jueves, 28 de mayo de 2015

Vidas vivibles en la sociedad del rendimiento


Parece que el hombre moderno sufre un profundo desamparo en medio de la sociedad contemporánea. Desplazados por el Capitalismo dislocativo en que vivimos, muchas personas tienen dificultad para acceder a una vida normal, sumidas en una espiral de precariedad y exclusión.

Este desamparo se ve agravado por la estructura de poder y coacción que hay en la proclamación neoliberal de la libertad: el imperativo categórico de ser libre lleva paradójicamente a la autoexplotación, a jornadas inacabables, al cansancio y el agotamiento como expone el filósofo Byung-Chul Han.

Nos habituamos por necesidad a vivir en la superficie de la vida, en la mera vida, en la mera supervivencia. Han postula que el Capitalismo actual absolutiza la mera vida y se deshace de pensar en el objetivo de su actuación, en una vida buena posible o una vida vivible. El proceso de capital y producción se acelera de tal forma que en el extremo se despoja de dirección, de plantearse cual es su objetivo final o hacia donde se dirige.

Convertidos en seres precarios o sujetos de rendimiento por ese proceso de producción y reproducción Capitalista, somos incapaces para el cierre, para la  conclusión. Estamos tan subyugados por el proceso de abrir nuevas oportunidades, experiencias, productos de consumo y de romper los límites, que se ha perdido la capacidad de cerrar y concluir, de llegar hasta el final de las cosas que realmente nos deberían importar. La eterna apertura nos lleva a la insatisfacción y al colapso. Nos rompemos bajo la coacción de tener que producir y consumir cada vez más.

Además Han expone que el Capitalismo elimina por doquier la alteridad para someterlo todo al consumo. El hombre actual permanece igual a sí mismo y busca en el otro solo la confirmación de sí mismo. El mero trabajo reproduce siempre lo mismo y no lleva al punto de vista del otro, de la diferencia. La crisis actual puede atribuirse a la desaparición del otro, a que ha hecho muy difícil una acción común, un nosotros: imbuidos inconscientemente como estamos en la mera vida de la sociedad del rendimiento.

Nuestra reacción adaptativa ha sido en muchos casos la sumisión voluntaria: la aceptación de este mundo construido por el Capitalismo dislocativo tal como viene, incluso incluyendo su gran parte de injusticia, en una forma de colaboracionismo de mera supervivencia; sin plantearnos realmente cual es nuestra idea de vida buena, qué hace la vida realmente vivible para nosotros y los demás.

Se hace necesario seguramente detenerse y pensar en abrir las condiciones de posibilidad, conducir el pensamiento a través de lo no transitado, de lo otro. Interrumpir la perspectiva del uno y hacer surgir el mundo desde la perspectiva y el punto de vista del otro, de la diferencia. Tenemos que ser capaces de dar el gran salto de la mera vida a la buena vida. ¿Qué hace una vida vivible, que merezca la pena ser vivida?. Seguro que cada uno, si lo piensa un poco, tiene su respuesta y de ahí su objetivo y dirección de conclusión final.




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