínseco las que realmente merecen la pena de ser vividas. Todo el resto son cosas que nos vemos obligados a hacer por su valor instrumental y por lo tanto, olvidables.

Y ya también el gran filósofo austriaco Wittgenstein nos exponía que en un mundo moderno donde no hay una fundación absoluta para el lenguaje lo que debemos hacer es jugar: las palabras no nos hacen estar más cerca de la realidad , las palabras adquieren sentido cuando las usamos. No hay nada trascendente, no hay una perfección fundacional del mundo. Solo en el juego que jugamos el mundo adquiere sentido. Creemos en la práctica no porque este más cerca de la realidad sino porque es el juego en el que estamos dentro. Nos comprometemos con las prácticas (juegos del lenguaje) con entusiasmo, con rigor, pasión y confianza porque estas prácticas nos ayudan a enfrentarnos a la realidad . Cualquier evaluación del juego o de la situación está fuera de esa situación y por lo tanto no es posible.

El suplicio de Tántalo no hace más que murmurarnos una cosa que puede acabar con nuestras insatisfacciones y dramatismos y que los niños ya saben y nosotros hemos dejado pasar: el sentido de la vida es que la vida no es más que un juego.




domingo, 8 de diciembre de 2013

Estudiando la Felicidad: de la conformidad al sentido


Vivimos ciertamente en una sociedad permisiva en la cual uno de sus mecanismos de funcionamiento, que parecen menos evidentes, es que en vez de prohibir hay que intentar que se desee lo que se quiere. El poder en vez de ser autoritario ahora debe seducir. Tenemos el deseo de regular y  lejos de intentar saltarnos las reglas como ocurría anteriormente,  las reglas y las normas son fuentes de placer para muchos cuando deben vigilar como aplicarlas. Construimos normas y regulaciones para nuestro bienestar pero al mismo tiempo el deber se convierte en un placer.

El filosofo Slavoj Zizek nos advierte que podemos encontrarnos ante un totalitarismo democrático en el cual se nos demanda a realizar nuestro deber o trabajo y además disfrutarlo y nos sentimos mal sino nos sentimos bien haciéndolo. Estamos ante una nueva forma de conformidad, más sutil si se quiere, pero siempre presente. Tienes que amar lo que debes hacer, el ser feliz se convierte en el nuevo mandamiento pero si nos detenemos a pensar quizás realmente no deseamos lo que queremos.

Desde el punto de vista de las Ciencias Sociales se comienza a estudiar la felicidad como un fenómeno. La felicidad es definida como un estado subjetivo de bienestar. La felicidad es algo que sentimos. En un sentimiento de placer inmediato o una sensación de conformidad y bienestar con la forma en que nuestra vida discurre. De los diferentes estudios que se han llevado a cabo el descubrimiento más importante es que la felicidad no depende realmente de nuestras condiciones objetivas o de la riqueza de nuestra sociedad. Al contrario, la felicidad depende por encima de todo, en la correlación entre las expectativas y las condiciones. Esto significa que no se es más feliz porque nuestra condición objetiva sea x. Se es más feliz porque nuestras expectativas, cualquiera que estas sean, se han cumplido.

Esta linea de pensamiento sobre la felicidad tiene fuertes implicaciones a la hora de analizar la historia de nuestras sociedades. Uno de estos mecanismos descubiertos de la satisfacción humana es que cuando los cosas mejoran, nuestras expectativas se disparan. Esperamos mucho más cuando se produce una significativa mejora de las condiciones objetivas y esto nos lleva a la insatisfacción porque esperamos más que antes y más si tenemos el mandato moderno de ser felices a toda costa.

Otra interesante conclusión de estos estudios es que si la felicidad esta determinada por las expectativas, dos de los pilares centrales de nuestra sociedad moderna como son los medios de comunicación y la publicidad, no están trabajando precisamente para asegurar el bienestar con sentido sino para que la gente no se sienta bien a pesar de la gran mejora objetiva en las condiciones materiales de nuestra sociedad. Al exponernos continuamente a mejores productos y formas de vida trabajan en incrementar nuestras expectativas para que consumamos más.

La felicidad también se ha estudiado desde otros ámbitos del conocimiento como el de la Biología y llegan a conclusiones similares a los científicos sociales de lo subjetivo de la felicidad aunque con una perspectiva diferente. Los biólogos argumentan que nuestro mundo mental y emocional esta gobernado por mecanismos bioquímicos que fueron modelados durante millones de años de evolución. Como otros estados mentales, nuestra felicidad, nuestro estado subjetivo de bienestar, no es determinado por factores externos como nuestro salario o la situación política de nuestro país sino que es determinado por un complejo, interno sistema biológico de nervios y neuronas y sinapsis en el cerebro y por varias sustancias bioquímicas como la serotonina, la dopamina o la oxitocina. Todo esto controla nuestro humor y nuestro placer, felicidad o tristeza. Una persona que gana la lotería salta de felicidad porque esta reaccionando a varias hormonas en el torrente sanguíneo y a señales eléctricas en el cerebro.

La evolución parece que nos ha programado para mantener nuestros niveles de felicidad bastante constantes. La felicidad y la tristeza juegan un papel en la evolución para promover o no la supervivencia y la reproducción. La evolución nos ha llevado a no ser ni demasiado felices ni demasiado miserables. Esta perspectiva biológica circunscribe la felicidad a disfrutar internamente de sensaciones placenteras el mayor tiempo posible y esto sólo puede conseguirse mediante la ayuda de drogas u otros tratamientos médicos. El dinero, el status social, grandes casas no proporcionan la felicidad. Nuestros sistema biológico se adapta y reduce la sensación placentera.  La felicidad duradera viene únicamente de los compuestos bioquímicos que hay internamente en nuestro cuerpo y que pueden fomentarse con los medicamentos (Prozac) o drogas sintéticas adecuadas. La felicidad es el soma del mundo feliz de Aldous Huxley.

Finalmente desde una perspectiva mas holística podemos decir que quizás la felicidad no es confort, no es placer; por encima de todo esto es encontrar sentido en lo que hacemos a pesar de que esto suponga pasar a veces por malos tiempos o dificultades. Si la felicidad depende del sentido en la época actual jugamos con desventaja si lo comparamos por ejemplo con la época medieval donde el sentido religioso de la vida humana era omnipresente. Puede que el mundo postmoderno haya fragmentado o destruido cualquier intento de sentido absoluto pero la clave para ser feliz esta en sincronizar nuestras ilusiones con las de nuestra comunidad y la gente que nos rodea. Si nuestra historia personal encaja  y esta en línea con las de las personas que nos rodean podemos convencernos que nuestra vida tiene sentido y encontrar así la felicidad y la satisfacción. No conformarnos con lo que nos ofrecen sino en dar un sentido interno a lo que hacemos. La felicidad esta en dar sentido a nuestra vida con los demás.







domingo, 1 de diciembre de 2013

El Capitalismo somos todos: politizando el futuro


Con la crisis económica actual hay una sobreexposición a hablar sobre el Capitalismo. Es algo que tenemos en muchos discursos o en los medios de comunicación casi a diario. Hace no muchos años la palabra capitalismo era algo antiguo y fuera de la moda, como hablar por ejemplo también de imperialismo. Y estos discursos suelen ser muy retóricos, normalmente desfavorables y muy encendidos, pero no nos damos cuenta de que el capitalismo esta dentro de nosotros.

