lunes, 20 de mayo de 2013

La incertidumbre como mejora


Si hay algo a lo que todos hemos tenido que enfrentarnos con la situación de crisis actual es a la incertidumbre: al no saber con seguridad como va a evolucionar nuestra actividad laboral, si vamos a poder desarrollar nuestra carrera profesional como desearíamos o si nuestras apuestas personales van a poder cumplirse según nuestras expectativas. El tipo de entorno que vivimos actualmente ha intensificado sin duda esa sensación de pérdida de control sobre cuestiones de las que anteriormente no nos preocupaba su evolución porque eran más previsibles.

Si analizamos la incertidumbre desde una perspectiva más macro veremos que en la naturaleza existen ambientes que cambian mucho sus condiciones (fluctuantes) y otros que son más estables. La diversidad más alta se da precisamente en los ambientes más estables, mientras que los ambientes más fluctuantes son más pobres en especies. La vida parece preferir la tranquilidad, pero también es capaz de adaptarse a los grandes cambios. De aquí surge la gran diversidad de estrategias de los seres vivos para disminuir la presión del entorno y ser capaces de sobrevivir.


La ciencia siempre se ha balanceado entre el determinismo y el caos: así la mecánica clásica es una ciencia determinista: es decir, el comportamiento de un sistema está unívocamente determinado una vez fijadas las posiciones y velocidades iniciales, y conocidas las fuerzan que actúan en él. Sin embargo, esto no significa, necesariamente, predictibilidad.


Los sistemas caóticos son aquellos que son extremadamente sensibles a las condiciones iniciales. Como es imposible repetir con absoluta exactitud las condiciones iniciales, los resultados pueden ser siempre diferentes. Los fenómenos naturales obedecen a leyes deterministas, pero, en general tienen un comportamiento caótico. Por eso es imposible predecir con exactitud el tiempo, la migración de poblaciones o la economía. Afortunadamente, la naturaleza es poco predecible (y por eso los economistas caen en el error  y soberbia epistemológica de ver su función como predictores privilegiados del futuro, pertrechados con herramientas cognitivas que se ven superadas continuamente por la propia realidad).


Para sobrevivir y mejorar en todo tipo de entornos usamos lo que denominamos inteligencia entendida como la capacidad de un ser para procesar información (interior o exterior). La inteligencia ayuda a mantener la independencia respecto a la incertidumbre del entorno. En ambientes seguros no hace falta un nivel de inteligencia demasiado grande. Pero cuando el medio se vuelve más incierto, un grado superior de inteligencia permite una mayor posibilidad de supervivencia. Vemos así  la incertidumbre es un catalizador para mejorar a través de nuestra inteligencia.


El ensayista Nassim  N. Taleb en su obra Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden expone que hay cosas que se benefician de la crisis, ya que prosperan si se exponen a la volatilidad, al desorden y a los estresores, y a las que les encanta la aventura y la incertidumbre porque poseen una característica especial: la antifragilidad que es aquello que poseen los sistemas naturales que les permite mejorarse enormemente gracias a la exposición al azar. Así ocurre por ejemplo con el genio humano y la inteligencia que surge de la dificultad de verse obligado de salir de situaciones complicadas. Nos cuesta mucha más gestionar la abundancia que la escasez. Según Taleb, acabamos acomodándonos y tratando de construir entornos estériles y seguros, y así perdemos de vista todo aquello que nos hace florecer. El dolor, los estresores y los errores son en el fondo información, pero en lugar de aceptarlos e incorporarlos como forma de mejora personal preferimos fragilizarnos al tratar de protegernos.


En una situación de crisis como la actual donde el conocimiento predictivo es tan débil y todos los intentos de controlar el entono generan más problemas;  y ante un sistema que tiene la incertidumbre como constante, estamos quizás ante un momento que los antiguos griegos llamaban Kairós: un momento oportuno, un instante privilegiado en el que de repente se abren nuevos horizontes y posibilidades y seamos capaces de visualizar la incertidumbre como una forma de mejorar y dar paso a nuevas inteligencias: relacional, emocional, holística o existencial que acaben con el dominio de inteligencia lógica, racional y literal propia de sistemas deterministas y que ha quedado afortunadamente superada por los nuevos e inciertos entornos que nos van a tocar vivir.


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