miércoles, 24 de julio de 2013

El Capitalismo libertario: del control a la libertad interior.


Tras la caída del muro de Berlín se propagó sin cortapisas la idea que el Capitalismo y la democracia habían ganado la gran batalla ideológica del siglo pasado. Parecía que la Historia entendida como una dialéctica entre Comunismo y Capitalismo con un sentido direccional de progreso había seleccionado al libre mercado como la última y su más lograda construcción . Y que uno de sus grandes estandartes como era la libertad había vencido para siempre. Comprobamos ahora con cierto asombro, que tras los últimas revelaciones de espionaje informático en la red por parte de algunos países, quizás nuestra supuesta libertad personal y social no pase de ser una libertad vigilada. Y esto nos ha devuelto a imágenes de un Estado omnipresente Orwelliano al estilo de la obra 1984.

Surge la pregunta de si el control estatal es al final una característica constituyente de cualquier sistema social como mal menor necesario para asegurar una supuesta convivencia ideal o si por el contrario existen alternativas teóricas a esa libertad vigilada por parte del Estado en la que parece que todos vivimos. Desde el punto de vista de la Filosofía política teórica hay una propuesta clara de libertarismo que viene, aunque pueda parecer sorprendente, desde dentro del propio capitalismo y es el denominado Capitalismo libertario: se desarrolla con un presentación sofisticada por parte del economista y premio Nobel Friedrich August von Hayek en el que aunque él se consideraba un demócrata, se le puede calificar más bien como un defensor de la libertad individual y de crítico con las ideas de soberanía y gobierno ilimitado que a menudo se asocian con la democracia. La condición fundamental de la libertad es que se permitiera a todos los individuos utilizar su conocimiento para llevar a cabo sus propósitos, sólo con el obstáculo de una normativa de conducta justa. El Estado democrático debe tener un papel limitado con un gobierno mínimo que asegure las condiciones necesarias para que el orden espontáneo que produce el mercado y que él denomina catalaxia se pueda producir.


Posteriormente el pensador Robert Nozick cambia magistralmente la perspectiva anterior donde la pregunta fundamental era como se podían conciliar los derechos de los individuos con el intervencionismo público para pasar a preguntarse cuál es el espacio que los derechos individuales pueden permitir al Estado. Mediante los principios de la denominada entitlement theory, considera a los individuos como propietarios de ellos mismos y que cualquiera de éstos ha de tener el derecho a apropiarse de cualquier cosa sin ser su propietario, mientras ello no perjudique a nadie y además añade que todo el mundo puede ser propietario legítimo de una cosa si lo lleva a cabo mediante una transacción voluntaria. Se trata de asegurar un sistema de transacciones legítimo, que constituya el marco en el cual cada individuo pueda llevar a cabo sus planes de vida de acuerdo con su concepción del bien. Sólo los individuos son portadores de derechos y unas libertades que la colectividad en ningún caso podría cuestionar postulando por un modelo político donde el estado sería mínimo y únicamente como garante del cumplimiento de los contratos, la seguridad y la propiedad.

Si queremos extraer una enseñanza de este Capitalismo libertario deberíamos quizás ser conscientes que,siendo radicales, la libertad que normalmente entendemos como algo externo y social a defender por el Estado, es en el fondo también una condición individual e instransferible a modo de libertad interior de la que debemos hacernos conscientemente responsables para llevar a cabo nuestros planes de vida . Y es que sin duda seremos tan libres como nos atrevamos a pedir.


martes, 16 de julio de 2013

Filosofía de los derechos: recuperando la buena vida.





Nuestra sociedad y sistema económico están dirigidos por un pensamiento que prioriza la gestión técnica y científica de nuestra actividad diaria. Una de las denuncias que se han hecho desde el campo de la Filosofía Política es que el liberalismo moderno y el pensamiento capitalista se mantiene estrictamente en el campo factual positivo entre lo que es y lo que debe ser, apartando los valores en la política y la economía.


