domingo, 5 de junio de 2011

Geografías imaginadas: de la periferia a nuestro centro vital

Si nos detenemos un instante y dejamos fluir libremente nuestros pensamientos sobre los espacios físicos que han sido significativos para nosotros, quizás descubramos que gran parte de lo que recordamos o pretendamos conocer sobre ellos no deja de ser imaginado. Muchas veces urdimos nuestra geografía particular con sensaciones, imágenes o paisajes en los que nunca hemos estado físicamente.

Esta geografía imaginada forma parte consustancial de nuestros deseos, sueños y forma de ver la vida. Crear nuevos mundos ha sido desde siempre uno de los grandes empresas del ser humano abordada desde la literatura, el arte y hasta la época de los descubrimientos. Imaginar y recrear nuevos espacios para seres en esencia nómadas como nosotros, ha sido y será siempre parte de nuestro centro vital para hacer nuestro mundo particular más habitable.

Recientemente y cada vez con mayor frecuencia, oímos hablar de nuestra querida Península Ibérica y otros países del sur de Europa como periferia alejada de un centro geográfico en el que ahora el péndulo de nuestro mundo moderno, hace pivotar en exclusiva sobre lo económico.

Un mundo y una geografía construida para nosotros, desde salas de casino bursátiles llenas de diferenciales peligrosos donde la imaginación no pasa de ser un elemento desbordado y claramente abrumado por la cascada de datos instantáneos reales que fluyen en sus pantallas cual oráculos infalibles.



Y uno no puede evitar sonreír interiormente y pensar que nuestra ahora recién adquirida condición periférica como peninsulares, quizás no sea más que la confirmación evidente de que el mundo actual en crisis ha adquirido una deriva preocupante y ha perdido sin remisión su centro de gravedad permanente ya que en el fondo desprecia tradiciones culturales como la latina o griega que forman parte esencial y, sin la cual no explicaríamos, lo que somos o pensamos como Occidentales.


Cobra si cabe mayor fuerza en los tiempos que corren, la propuesta del escritor y premio Nobel portugués José Saramago cuando no proponía separar a modo de balsa de piedra a la Peninsula Ibérica para dejarla a su propia deriva, lejos de un Europa que tiene nuevos bárbaros e incomprensibles centros vitales para los ciudadanos de latitudes periféricas.
 

Afortunadamente para reconciliarnos con nuestras geografías personales nos quedará siempre nuestro querido Mar Mediterráneo que por ser eterno nunca ha dejado de ser central en los sentimientos, forma de ser y pensar de muchas personas en todos los continentes y a los que artistas como Serrat cantan con magistral querencia periférica.

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