lunes, 3 de marzo de 2014

Ego: el Big Data como nuevo juego capitalista


Aunque nos parezca que pase desapercibido entre la multitud de impactos que recibimos diariamente, detrás de toda esa acelerada dinámica, lo que en el fondo esta haciendo el sistema capitalista para crecer y sobrevivir es generar su propio modelo antropológico y cultural: el hombre económico egoísta a la búsqueda de intereses privados.

La nueva forma de subjetividad tiene como objetivo la autosuficiencia personal: ser notorio, el manager triunfador de sí mismo; regida por los principios de la utilidad, de racionalización y de resultados inmediatos, encuentra en internet un mundo de posibilidades al alcance de este modelo antropológico que ahora se ha impuesto a otros modelos anteriores como el cooperativo.

El periodista y doctor en filosofía alemán Frank Schirrmacher expone en su obra Ego, las trampas del juego capitalista que vivimos en un estado permanente de subasta. Toda nuestra biografía, los logros conseguidos, nuestros sentimientos...todo se evalúa  en un constante "Me gusta". Los modelos mentales económicos han conquistado el resto de ciencias sociales, y la absurda idea que "el ser humano" es egoísta se ha convertido en algo así como una ley natural.

Para Schirrmacher vivimos conectados a esas premisas, desde la genética hasta la moral, desde las altas finanzas hasta la cuenta de Facebook o Twitter; extendemos los criterios de eficiencia a lo social (el pensar, escribir, comunicar...). Todo ha quedado reducido a la teoría de la elección racional, del propio interés. Una tesis cuyo origen se remonta a la teoría de juegos y la Guerra Fría, y que no sólo no funciona, sino que ha sido manipulada para ser aplicada en beneficio de mundo financiero y en contra de las teorías basadas en modelos cooperativos.

Nos hemos visto arrastrados al interior de un sistema de pensamiento y comportamiento que nos enseña que es razonable ser egoísta. Esto es lo nuevo. El truco para Schirrmacher consiste en vendernos la operación, no como una ideología, sino como parte integrante de la tecnología. Vivimos el triunfo del neoliberalismo autoprogramado en la técnica. La premisa decisiva dice: "cada uno solo piensa en sí mismo".

Este homo oeconomicus o egoísta piensa siempre que su ventaja en los mercados se ha convertido en norma. Aparece paralelamente el doble digital, es decir, esa copia de nosotros reducida a la matemática del egoísmo, y que además se ha emancipado: siendo éste la suma de huella digitales que dejamos al interactuar en internet, es nuestro nuevo Ego: lo que define quiénes somos realmente. Convirtiendo a su vez esas aplicaciones móviles y nueva tecnología en instrumentos de nuevas normativas sociales a seguir para estar a la moda.

Además para Schirrmacher la ideología de la época afirma que nadie dice lo que desea en realidad. Esta desconfianza anida en el corazón del sistema y de ahí la aparición del Big Data como medio que, a través de nuestra huella digital, intenta conocer quienes somos realmente en este nuevo juego capitalista. Desde el punto de vista político, la delegación de decisiones a las máquinas, vía Big Data, promete un análisis más racional y una gestión más eficaz de lo real al precio de la abdicación de la comprensión humana de los fenómenos y provocando a su vez una disminución del empoderamiento de la ciudadanía al dejar las decisiones a los especialistas. Si con el Big Data todo es probabilidad y correlación: ¿que nos queda? ¿Dónde quedan la creatividad, la intuición, la ambición intelectual?.

Finalmente lo apocalíptico para Schirrmacher es que cada vez desaprendemos que existen cosas que son válidas aunque el mercado las condene, aunque no se pulse el botón de "Me gusta". La teoría política alemana de democracia "acorde con el mercado" no es ni siquiera un mercado libre al estilo del modelo liberal de Hayek. Cabría preguntarse si la economía de datos no conduce a formatos cada vez más potentes de un economía planificada por unos pocos agentes (Google, Facebook , Twitter...) y de los cuales nuestros egos y vidas dependen cada vez más.

Tenemos que demostrar de nuevo que la cooperación es posible y a la vez que nuestros abuelos consiguieron  humanizar la Primera Revolución Industrial debemos intentar transformar nuestro mundo de datos y máquinas digitales de acuerdo con modelos de una sociedad justa y social. Humanicemos pues esta revolución digital o nuestros dobles egos egoístas digitales serán quienes determinen realmente quienes somos.





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