martes, 13 de diciembre de 2011

La poética de uno mismo: siendo pragmáticos


El secreto de la vida quizás radique en dejarse vencer por ella al ponerse en la piel del otro. Se trata de recorrer nuestra realidad como el  flâneur (paseante) de Baudelaire que recorre activamente la ciudad para vivirla. En este atento paseo habrá observaciones que reclamen nuestra atención a modo de pensamientos pasajeros y que nos permitirán captar la esencia real de las cosas y de los demás.

Como decía el filósofo Bergson, la intuición va en la dirección de la vida: en ese tratar de ver el mundo en términos de nuestra sensación de cómo se despliega el tiempo, nuestro propio tiempo interior y la sensación de los varios tiempos externos que se despliegan en la ciudad por la que caminamos. Nuestra intuición está ligada al élan vital, un impulso vital (vitalismo) que interpreta el flujo de la realidad como una sensación de tiempo y permite una aprehensión directa de la verdad y de los otros.



En cierto sentido debemos también tratar de crear nuestra propia esencia como personas buscando ese acto creador, poético, en la narrativa de nuestra actividad diaria. La fuerza de la persona humana radica en el empeño de producir y crear aquello que todavía no existe, en una actividad que proporcione lo mejor a todos desde el desarrollo de nuestra propia singularidad.

Y en esa acción esta la  verdadera creación personal de valor ya que como decía Aristóteles los discursos inspiran menos confianza que las acciones. El, injustamente denostado, discurso pragmático ya nos dice que a veces hay que apartar la mirada de los principios y discursos más o menos interesados y dirigirla hacia las consecuencias. La verdad de una idea depende de su utilidad, es decir, de que sea apta o no para lo que de ella se espera. La actividad en el fondo es en muchas ocasiones superior al conocimiento.

Si somos capaces de entender la realidad como un proceso (life is a work in progress) la sustancia última de la vida es nuestra experiencia activa de esa realidad que está aún haciéndose y en la que podemos determinar a partir de nuestras acciones, las creencias que a través de los acontecimientos se harán ciertas.

En la poética construcción de uno mismo tenemos el derecho a creer que a través de nuestra pragmática, de nuestros actos y decisiones, se haga la diferencia y que nuestra creencia se torne cierta y habitable no sólo para nosotros, sino sobretodo para los demás. Eso nos hará sin duda personas esencialmente creíbles.

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