Tenemos discursos muy críticos con el Capitalismo, pero el Capitalismo somos todos y no lo vemos. Hablamos de transformar la sociedad pero en el fondo no estamos transformando nuestras actitudes, expectativas, costumbres, a lo que estamos dispuestos a renunciar y a hacer . Debemos asumir nuestra parte de responsabilidad: aquí nos han metido, pero también nos hemos metido; no nos están dejando salir, pero quizás debemos hacer algo más para salir.

Una de las principales características que marcan la actual globalización es que aunque estemos en crisis, es una crisis interna del Capitalismo: se resolverá dentro de su propia lógica y sin prever un cambio de sistema. Como nos advierte clarividentemente el filósofo alemán Jürgen Habermas, es poco serio fundar una teoría alternativa en la expectativa de un big bang, de una explosión revolucionaria que nos devuelva al comunismo o sistemas similares. No se debe despreciar la capacidad de aprendizaje del Capitalismo. Lo esencial del Capitalismo es que se trata de un sistema dinámico a modo de artefacto que debe moverse para funcionar (crecer, desarrollar, destruir, extenderse) y que es  capaz de transformarse y seguir. Es una economía del tiempo.

La crisis económica actual refleja la incapacidad estructural del orden capitalista para eliminar las injusticias sociales (exclusión, precariedad...), pero una de las ventajas del Capitalismo es que en su dinámica temporal podría ser deformado desde dentro hasta hacerse irreconocible. En el fondo es seguramente la falta de una amplia acción política de las élites y de una base social la que este provocando gran parte de las consecuencias negativas actuales de la crisis.

Vivimos en un tiempo en que lo político carece de prestigio, estamos en la época de la despolitización: el lenguaje debe ser neutro y políticamente correcto; la moralidad debe ser al estilo kantiano: homogénea y universal, sin atender a las diferencias y despolitizando la acción humana; cuestionamos la representación y nuestros representantes políticos como espacio legitimo para hacer política, fragmentamos la acción individual hasta hacerla irrelevante.

Necesitamos seguramente politizar de nuevo muchas de nuestras problemáticas: discutir sin restricciones en el ágora pública lo que consideremos importante. No dejar que la economía se repliegue en supuestas ortodoxias técnicas de modelos económicos a aplicar sin discusión por instituciones no elegidas democráticamente. Utilizar  y exponer todo lo importante sin miedo al diálogo público, no como una mera negociación, sino como una conversación que se compromete con la experiencia, a veces difícil,  del otro a la hora de buscar soluciones.


Afortunadamente, están surgiendo a raíz de esta crisis, unas diferentes culturas económicas que desde dentro del Capitalismo lo pueden cambiar o al menos modelar y que están unificadas bajo el objetivo de una superación del consumismo: redes de producción agroecológica, moneda social, redes de intercambio, cooperativas, universidades  libres. Culturas económicas creadas por masas de ex-consumidores que ya no pueden consumir nada más que a sí mismos y que buscan en esta nueva cultura una forma de vida diferente, más humana e incluyente.

Aristóteles ya nos decía que lo que nos caracteriza como humanos es que somos animales políticos (zóon politikon): la política, el diálogo, la discusión en el ágora pública es lo que nos hace realmente humanos. El animal que hay en nosotros saluda al Dios que hay dentro de nosotros en el momento de la politicicidad. Es nuestra responsabilidad prestigiar de nuevo la política como forma de cambiar las cosas y de ejercer realmente como Seres Humanos comprometidos. La política también somos todos.



domingo, 24 de noviembre de 2013

El precariado: ¿una nueva clase social?


Desde una perspectiva macrohistórica podemos decir que las sociedades humanas han ido construyendo de forma lenta sus identidades estables y esferas de seguridad rígidas a su alrededor para protegerlas. Algo que en la actualidad ha quedado desplazado con nuestro sistema actual que fomenta un modo de vida basado en la competitividad, la meritocracia y la flexibilidad. Y sabemos por experiencia que los grandes cambios sociales han provocado siempre, sin excepción, sus damnificados con nuevas formas de exclusión e incluso la aparición de posibles nuevas clases sociales como el precariado.

El economista Guy Standing analiza en esta fase de desarrollo del Capitalismo en su libro "El precariado: una nueva clase social" la aparición en el mundo laboral de una posible nueva clase social que denomina precariado : no es solo una cuestión de empleo inseguro, de duración limitada y con una protección laboral insuficiente: es quedar anclado en un estatus que no ofrece una posibilidad de carrera profesional, ningún sentido de identidad ocupacional seguro y pocos derechos o prestaciones sociales.

En el proceso de globalización anterior se dio un pacto fáustico: existiría un contrato social en el que se pedía a los trabajadores que aceptaran la flexibilización a cambio de medidas que preservaran el empleo total, manteniendo el nivel de vida a través de un consumo que excediera los ingresos y el valor de lo producido a través del endeudamiento. Con el crash del 2008 empezó la nueva etapa: los ingresos disminuyeron y cayeron por debajo del repago de la deuda, rompiéndose el contrato social y lanzando a gran parte de la población (y los Estados) hacia la bancarrota y la precariedad.

La precariedad significa quedar encadenado a un estilo de vida en el que las tareas realizadas no proporcionan una sensación de desarrollo profesional. El lugar de trabajo es cualquier lugar,difuso, no familiar, una zona de inseguridad. Además el precariado se ve sometido a una gran presión sobre el tiempo que dispone. Debe estar siempre disponible y dedicar una cantidad cada vez mayor al trabajo sin que esto le suponga una fiable seguridad económica.

La precariedad implica también la ausencia de una identidad basada en el empleo seguro sometidos a un estilo de vida terciario que implica la multitarea sin control sobre el uso del tiempo, sin una vinculación hacia el futuro construida desde el pasado. Además de su inseguridad en el trabajo y en los ingresos, los miembros del precariado carecen pues de identidad basada en el trabajo. Carecen de ciertos compromisos morales o de comportamiento que definen una identidad profesional. Parecen más forzados nómadas humanos o residentes que ciudadanos plenos. Impelidos a una multitarea que reduce la productividad en cada y cualquier actividad, habituándose a un pensamiento fragmentado que dificulta realizar trabajos de concentración o reflexión; siendo la interacción interrumpida (tareas, internet, smartphones, videojuegos) el nuevo opio del precariado como lo fue la ginebra o la cerveza en la primera generación del proletariado industrial.

El precariado puede ser una nueva clase emergente que no vea ante sí un futuro de seguridad o identidad y que sienta el temor y la frustración, entrando en una nueva guerra consigo mismos al considerarse (injustificadamente) culpables de su suerte. Pero ¿quiénes forman o pueden formar parte del precariado? Como explica el profesor Gonçal Mayos: la evolución última de las sociedades avanzadas hacia la postindustrialización y la sociedad del conocimiento está provocando que prácticamente todo trabajador sea en gran medida un trabajador coginitivo y que el el precariado (o nuevo proletariado) está más representado que nunca por el cognitariado: los tradicionales obreros tienden a ser substituidos por un nuevo tipo de trabajado intelectual o cognitivo, justificado por el neologismo "cognitariado".

