martes, 16 de julio de 2013

Filosofía de los derechos: recuperando la buena vida.





Nuestra sociedad y sistema económico están dirigidos por un pensamiento que prioriza la gestión técnica y científica de nuestra actividad diaria. Una de las denuncias que se han hecho desde el campo de la Filosofía Política es que el liberalismo moderno y el pensamiento capitalista se mantiene estrictamente en el campo factual positivo entre lo que es y lo que debe ser, apartando los valores en la política y la economía.


El pensador Leo Strauss expuso clarividentemente que lo que es necesario es un profundo conocimiento filosófico del sentido del Ser Humano y los conceptos como la Justicia, la Nobleza o la Buena vida. Entre las diferentes libertades de las que el estado liberal está tan orgulloso, debería existir la libertad de no vivir estereotipadamente como un típico burgués urbano. La sociedad moderna y el pensamiento capitalista que se originó con Hobbes y Locke están fundados en los valores más bajos de la humanidad: el deseo, el egoísmo y la codicia. Nuestra modernidad debería incorporar la discusión del verdadero valor de la vida que prevaleció en la antigüedad.

Antes los acontecimientos de corrupción que tristemente padecemos, la política debería volverse otra vez hacia el conocimiento de la naturaleza humana y su valor, permitiendo a cada persona el suficiente espacio para su desarrollo intelectual y autorealización. Este pensamiento tiene una visión conservadora donde el principal llamamiento que se hace es hacia una revolución ideológica y no material. No se quiere cambiar la forma en como los bienes se distribuyen sino desplazar la gestión, la tecnología y el progreso como los principales valores de la sociedad moderna. Y descubrir mediante la educación cuales son los elementos personales que nos garanticen una buena vida, justa y noble. Algo que parece que ha quedado antiguo ante el mandato del éxito y la acumulación material a los que nos vemos continuamente sometidos y al cual nuestros políticos no son ajenos como sabemos.

Hay una fascinante relación entre la Filosofía Moral y la Teoría económica. Aunque parecen que las fronteras están claras y distantes, en realidad, aunque nos resulte extraño,  la economía surge de la Filosofía Moral en su consolidación como conocimiento científico autónomo en el siglo XVIII. En esa presunta cientificidad y positividad analítica es donde la economía se fundamenta e intenta controlar la realidad mediante la prescripción de políticas que llegan a abarcar todos los ámbitos de nuestra vida. Pero este cientifismo positivo en el fondo tampoco es válido como única forma válida de gestión social y más si esta basado en pseudovalores como la codicia o el egoísmo. Los criterios normativos  que democráticamente nos demos, como por ejemplo una Filosofía de derechos que haga de la búsqueda del bien común su principal principio, sólo por el mero mérito interno de una discusión participativa y comunicativa  pueden ya ser válidos como forma de gobierno social.


Estos criterios normativos no consecuencialistas forman parte del rescate que la Filosofía moral debería hacer sin complejos de la economía y la sociedad que esta creando. Criterios técnicos tan interiorizados por nosotros como la eficiencia económica o el coste-beneficio son también intrínsecamente criterios tan  normativos como los de una Filosofía de derechos y el bien común democráticamente decididos . La economía positiva en última instancia, solo puede ser capaz de descubrir paradojas en los criterios normativos, pero no crearlos. Por eso se hace tan necesaria la formación en Humanidades que desarrolle el sentido crítico de nuestros dirigentes y políticos y amplíe la perspectiva hacia lo que realmente nuestros clásicos ya supieron sabiamente ver: la buena vida y el bien común. Y normalmente esto tiene poco que ver con elementos materiales y más con la relación con los demás y la activa formación del propio carácter para llegar a Ser lo que uno Es. Bienvenido sea pues este tipo de realmente necesarios rescates.




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