martes, 6 de noviembre de 2012

La pasión por el pensamiento: Montaigne y la perspectiva interior





Encontrar lo que nos apasiona no suele ser una cuestión fácil. El camino a realizar suele ser un recorrido a veces sinuoso durante el cual tenemos la necesidad de experimentar y descartar muchas opciones. Pero el hallar un objeto de nuestras pasiones nos da la plenitud de sentir que la vida vale la pena vivirla desde nuestra particular e insustituible perspectiva personal, contestando así a una de las grandes preguntas de la filosofía.


Tenemos grandes pensadores como Pascal o Montaigne que han hecho de la búsqueda personal de sus propias pasiones materia de su filosofía. Son los inventores de la denominada filosofía aplicada: huyen de las abstracciones metafísicas y se limitan a lo tangible de su propia experiencia. Y es que hay algo más serio que la filosofía: nuestra propia vida. Ya para Platón y Aristóteles llevar una vida buena era más importante que engendrar una gran filosofía. La problematica existencial de qué vida llevar debería estar pues en el centro de cualquier sistema filosófico.

Son en estos azarosos tiempos que vivimos cuando se hace más necesaria esa perspectiva vital que ofrece el reflexionar sobre lo que nos ocurre y como nos afecta desde la confianza que en nuestro devenir vital toda experiencia puede tener sentido si encontramos nuestra pasión y propósito. Así para Montaigne su gran hobby era su libre vida interior. Un espíritu cultivado que solo se apasiona por el ejercicio del pensamiento que plasma magistramente en sus Ensayos: escritos como un discurso errante, mezcla temas e ideas a salto de mata. Con ese estilo personal conciso y desordenado rompe con el discurso retórico y estructurado clásico. La materia de estudio es él mismo escribiendo en primera persona, sin preocuparse de su imagen y aceptando con humor sus defectos.

Defensor del Humanismo, opinaba que ante tiempos violentos o fratricidas (no muy diferentes de los actuales) había que hacer una apuesta seria por la pedagogía no violenta, por el diálogo y el conocimiento de los otros teniendo aún un alto concepto del ser humano y del respeto que se le debe.En su vida pública se comporta con discreción, deja que los demás fanfarroneen, amenacen o se agrupen. El solo quiere ser juicioso, humano en una época de inhumanidad, libre en medio de una locura colectiva. Y quién no desea algo similar en una época como la que estamos viviendo actualmente.

Encontrar nuestra propia pasión como forma de buscar la vida buena, reflexionar y no lamentar nada, reservarnos nuestra libertad interior y lo mejor de nuestro Ser  para prestarlo posteriormente a los demás en la forma que mejor sepamos expresarnos, nos llevará a ampliar nuestros horizontes y a poder dar respuesta sin ansiedad a las vicisitudes con que nuestros tiempos nos retan sobre cómo vivir: debemos dejar que la vida sea su propia respuesta.




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