Mayos expone que en la actualidad el sector productivo más poderoso y efectivo es el basado en el saber, o más bien, en la ciencia con aplicaciones técnicas y valor económico. Actualmente el hecho de que el trabajo que se tenga que desempeñar sea más bien intelectual o más bien manual no cambia la condición de proletario. Se asociaba, sin mucha reflexión, a los trabajadores cognitivos a la burguesía, clases pudientes y propietarios, cuando en realidad y por principio dependen sólo de su fuerza de trabajo, su cognición. El profesor Mayos nos recuerda que el proletariado era la clase que se caracterizaba por no tener capital: no tenía propiedades y solo se tenía a sí misma, a su familia (prole) y a su fuerza de trabajo. El cognitariado como tal se caracteriza por poseer sólo su cognición: sus capacidades y habilidades cognitivas, es decir, el resultado de su elaborada educación y formación que es ahora su fuerza de trabajo puesta a la venta en el mercado.

Las sociedades avanzadas postindustriales y cognitivas convierten la precariedad en su característica más definitoria con la desaparición de las tradicionales garantías y seguridades (familiares, de clase...), el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la obsolescencia profesional y cognitiva que amenazan con la precariedad a una parte cada vez mayor de la sociedad (incluidos antiguos ejecutivos y miembros de la clase alta). El precariado no es ni víctima, ni villano, ni héroe: somos la mayoría de nosotros.

Posiblemente un paliativo a esta situación es analizar la macrohistoria del Capitalismo, donde vemos que en un momento determinado de su evolución se sustituyeron los lazos familiares y comunitarios, por el Estado y el Mercado ante la promesa de un individualismo emancipatorio que ha resultado seguramente fallido. Volver  el enfoque a los lazos comunitarios, a la familia, a la solidaridad, a la fraternidad, a la intimidad de lo ordinario compartido, es quizás la nueva mirada con perspectiva histórica que proporcione una identidad equitativa a todos sin excepción.


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miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿Hacia dónde va la clase media?: de la excepción a la norma


A raíz de esta crisis que vivimos  una de las preguntas que han surgido con bastante preocupación es ¿hacia dónde va la clase la clase media?. Observamos que una parte de nuestros ciudadanos que vivían dentro de lo que parecía el seguro entorno que proporcionaba las sociedades avanzadas, ahora se ven abocados a una precariedad que ha desestabilizado, para muchos de forma sorpresiva, proyectos de vida que parecían siempre progresar dentro de una estabilidad que conformaba un hábitat confortable.

Desde el mundo de la historia económica se ha planteado que quizás la aparición de la clase media sea una mera anomalía dentro de la macroevolución del Capitalismo. Para el economista James K.Galbraith, la clase media fue la respuesta dada por EEUU del siglo XX a la Europa decimonónica; la respuesta dada por Roosvelt y Lyndon B. Johnson a David Ricardo y Karl Marx; la respuesta a un mundo polarizado entorno a las realidades del capital y el trabajo. El conflicto canónico entre el capitalismo y el mundo obrero organizado se resolvió con la era del sindicalismo industria (Detroit) lo que aceleraría el "New Deal" e impulsaría la "gran sociedad" de Lyndon B. Johnson, confirmando a EEUU como bastión de la clase media.

El período entre 1945 y los años 90 del siglo pasado pudo haber sido una etapa "excepcional" para el Capitalismo; ahora hay argumentos suficientes para considerar que vuelve a sus características "naturales" donde la polarización entre privilegiados y desposeídos sea la norma. Existe un aumento constante de trabajos profesionales bien pagados junto al aumento del empleo mal remunerado y la caída de los sueldos medios. Una poderosa élite financiera y empresarial sostiene las riendas del poder y no muestra signos de ceder en desgaste de su riqueza. Los beneficios del crecimiento están colonizados por grandes empresas y pequeña élites. El objetivo del neoliberalismo seguramente no tenía nada que ver con el aumento de la productividad ni con el crecimiento económico, sino con el reforzamiento (o establecimiento en China y Rusia) de una nueva superélite extractiva, la restauración del la class power. En definitiva: la plutocracia de nuevo.

Y puede que estemos ante una nueva vuelta a la tuerca dentro de la macrohistoria del Capitalismo: la de un Capitalismo sin trabajo que derriba varios mitos: en primer lugar el mito de la impenetrabilidad: en el que resulta ficticio el mundo conceptual del pleno empleo; el derribo del mito de los servicios: que no generan suficientes puestos de trabajo y pueden desplazarse a otros lugares y finalmente el mito de los costes: donde la disminución de los costes no nos saca de la plaga del paro existiendo pocos puestos bien pagados.

Con la posible desaparición de las clases medias (un segmento de la población en condiciones de acceder a los bienes de consumo) desaparecería también un mundo bastante predecible y corriente. Aún así, es muy poco probable que el supuesto "choque" derivado del declive de las clases medias provoque conflictos internacionales, pero sí entre grupos y entre inmigrantes y residentes. Las clases medias en los países emergentes que no encuentran salidas profesionales acordes con su formación, ponen sus miradas en la emigración o la revolución. Algo similar esta ocurriendo en los países desarrollados...

Y con seguridad lo importante es que seamos capaces de detectar  y definir críticamente estas macrotendencias para de este modo intentar influir y cambiar su desarrollo.La Economía y la Política se han convertido directamente en unas doctrinas, en Teologías donde no hay espacio para la discusión y el debate. Han dejado de lado toda su intención científica, toda esperanza de bienestar, toda función instrumental. Esta en nuestra mano cambiar esto mediante el debate y el pensamiento en una sociedad que tenemos que lograr que continué siendo abierta a todos .

Un primer paso puede darse, el próximo 29 de Noviembre donde tiene lugar de forma abierta, en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, el Tercer coloquio macrofilósofico con el tema: Política y conflictos contemporáneos organizado por el profesor Gonçal Mayos y el grupo GIRCHE


http://girchenews.blogspot.com.es/2013/11/iii-colloqui-macrofilosofic.html

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Economía del bien común: generando nuevas alternativas


Muchas veces sentimos que caminamos por senderos ya trazados y de cuyos bordes no podemos salir. Nos parece, normalmente por falta de tiempo, que en nuestro fluir diario no existen mejores alternativas de las que ahora ya recorremos. Pero si miramos con detenimiento a nuestro alrededor, podemos darnos cuenta que mucho de lo que vemos quizás no nos guste. Así, lo que conocemos como mundo económico es un entorno atrincherado en una supuesta complejidad técnica que gestionan solo expertos y cuyas políticas parece que no se puede discutir a pesar de la existencia real de alternativas.

