lunes, 10 de noviembre de 2014

El Capitalismo como religión: deuda y culpa.

Una de las principales consecuencias que más sufrimiento están generando de la crisis actual es el endeudamiento tanto de las empresas como de los particulares. Quizás, lo realmente significativo de esta situación de sobreendeudamiento, sea la incapacidad de reparar o devolver la deuda y entrar de ese modo, en un círculo vicioso donde el acreedor tiene la posición privilegiada y el deudor se ve culpabilizado, castigado y hasta sacrificado en un ciclo que parece no tener fin. Quién esta endeudado es culpable y debe pagar sus deudas: incluso con su propio cuerpo como el pago mediante la libra de carne en el Mercader de Venecia de Shakespeare.

Para intentar comprender este discurso del endeudamiento sobre la crisis podemos encontrar en el breve texto del filósofo Walter Benjamin "El Capitalismo como religión" , las bases históricas y culturales de esta relación entre deuda y culpa, que adquiere un carácter teológico en nuestra sociedad actual y es incluso recogida en nuestro código penal. Para Benjamin el capitalismo no solo tiene un origen religioso, sino que es una religión. Recordemos que por ejemplo para Max Weber las prácticas capitalistas tenían un origen religioso en la creencia calvinista de la predestinación donde el éxito económico se interpretaba como signo de elección.

Benjamin nos expone que el capitalismo no es un conjunto de prácticas de origen religioso sino que va más allá y postula que es una religión en sí mismo con tres características que la definen: 1) es una religión completamente ritual sin dogmas. Producción y consumo se realizan como culto divino. Es una religión sin dogmas que se reduce de una forma obsesiva al culto divino. 2) ese culto no tiene ningún descanso. Todos los días son fiestas de guardar, de producir o consumir a crédito. Esto convierte nuestro tiempo en una repetición circular donde todos los días son festivos en una reiteración vacía de novedades que se repiten. 3) Es capitalismo en una religión de la culpa. En alemán "culpa" y "deuda" se dicen con la misma palabra "Schuld". Ser deudor y ser culpable son sinónimos. Pagar la deuda se corresponde con la expiación de la culpa. La religiosidad del capitalismo es mítica. Lo propio del mito es la transmisión de la culpa. En el mito, la culpa heredada, generación tras generación, vuelve justificable el sufrimiento. La culpa hace tolerables y admisibles los padecimientos del hombre ocultando así la injusticia. "Usted es culpable por haber nacido" dice el juez al condenado en El proceso de Kafka.

Lo específico de la religión capitalista es que la culpa/deuda no se salda nunca. El objetivo es transformar en deudor/culpable a todos los hombres. El capital se convierte en un generador global de deuda de personas y países que pierden así su autonomía o soberanía. Parece que el crédito domine el mundo y el futuro de los hombres. El capitalismo es una religión que no incluye la redención, la expiación, la liberación o el perdón y por tanto la cancelación o condonación de la deuda. Esta imposibilidad de desendeudamiento y de expiación provoca el agotamiento y la depresión del sujeto. El gran objetivo neoliberal ha sido siempre la individualización de los riesgos: si no se tiene éxito, si no se pueden repagar las deudas y te desahucian, la responsabilidad única es del individuo ocultando de este modo factores estructurales del sistema que generan injusticias, castas extractivas o desigualdad de oportunidades a las que el individuo no puede hacer frente.

¿Hay salida de este mito circular vicioso? Keynes decía que la función de lo religioso es asegurar el futuro, tan inseguro para el ser humano. Y parece que la seguridad que daba la religión ahora la da el dinero. Deberíamos hacer del dinero algo neutral o como mínimo no un instrumento de dominación políticamente destructivo y acabar con ese mito de culpabilidad mediante la Ilustración: retomar la idea de que el hombre solo es culpable de las faltas que haya cometido libremente. Buscar esa acción libre que rompa el círculo mediante la justicia solidaria y fraternal para con los que sufren (las plataformas antideshaucios pueden ser un ejemplo), dando un verdadero empoderamiento a la población y devolviéndoles su dignidad. Nadie es culpable por haber nacido. Hemos seguramente de volver a pasar de nuevo del mito al logos.





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