El pensador Leo Strauss expuso clarividentemente que lo que es necesario es un profundo conocimiento filosófico del sentido del Ser Humano y los conceptos como la Justicia, la Nobleza o la Buena vida. Entre las diferentes libertades de las que el estado liberal está tan orgulloso, debería existir la libertad de no vivir estereotipadamente como un típico burgués urbano. La sociedad moderna y el pensamiento capitalista que se originó con Hobbes y Locke están fundados en los valores más bajos de la humanidad: el deseo, el egoísmo y la codicia. Nuestra modernidad debería incorporar la discusión del verdadero valor de la vida que prevaleció en la antigüedad.

Antes los acontecimientos de corrupción que tristemente padecemos, la política debería volverse otra vez hacia el conocimiento de la naturaleza humana y su valor, permitiendo a cada persona el suficiente espacio para su desarrollo intelectual y autorealización. Este pensamiento tiene una visión conservadora donde el principal llamamiento que se hace es hacia una revolución ideológica y no material. No se quiere cambiar la forma en como los bienes se distribuyen sino desplazar la gestión, la tecnología y el progreso como los principales valores de la sociedad moderna. Y descubrir mediante la educación cuales son los elementos personales que nos garanticen una buena vida, justa y noble. Algo que parece que ha quedado antiguo ante el mandato del éxito y la acumulación material a los que nos vemos continuamente sometidos y al cual nuestros políticos no son ajenos como sabemos.

Hay una fascinante relación entre la Filosofía Moral y la Teoría económica. Aunque parecen que las fronteras están claras y distantes, en realidad, aunque nos resulte extraño,  la economía surge de la Filosofía Moral en su consolidación como conocimiento científico autónomo en el siglo XVIII. En esa presunta cientificidad y positividad analítica es donde la economía se fundamenta e intenta controlar la realidad mediante la prescripción de políticas que llegan a abarcar todos los ámbitos de nuestra vida. Pero este cientifismo positivo en el fondo tampoco es válido como única forma válida de gestión social y más si esta basado en pseudovalores como la codicia o el egoísmo. Los criterios normativos  que democráticamente nos demos, como por ejemplo una Filosofía de derechos que haga de la búsqueda del bien común su principal principio, sólo por el mero mérito interno de una discusión participativa y comunicativa  pueden ya ser válidos como forma de gobierno social.


Estos criterios normativos no consecuencialistas forman parte del rescate que la Filosofía moral debería hacer sin complejos de la economía y la sociedad que esta creando. Criterios técnicos tan interiorizados por nosotros como la eficiencia económica o el coste-beneficio son también intrínsecamente criterios tan  normativos como los de una Filosofía de derechos y el bien común democráticamente decididos . La economía positiva en última instancia, solo puede ser capaz de descubrir paradojas en los criterios normativos, pero no crearlos. Por eso se hace tan necesaria la formación en Humanidades que desarrolle el sentido crítico de nuestros dirigentes y políticos y amplíe la perspectiva hacia lo que realmente nuestros clásicos ya supieron sabiamente ver: la buena vida y el bien común. Y normalmente esto tiene poco que ver con elementos materiales y más con la relación con los demás y la activa formación del propio carácter para llegar a Ser lo que uno Es. Bienvenido sea pues este tipo de realmente necesarios rescates.




domingo, 7 de julio de 2013

Capitalismo emocional: la pareja como última utopía.


Una de las cuestiones que han tomado más relevancia últimamente en nuestro espacio social y cultural es sin duda la temática de las emociones y los sentimientos: su comprensión, predictibilidad y gestión ocupan cada vez más áreas de conocimiento, como la economía, que habían estado alejadas de una de las características que encajaban menos con un sociedad, que buscaba racionalmente el progreso y debía superar, por tanto, sentimentalismos irracionales que sólo generaban desordenes personales y sociales.