Sentimos con pesar que hay cada vez  una mayor parte de la población que sufre los ajustes de una política económica que excluye a muchos ciudadanos de la posibilidad de intentar llevar una vida digna. Con seguridad nos preguntamos apesadumbradamente si no hay alternativas a esta situación difícil que a muchos les toca vivir. Pero: sí existen modelos económicos alternativos que, a pesar de las críticas y debilidades que técnicamente pueden recibir, llevan implícitos como forma positiva a tomar en consideración esos deseos de mejora y de cambio que todos en nuestro interior tenemos ante una situación que a muchos les parece, con razón, agobiante.

La denominada Economía del bien común del profesor Austriaco Christian Felber es un modelo económico alternativo que se basa en los valores fundamentales que hacen que las relaciones tengan éxito y hacen más felices a las personas: confianza, aprecio, cooperación, solidaridad y voluntad de compartir.

  • La búsqueda del beneficio y la competencia se transforman en esfuerzo hacia el bien común y la cooperación.
  • El éxito económico no se mediría con indicadores de valores de cambio (monetarios) sino con indicadores de utilidades (no monetarios): a nivel macro se sustituye el PIB por el Producto del Bien Común. A nivel micro se sustituiría el balance financiero por el balance del bien común (social, ecológico, democrático y solidario)
  • El beneficio pasa de fin a medio y sirve para lograr el nuevo objetivo de las empresas: la contribución al bien común. El crecimiento económico ya no es el objetivo, las empresas deben buscar un tamaño óptimo y después se liberan de la obligación del crecimiento por el crecimiento para poder cooperar con otras compañías a mejorar el aprendizaje solidario.
  • Se propone una reducción de la jornada laboral a 30/33 horas semanales que permitan a las personas realizar otros aspectos de trabajo comunitario o político. Habría un año sabático cada 10 años de trabajo para dedicarse a temas de interés personal y dejar así puestos de trabajo a desempleados.
  • El liderazgo ya no será de racionalidad con los números, sino de personas que actúan con responsabilidad social, que son compasivos y empáticos y que vean en la participación una oportunidad y un beneficio pensando siempre en la sostenibilidad a largo plazo.
  • Existirían bienes comunales democráticos (commons) a modo de empresa pública en educación, salud, servicios sociales, movilidad y energía.
  • Existiría también un parlamento económico regional y una banca democrática que financiaría en un primer momento al Estado.
  • Habría una dote democrática que limitaría la desigualdad de ingresos y riqueza. Existirían unos ingresos máximos y el exceso se distribuiría a un fondo como dote democrática en forma de fondo intergeneracional.
Estas propuestas, que pueden parecernos utópicas, han recibido una serie de fundamentadas críticas en su mayoría por los defensores del mercado libre. Así por ejemplo, exponen que toda división del trabajo que comporta la economía de mercado libre tiene ya un componente esencialmente cooperativo. Es en el fondo una red de contratos e intercambios de cooperación voluntaria y pacífica.

Además, cualquier persona en una economía de mercado solo es capaz de satisfacer la inmensa mayoría de sus fines si previamente genera riqueza para los demás (contribuye a satisfacer los fines de los demás). Antes de obtener cualquier renta, tenemos que contribuir a fabricar bienes y servicios no para nosotros, sino para los consumidores (y esto consideran que ya es en sí pura cooperación social).

Finalmente, argumentan que determinar las grandes preguntas de la economía: ¿qué producir? ¿quién produce? y ¿Cuándo producir?, no es una cuestión que se pueda decidir asambleariamente por unos pocos. La única forma de averiguar si todos estamos saliendo ganando en cada momento (si cada unidad empresarial acierta o yerra) son los beneficios en competencia y la fijación de precios libre. El mercado es un proceso continuo de prueba y error para descubrir los cursos de acción colectivos más adecuados. Las empresas que no emplean los recursos satisfaciendo a los consumidores simplemente desaparecen dejando paso a empresas eficientes, con beneficios, exitosas y generadoras de valor económico y por tanto, aceptado socialmente.

Quizás el aprendizaje que debamos extraer de todas estas propuestas es que, en primer lugar, la economía no es una ciencia exacta sino una ciencia social que debe centrarse en lo cualitativo, en las personas y no tanto en modelos teóricos cuantitativos a aplicar sin ninguna flexibilidad y  alejados de los deseos y la voluntad de vivir dignamente que a toda persona debemos dar la oportunidad de conseguir. En segundo lugar, y seguramente lo más importante: afortunadamente está inherente en el ADN del espíritu humano el deseo de mejorar y generar creativamente nuevas alternativas. Eso nos garantiza no sólo un futuro mejor, sino el mantenimiento de algo que todos tenemos:  la esperanza y confianza en nosotros mismos como forma de enfrentarnos a cualquier situación difícil que podamos pasar.








domingo, 27 de octubre de 2013

Construir mundos mejores:ejerciendo nuestra libertad positiva

Aunque vivamos en un mundo donde las referencias han desaparecido necesitamos articular cuales son las cuestiones a las que vamos a dar importancia para poder no sólo enfrentarnos a nuestro día a día sino también intentar tener una cierta perspectiva de futuro. La historia Occidental siempre ha basculado entre la tragedia y la revolución: entre un conformismo y aceptación de la dureza con la que a veces nos golpea la realidad y una ansia interna de intentar cambiar las cosas a mejor a través un cierto soplo de esperanza que llamamos Utopía.

Hemos empezado a aceptar que no hay unos fundamentos objetivos ahistóricos que nos guíen y den sentido. Vivimos en un juego lingüístico cuyas reglas pertenecen a él mismo y las vamos descubriendo a medida que jugamos. No hay nada o nadie externo a ese juego que nos ayude o que podamos tomar como referencia para dilucidar un sentido. A pesar de que hay muchas reticencias quizás la solución que tengamos es intentar ser pragmáticos: ser prácticos y sabiendo que estamos inmersos en un juego, intentar vivirlo de la mejor manera posible.

El pragmatismo es una escuela de pensamiento que enfatiza la investigación y la práctica en lugar de buscar los fundamentos o criterios históricos absolutos. Es así una teoría deflacionaria que no busca construir grandes conceptos o entelequias abstractas sino que nos ayuda a enfrentarnos directamente a la realidad. Las palabras no nos hacen estar más cerca de la realidad. Las palabras adquieren sentido cuando las usamos. No hay nada trascendente, no hay una perfección fundacional del mundo. Solo en el juego que jugamos el mundo adquiere sentido.

Creemos en la pragmática, en la práctica, no porque esté más cerca de la realidad, sino porque es el juego en el que estamos dentro desde que nacemos. No hay una fundación, una verdad absoluta  para darnos una respuesta. No hay telos para la práctica política. Sólo existe la posibilidad de reenmarcar el modo en el que pensamos siendo más conscientes de los marcos que actualmente existen.

Debemos quizás practicar una libertad entendida  como positiva: al contrario de la libertad negativa que propugna el liberalismo donde el Estado no se debe meter en los asuntos de la individualidad, la libertad positiva se crea cuando tenemos más posibilidades y solo dentro de una comunidad podemos desarrollarla mediante la participación de cada uno en el poder colectivo compartiendo la potencia que deriva de la convivencia. Las personas solo tienen sentido dentro de la comunidad con la ilusión que el propio concepto de comunidad lleva implícita la noción de solidaridad.

Muchos pensadores postmodernos han sido críticos, deconstructivistas, antifundamentalistas. La propia realidad se nos ha vuelto adversa y dura,  dejándonos a veces ante un vacio en cuya aridez debemos intentar orientar nuestras vidas. Y quizás no haya fundamentos pero si hay instituciones (la familia, la comunidad,amigos…) a las que debemos cuidar y que el constructivismo prágmatico intenta rescatar de esta deriva actual.

En lugar de intentar objetivar, describir o cuantificar el mundo debemos preocuparnos por él. Necesitamos describir las cuestiones que nos importan y debemos cuidarlas y protegerlas.  Hay que pasar del matter of fact al matter of concern. Hay que conscientemente construir en lugar de únicamente criticar y deconstruir.

¿Qué debemos buscar o querer? La única forma de contestarlo es a través de más conversaciones, mayor interacción, más prácticas comunitarias en lugar de pretender buscar un fundamento objetivo. A veces aceptamos algo como verdadero porque no queremos seguir investigando o discutiendo, pero afortunadamente la historia continúa y ya habrá otros que sin duda lo harán.

Es importante tener el ethos de alguien que añade realidad a los problemas de hechos y que no substituye la realidad por entelequias sino que une piezas y construye desde su práctica diaria. Ser aquel que construye un nuevo juego del lenguaje con las cosas, personas y las instituciones que nos importan y debemos cuidar. Además con la globalización tenemos nuevas oportunidades de construcción: la heterogeneidad es una fuente de inspiración y una condición de nuestros juegos lingüísticos contemporáneos. 

Quizás no tengamos fundamentos sólidos en los que apoyarnos pero si existen por el contrario instituciones que funcionan y debemos cuidar y que nos permiten enfrentarnos a la realidad y al juego en el que estamos inmersos, no ya para salir indemnes sino para poder construir las reglas que nos hagan vivirlo mejor y con intensidad. Afortunadamente podemos confiar que más allá del destino (fatum) está el deseo humano de mejorar y construir mundos mejores, porque a lo mejor vivir se trata de eso: Utopía





domingo, 20 de octubre de 2013

El poder del lenguaje: la acción como construcción personal


El mundo social es conflictivo por naturaleza: dado que vivimos en la postmodernidad sufrimos el hecho de que no haya una síntesis o esencia absoluta para tomar como referencia. Podemos intentar concebir una totalidad pero esta debe ser siempre abierta. Al no haber una esencia todo se convierte en relacional: las redes sociales se han convertido ya en un nuevo tipo de capital económico denominado social. Además quizás hemos dejado de lado construcciones como las culturales que podían llegar a ayudarnos a vivir  y relacionarnos mejor intentando superar el conflicto. En la actualidad entendemos que el conocimiento viene dado en exclusividad por el avance de la ciencia y sus diferentes disciplinas como la matemáticas, relegando las manifestaciones culturales al ámbito del ocio o meramente lúdico.

Debemos seguramente volver a repensar que papel podemos dar a la Cultura en una nueva realidad en la que ya no hay objetos fijos sino relaciones: La Cultura introduce en nuestra vida complejidad, nos hace más capaces de responder con instrumentos complejos a la complejidad de la existencia. No por ello seremos más felices, ni mejores personas, porque sabemos que la cultura puede ser edificante o perturbadora. Pero ante la unidimensionalidad en la que a veces se convierte nuestra vida: trabajar, consumir, tener éxito, ser feliz...la Cultura nos da la oportunidad de abrir nuevas posibilidades en nuestras actuaciones, encontrar relaciones donde no las había y desde allí poder construir una identidad elegida por nosotros.El filósofo Zizek nos dice que en el totalitarismo democrático en el que vivimos, ser feliz se convierte en el nuevo mandamiento y el seguirlo no es sino una nueva forma de conformismo; por tanto, debemos ser capaces de encontrar nuevos enfoques a una vida que, desde la permisividad y hedonismo actual, se convierte en una forma de opresión cuando nos obligan a ser felices a toda costa.

Una de las formas para reaccionar ante el conflicto y aprovechar la apertura relacional en que puede convertirse nuestra vida puede ser reformulando la forma en que actuamos mediante el uso de la cultura: para el filósofo Sloterdijk  la esencia del hombre no se encuentra en el trabajo como pensaba Marx, ni en la comunicación, como afirma hoy Habermas, sino en el ejercicio. En el siglo XIX estuvo en lo cognitivo, bajo el signo de la producción y en el siglo XX bajo el de la reflexividad, el futuro debería ser presentado bajo el siglo del ejercicio. La vida humana puede convertirse en una ascesis artística, un resultado de ejercicios y elementos de un modus vivendi que podemos desarrollar en la cuerda floja de la improbabilidad. La acción humana es algo indeterminado al contrario de la acción animal que viene determinada por su naturaleza biológica. Y una de las características que nos diferencian del mundo animal es el uso que damos al lenguaje para creativamente abrir nuevas posibilidades.

El filósofo francés Paul Ricoeur nos introduce el término de identidad narrativa: todos nosotros somos una serie de características (hombres, mujeres, blancos, negros, con una condición social) pero la suma de todo ello no implica lo que seremos o podemos Ser. Nacemos dentro de un lenguaje institucionalizado y con reglas definidas pero a su vez podemos hacer un uso creativo del mismo como capacidad de fundar o refundar nuevas instituciones y formas de vivir. La vida humana es una poética de sí mismo, la unidad narrativa de la vida con el tiempo: el ser humano es una ruta y con el lenguaje vamos interpretando el pasado y construyendo creativamente lo que queremos Ser en futuro. El lenguaje se explicita en los textos,en los libros y con su lectura podemos entrar en mundos diferentes y vernos reflejados en ellos y así poder llegar a Ser nuevas y diferentes personas que no siguen la unidimensionalidad del éxito hedonista y consumista en la que se ha convertido nuestra actualidad. Aquí radica el verdadero poder del lenguaje y la cultura. Como decía Ricoeur: no somos idem sino ipsem.

Finalmente debemos ser conscientes de la capacidad perlocutiva de hacer que tiene el lenguaje: cuando hablamos cambiamos el mundo, hablar es producir efectos. El lenguaje constituye el discurso de la acción humana y tiene el poder potencial del cambiar el mundo. Además el lenguaje es intersubjetivo: pone en relación sujetos negociando conflictos y nos hace salir de nuestras limitaciones internas llevándonos trascendentemente hacia la verdad y nuevas formas de ver nuestra realidad. De aquí la importancia de nuestra formación cultural como forma de creativamente construirnos a nosotros mismos.