Históricamente el Romanticismo supuso el contrapunto y el refugio en las propias emociones ante una revolución industrial, en la que existía una racionalización excesiva que destruía lo emocional en pos de la búsqueda del beneficio instrumental. Lo interesante es que quizás actualmente hayamos dado una nueva vuelta de tuerca a la intromisión del mercado y el capitalismo en un temática tan personal y cultural como son las emociones. No solo las emociones se piensan desde la economía sino que también la economía trabaja las emociones en sus nuevos modelos, ya que se ha descubierto que buena parte de las decisiones económicas tienen una base emocional.

La socióloga de origen judío Eva Illouz con su término Capitalismo emocional define un tipo de cultura postindustrial donde las utopías de la felicidad son mediadas por el consumo. Los problemas emocionales se piensan y se gestionan según la lógica económica, como si se tratara de una inversión, que conlleva un análisis estratégico, un posicionamiento en el mercado, una perdida o ganancia. Ha dejado de ser significativo el ideal romántico, hecho de gratuidad y pasión. Hoy los sentimientos se construyen y se entienden según el modelo instrumental del capitalismo. La cultura del amor romántico ha sido substituida por la cultura de la terapia en la creencia, acientífica, en que todo lo que nos sucede debe necesariamente significar "algo". Esto resulta coherente con la lógica productiva del capitalismo donde todo debe ser aprovechado en la búsqueda del beneficio. Con Freud se realiza una construcción científica de la sentimentalidad como objeto de problematización y terapia psicológica y con la pirámide de Maslow, uno parece que no es nadie sino busca su propia autorealización.

Como expone Illouz, uno de los ámbitos sociales que se ven más afectados por este capitalismo emocional es el mundo de la pareja que pasa por ser la última utopía moderna en donde dos personas están unidos por elección, no por deber. Sus sentimientos están defindos por la libertad. Cada parte es depositaria de la confianza, confidencias y bienestar de la otra, esperando la continuidad de la fusión, con objetivos comunes. Pero esta unión de la pareja, gestada en la libertad resulta difícil llevarla a la realidad en una cultura actual como la nuestra que prioriza otros valores.   

¿Por qué es tan difícil vivir en pareja? Según Illouz existen claros factores explicativos:

  • La actual cultura psicológica nos lleva a centrarnos en nuestro ego, su cuidado y su desarrollo. Esta sobrevaloración de los intereses personales puede hacer de la relación amorosa una empresa utilitaria que busca la maximización del placer individual.
  • La modernidad se rige por la igualdad, y ello genera nuevas tensiones, dado que lleva a hombres y mujeres a medir lo que cada uno da y recibe. Es difícil convivir con una continua evaluación del debe y el haber.
  • El enemigo del aburrimiento: la fuertes sensaciones y experiencias nuevas se han convertido en aspiraciones permanentes alentadas por la publicidad. La ausencia de continuas novedades puede resultar deprimente a la pareja.
  • La cultura dominante nos promete y exige el cambio y el desarrollo personal. Se parece obligado a alcanzar una vida feliz donde nuestro Yo evolucione. Esta permanente ansiedad por la evolución desestabiliza a la pareja cuando la estabilidad es una de sus condiciones necesarias.
  • La cultura actual nos impulsa hacia la independencia. También esta tensión presiona a la pareja; la exigente reivindicación de autonomía se enfrenta a la realidad del amor, que es la aceptación de la dependencia del compromiso y la simbiosis.
Para Illouz la pareja monógama es la última organización social que resiste ante los principios del capitalismo y debe ser defendida como resistencia a la ideología dominante. El concepto de pareja se sitúa contra la maximización de la continua elección, contra la cultura del yo que demanda nuevas sensaciones sin cesar. La pareja funciona como economía de la rareza; requiere virtudes y el carácter que la sociedad actual no nos inculca. La pareja implica ser capaz de hacer del otro un ser singular; renunciar al cálculo utilitario, no centrarse en el interés, soportar el aburrimiento, preferir el compromiso a la inseguridad. Ante un mundo necesitado de nuevas miradas, devolvámosle pues de nuevo la mirada romántica como forma de resistencia y compromiso.