Estamos en un mundo donde aunque  nos lo parezca no existen identidades esencialistas ya construidas para nosotros (hombre, mujer, ejecutivo, científica, ama de casa...) sino identidades nómadas que tenemos la oportunidad de improvisar y mediante la acción creativa y el uso del lenguaje y la cultura construir con esa afortunada indeterminación que tiene la acción humana, como forma de mejorarnos a nosotros mismos y al mundo en que vivimos que, como sabemos, necesita urgentemente de nuevas miradas.




domingo, 6 de octubre de 2013

La intensidad: el reto de vivir la propia vida


Ocultado quizás por nuestra absorbente actividad diaria plagada de automatismos, obligaciones y repeticiones constantes, podemos no ser conscientes que una de las grandes características de nuestra época actual es la incapacidad para dar un sentido global a lo que hacemos: los grandes metarrelatos de la modernidad que daban una coherencia vital a los individuos que formaban parte de una comunidad han desaparecido. No existe ya una verdadera esencia, una fundación de todo, un telos o un objetivo absoluto a perseguir. Nos ha quedado a cambio una vida fragmentada que no podemos ni vivir por etapas ya que el stress diario solamente nos deja ser conscientes de instantes fugaces que tan pronto como se iluminan desaparecen y a los que nos cuesta dar una linealidad reflexionada de sentido.

Como decía el filósofo francés Michel Foucault, la función de la filosofía es hacer Ontología del presente: analizar cuál es la situación del nuestro devenir diario como personas para intentar mejorarnos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. La Filosofía debe enseñar a mirar, a pensar y también a actuar. Debe enseñar a vivir. Y una de las cuestiones que analizan en profundidad la Filosofía reciente es como estos discursos de la modernidad basados en el progreso, el poder emancipatorio de la razón  y la evolución de generación a generación hacia una mejor vida ha quedado actualmente en entredicho con la crisis que estamos padeciendo.

Con toda probabilidad una de las causas  de esta situación es la incapacidad de generar nuevas alternativas y al mismo tiempo insistir patológicamente en los mismos patrones. La Escuela de Frankfurt ya nos advirtió que la razón emancipadora de la Ilustración había sido relegada a una peligrosa razón instrumental donde el progreso técnico refuerza el status quo y la dominación por parte de quienes tienen esa capacidad técnica que usan muchas veces de forma opresiva para imponerse a los demás. Ser racional es pues reproducir el status quo. Y todos sabemos desgraciadamente cual es el status quo actual para mucha de nuestra población.

Desde la Filosofía existen afortunadamente análisis y propuestas que nos ayuden a dar esperanza a esta situación que no parece tener salida. Así el mismo Foucault asocia la modernidad como algo en lo que nuestra actitud debe estar orientada al cambio y a la diferencia. Es un tiempo donde, en vez de reproducir la moral burguesa o las modas que dicten nuestros mass media actuales, debemos inventar posibilidades más que confirmar las mismas alternativas. Debemos pensar la realidad como algo que puede ser diferente a lo que es. Estamos encarcelados en una truculenta serie de rutinas diarias que nos agotan. No conformarnos, esa es la actitud.

El hombre moderno no debe buscar la verdadera esencia, una fundación, un telos o un objetivo que otros nos han marcado, sino que debe inventarse a si mismo. Cuidar de sí mismo en la formación de un carácter (ethos) como forma de posteriormente cuidar de los demás (política). La modernidad es el hombre que vive su propia vida sin dejar que las condiciones externas, sea cuales sean, le limiten.

La crítica no sólo es la función kantiana de buscar los límites de los conceptos, la crítica para Foucault es también la transgresión: abrir nuevas posibilidades que no caigan en nuevas formas de represión. No se trata de descubrir algo más en el status quo sino inventar o crear algo diferente. Y esto puede hacerse viviendo nuestra vida ordinaria con intensidad .Como decía la escritora Virginia Woolf  hay que intentar capturar esas "pequeñas iluminaciones como el encendido de una cerilla en la oscuridad" y no la gran epifanía y vivir intensamente la sola intimidad de lo ordinario: priorizar las relaciones con lo nuestros y hacer lo que realmente nos importa ya es un acto transgresor de vivir conscientemente la propia vida.

La dialéctica de la vida puede entenderse como la oposición de vivirla con intensidad o con normalidad y conformidad social. Ser conscientes de la importancia de vivir intensamente nuestra propia intimidad de lo ordinario nos abrirá nuevas posibilidades En el fondo, no hay que encontrarse a uno mismo por caminos que otros delimitan sino ser transgresor y producirse uno mismo en lo ordinario de cada día. Aquí radica el verdadero reto: vivir nuestra propia vida .





domingo, 29 de septiembre de 2013

La desigualdad: el reto moral de este siglo


Una de las cuestiones que capturan más nuestra atención con cada vez mayor preocupación son las crecientes diferencias que observamos entre los diversos miembros que conforman nuestras sociedades. Sabemos que todos partimos de talentos diferentes y por tanto desiguales y esta desigualdad en el talento va a implicar que la desigualdad social sea inevitable. Esta creciente diferenciación y jerarquización entre ciudadanos esta teniendo consecuencias negativas no sólo en los ámbitos económicos o sociales, sino también en los personales. Y estos son cada vez más palpables ya que ahora llegan al verdadero pilar de las sociedades avanzadas: la clase media.

Desde el punto de vista económico, el economista Antón Costas nos expone, a modo de advertencia, que la lógica actual desigualitaria del Capitalismo financiero en que vivimos choca con la lógica igualitaria de la Democracia. La política económica reciente sigue la lógica de intentar prolongar un modelo de crecimiento basado en la desigualdad a través  de burbujas crediticias y endeudamiento que lo que han hecho ha sido simplemente profundizar en la desigualdad; donde los más afectados han sido personas sin recursos que han acabado endeudados y posteriormente en bancarrota.

Según Costas, la desigualdad actúa como poderoso disolvente de los fundamentos del crecimiento económico y del progreso social: corrompe a las sociedades desde dentro al consolidar los prejuicios de los que están en la parte de arriba hacia los que están más abajo en la escala social. La principal afirmación, cuyo valor demostrativo sería inmenso, es que la desigualdad no permite a la economía de mercado funcionar de forma eficiente: la comunidad de sentimientos o "simpatía" es fundamental para que las decisiones orientadas a la búsqueda del propio interés beneficien, a la vez, el bienestar del conjunto de la sociedad. La desigualdad acentúa la inestabilidad macroeconómica y hace más volátil el ciclo económico, favoreciendo la aparición de burbujas y crisis recurrentes. La desigualdad actual es por tanto, el resultado de un cambio de poder económico a favor del sector financiero.

Siguiendo a Adam Smith, la corrupción de los sentimientos morales ha provocado una quiebra moral de la economía de mercado: desprendida del contenido moral, las motivaciones humanas que mueven los mercados se apoyan en una ética coja. El principio moral de simpatía es una especie de pegamento indispensable para que las motivaciones humanas que dirigen la búsqueda del interés privado logren conciliarse con el interés general o el bien común de la sociedad.

Uno de los retos principales de los próximos años será reconciliar Capitalismo con igualdad. La austeridad es una política a favor de los acreedores y en perjuicio de los deudores, intensificando la desigualdad. El ideario económico y social que se sigue actualmente en Alemania es un claro ejemplo de esta problemática:

  • La idea central es la competitividad: la democracia acorde con el mercado (Marktkonforme Demokratie). En lugar de rodear y limitar democráticamente el mercado, la democracia debe ser recortada de acuerdo con el mercado.
  • Es una ideología más fundamentalista de mercado que solidaria. Relativiza la desigualdad y no garantiza la cobertura de las necesidades vitales básicas
  • Finalmente existe una obsesión por la demografía. La regla 7/25/50: somos en Europa el 7% de la población mundial, producimos el 25% del PIB mundial y gastamos el 50% del coste social planetario. Abriendo de este modo el terreno para el recorte del gasto social.
Otro de los grandes análisis de las consecuencias de la desigualdad vienen desde el lado sociológico: Zygmunt Bauman y Richard Sennett son dos sociólogos que analizan magistralmente las consecuencias sociales y personales  que la creciente desigualdad están provocando.

Zygmunt Bauman nos expone que la gente a lo que hoy tiene miedo no es a ser vigilada constantemente a modo de un Gran Hermano, sino lo que la gente tiene miedo es a ser excluida, desechada, abandonada. Vivimos en una sociedad confesional: quieres que más y más gente sepa lo que estás haciendo (vía facebook, twitter,instagram,..), tenemos miedo de romper lazos sociales, de ser desiguales, de la exclusión amenazante,de la soledad. 

Por otro lado Bauman explica que somos adictos a la seguridad: lo que la gente busca, y teme no tener, es seguridad existencial. No teme a terroristas, sino a perder su posición social. En el mundo laboral vales sólo lo que tú ultimo éxito en el mercado de trabajo. Y los Estados sufren déficit de poder: no pueden asegurarnos ya contra el desempleo, la vejez,... La seguridad existencial es algo que cae fuera del control de los políticos. Muchas de estas funciones han sido ya privatizadas y su acceso es por nivel de renta ya de por sí desigual. Los políticos se centran únicamente en la seguridad física contra los terroristas y otras amenazas más o menos reales.

Finalmente el sociólogo Richard Sennett analiza qué significa respeto en una sociedad basada en la desigualdad: la sociedad ha buscado relaciones respetuosas a través de la dignidad del trabajo y esto dada las características y situación de escasez del trabajo contemporáneo, profundiza las desigualdades. La institucionalización del talento como fuente de prestigio y éxito laboral da origen a la meritocracia pero a su vez tiene un lado peligroso: la dependencia y falta de autonomía de los excluidos, de los menos talentosos. La autonomía es la clave para la igualdad y el respeto. Hay que seguir pues los tres códigos modernos de respeto: hacer algo por sí mismo, cuidar de sí mismo y ayudar a los demás a ser autónomos. 

En la construcción de una sociedad más igualitaria donde el bien común sea el fin último y también ayudando a la eficiencia económica, está en nuestras manos el aceptar de los otros lo que no podemos entender de ellos. Tratar al otro en igualdad de condiciones. La conexión respetuosa se establece cuando se reconocen los límites y posibilidades del otro. No excluyendo y asumiendo la diferencia como una factor entre otros más y comprendiendo que todas las personas están dotadas de talento es como nos ganaremos no sólo su respeto sino también el más importante: el respeto moral a uno mismo. 




domingo, 15 de septiembre de 2013

¿Qué es tener un buen carácter?: eligiendo nuestra personalidad


Como Montaigne seguramente secundaría, podemos decir que Vivir ya es un trabajo, es más: es el principal de ellos. Y el ¿cómo vivir? una de las preguntas más difíciles. Todos tenemos que dar siempre respuesta a situaciones que en nuestro devenir vital tenemos que afrontar. La forma en como reaccionamos viene determinado por nuestro carácter y nuestra personalidad. Reflexionar, ser conscientes de como se construye nuestra personalidad y como podemos influir en nuestro carácter, nos dará una amplitud de miras que muchas veces sin duda necesitaremos para dar una respuesta adecuada a situaciones complicadas.


El filósofo José Antonio Marina reflexiona en su libro "El aprendizaje de la sabiduría" en como el pensamiento puede enseñarnos no sólo a vivir sino también a convivir y como la sabiduría puede entenderse como una inteligencia vital que puede aprenderse si dedicamos el tiempo necesario a reflexionar sobre el cómo deberíamos vivir.

En primer lugar hay que ser conscientes de que todos poseemos una personalidad que se compone de un carácter más un proyecto. Y que esta personalidad (carácter+proyecto vital) puede ser elegida aunque pueda parecernos difícil. 

Una personalidad elegida se define por tres elementos: 

  1. Un proyecto vital
  2. La negociación con nuestro propio carácter.
  3. La negociación con la realidad.
El desarrollo de la personalidad es un proceso dinámico donde el sujeto tiene que pasar de la posibilidad a la acción. La personalidad determina la acción y al mismo tiempo es determinada por ella y ambos elementos influyen en la realidad en un dinamismo plural y recíproco en el cual podemos desarrollar nuestro proyecto vital.

Cabe preguntarse en el siguiente paso: ¿Qué es tener un buen carácter?. Muchas veces solemos identificar el tener carácter con una el tener una posición fuerte ante los acontecimientos, pero significa eso que tenemos un buen carácter o que simplemente tratamos de imponernos ante los demás dado que no somos capaces de negociar con nuestro propio carácter.

Jose Antonio Marina nos expone que lejos de algunas  creencias de que el carácter viene muy determinado, es no solo posible, sino deseable construir responsablemente un buen carácter. Identifica el buen carácter  con aquel que posee muchos recursos íntimos. Los recursos son aquellas capacidades que nos ponen en buenas condiciones para alcanzar la felicidad y la dignidad. Los recursos implican creencias, sentimientos y hábitos operativos. Son grandes aretés (virtudes) clásicas que nos llevan a la felicidad. Aristóteles ya nos decía que la felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud.

El último paso que nos queda es construir los componentes que nos quedan para hacer un retrato del buen carácter. Existen doce recursos fundamentales que componen un buen carácter:
  1. Seguridad básica: debemos poder vivir en un ambiente estable que proporcione crecimiento intelectual y afectivo.
  2. Temple o equilibrio afectivo: es ajustarse bien al momento (kairos) en el que vivamos. Atemperamiento a la realidad y equilibrio personal.
  3. Sabiduría: es el talento para hacer las preguntas adecuadas y buscar las buenas respuestas, es la poética del vivir. Elaborar un sistema de creencias adecuadas y correctas sobre el mundo.
  4. Fortaleza: es el coraje de emprender y el coraje de perseverar. Atreverse y resistir son los dos componentes de la fortaleza.
  5. Diligencia: es la sabiduría del tiempo, a medio camino entre la procastinación  (dejar las cosas para otro día) y la precipitación.
  6. Autonomía responsable: es saber dar cuenta de lo que se hace y tener conciencia clara de las consecuencias de nuestros actos.
  7. Creatividad: es descubrir posibilidades en la realidad. En esa poética creadora descubriremos ese sentimiento de flujo que la producción creadora nos ofrece.
  8. Alegría: es la experiencia de la plenitud ante el aumento de las posibilidades. Como decía Spinoza: cuando el hombre siente su poder, se alegra.
  9. Sociabilidad: es la aptitud para la convivencia. Es reconocer que las otras personas pueden ser fuente de satisfacciones y no sólo de decepciones, exigencias y amenazas. Nuestra felicidad depende de que sepamos integrarnos en un proyecto social, colaboremos y nos sintamos queridos.
  10. Compasión: es el fundamento de la solidaridad. Comienza como sentimiento y acaba como hábito. Es la conducta de cuidado y lucha mancomunada contra el dolor. Si no salvo mis circunstancias, no me salvo yo.
  11. Respeto: es el sentimiento adecuado hacia todo lo valioso. El gran avance de nuestra especie ha sido aceptar que todos somos animales racionales dotados de dignidad que siempre debemos respetar.
  12. Sentido de la Justicia: es saber buscar el equilibrio, reconocer la igualdad que hay en el otro.
Trabajar reflexivamente nuestros recursos, saber compensar los que no tengamos suficientemente desarrollados, es sin duda uno de los caminos para poder decir que, lejos de escondernos en un carácter heredado, intentamos construir responsablemente nuestro propio buen carácter. Y en la filosofía podemos encontrar una guía ya que nos enseña a mirar, a pensar y también a actuar. Como dice el filósofo francés Pierre Hadot hay que transformar ética y estéticamente lo cotidiano, vivir con alegría, gozar de estar vivo. Ahora ya con nuestra personalidad y buen carácter responsablemente elegido.








domingo, 8 de septiembre de 2013

Del Capitalismo Cognitivo a la Sociedad de la Ignorancia

Estamos acostumbrados a vivir bombardeados por datos, imágenes, palabras o eslóganes. Forma parte de nuestro acontecer diario el estar inmersos en flujos de información que se actualizan continuamente. También nos sobreviene en muchas ocasiones esa sensación de vernos sobrepasados por la imperiosa necesidad de ser constantemente conscientes de cada información que cambia. El esfuerzo perceptivo requerido para estar al día actualmente puede llegar a parecernos, con certeza, una tarea más propia de titanes que de humanos. Podemos decir con seguridad que nuestro sistema económico ha evolucionado desde un sistema industrial de objetos materiales hacía uno de datos inmateriales que denominamos como Capitalismo Cognitivo.

El economista italiano Andrea Fumagalli define la base del nuevo Capitalismo Cognitivo en el que vivimos como la explotación de las capacidades lingüísticas, cognitivas y relacionales de los individuos. Es un nuevo paradigma económico que tiene como objeto de intercambio, acumulación y valorización, las facultades vitales de los seres humano: en primer lugar el lenguaje y la capacidad de generar conocimiento. Este sistema intenta la subsunción total de la vida en capital: a modo de biopoder económico, establece una difusión de dispositivos de control sobre las actividades sociales con el fin de transformarlas en relaciones económicas productivas.

El Capitalismo Cognitivo Bioeconómico tiene una serie de características que le definen:

  • El proceso de acumulación y valoración de este sistema tiende a fundarse en la vida puesta a trabajar. El conocimiento es el motor de acumulación. La producción de valor se da cada vez más con los elementos inmateriales (relacionales, sentimentales, cerebrales..). Hay un desmaterialización del capital fijo hacia una transferencia de las funciones productivas al cuerpo vivo: bios. Un paso de las tecnologías mecánicas a las lingüístico-comunicativas a través de la Tecnología de la información y del trabajo en red. La vida misma es puesta en valor. Esto se lleva a través de la valorización de las diferencias que cada individuo lleva consigo.
  • El proceso de realización de este sistema se lleva a cabo a través del consumo y de la creación de imaginarios a modo de estilos de vida. El proceso se torna bioeconómico: importan los modus vivendi y su comunicación como actos lingüísticos. Esto provoca una terciarización del consumo donde el cliente es el centro y es el consumo el que arrastra a la producción y no al revés como ocurría en el sistema industrial.
  • La prestación laboral esta caracterizada por la diferencia: lo que los empleadores valorizan en la diferencia cognitiva que cada individuo pueda aportar. Se realiza una nueva división del trabajo, esta vez cognitiva. Al individualizar la prestación laboral aparece con fuerza el sujeto precario y también autónomo. Además surge también la problemática de la obsolescencia cognitiva de los trabajadores que no pueden mantener el ritmo de reciclaje de conocimientos que este nuevo sistema requiere. Las negociaciones laborales, si existen, se focalizan en encontrar el mejor mix de flexseguridad. Esto no evita el problema del incremento de la desigualdad y la exclusión de las personas que no tienen suficientes capacidades cognitivas para ser productivos en esta nueva sociedad.
  • Existe una centralidad de los mercados financieros que financian la actividad de acumulación cognitiva y, sustituyendo al Sector Público, hacen de papel multiplicador de la economía y de la distribución de ingresos. Asistimos a una privatización de la reproducción de la vida con un desmantelamiento del Estado del Bienestar en muchos países.
  • El beneficio no es simplemente el producto de una inversión en stock de capital físico sino que depende de la utilización de un patrimonio social (conocimientos, relaciones, sentimientos...) que debe ser controlado y explotado (redes sociales, consumo por estilo de vida...) con fines privados. La producción de dinero ya no se hace sólo mediante mercancías al estilo Fordista sino también por medio de conocimientos.

Este nuevo tipo de Capitalismo cognitivo ha llevado a plantearse que puede que la evolución de la sociedad del conocimiento sea un proceso que no sea positivo como unánimemente se ha pensado y que por el contrario, quizás vivamos en una Sociedad de la Ignorancia o de la incultura . El profesor Gonçal Mayos nos expone que hay mucha parte de la población que es incapaz de hacerse cargo reflexivamente de las problemáticas humanas en conjunto ante la avalancha de datos que sufre. El conocimiento parece seguir un proceso geométrico al estilo Malthusiano, mientras que nuestra capacidad individual de saber y procesar sigue uno aritmético. 

La obsolescencia cognitiva de los ciudadanos es cada vez una amenaza mayor, así como la incapacidad de la ciudadanía para atender las dificultades globales. Esto puede suponer un peligro para la democracia porque lejos de empoderar a la población para resolver problemas, dejamos estos en manos de expertos (políticos y técnicos) de cuyo control democrático normalmente desistimos. Aparece pues una nueva alienación postmoderna que se fundamente en actitudes escapistas de gran parte del población ante el proceso geométrico malthusiano del saber. Y se refugian en una sociedad de la incultura donde el espectáculo, el simulacro y el vacío son fomentados y radiados por todos los medios de comunicación.

Pero una vez hecho el diagnóstico, existen afortunadamente motivos para la esperanza: la propuesta del profesor Mayos para hacer frente a esta Sociedad de la Ignorancia es volver a empoderar la población mediante la recuperación de los saberes de Cultura General que devuelva la capacidad reflexiva como base de cualquier saber y de este modo participen con fundamento en una sociedad que, con los retos que tiene, no podemos dejar por desistimiento en expertos interesados. Aristóteles ya supo sabiamente definir el fundamento del ser humano: el hombre es un animal social (zóon politikon). Seamos pues dignos de nuestra naturaleza y no renunciemos a nuestra propia formación como forma de empoderarnos reflexivamente y así tomar las mejores decisiones ante la necesidad urgente de mejorar la sociedad en la que vivimos.