domingo, 18 de septiembre de 2011

Reconciliándonos con nosotros mismos: decrecimiento o saber vivir.

¿Cuando consideramos a una persona rica? Con casi total seguridad  responderemos que alguien es rico  cuando posee mucho dinero, patrimonio o abundantes inmuebles. Es decir, por muchas razones asociamos la riqueza con cuestiones exclusivamente materiales.

En nuestro imaginario mental tenemos bien inculcado la necesidad indiscutible del crecimiento, ya sea en resultados, ventas, posesiones y lo asociamos al éxito y al reconocimiento en la vida. De hecho, sintomáticamente lo primero que preguntamos en Occidente para conocer a una persona es de qué trabaja, cúal es su puesto en la cadena productiva que tanto sacralizamos inconscientemente.

Paradójicamente vivimos en un mundo donde desde el punto de vista físico nuestros recursos son limitados. El principio entrópico nos expone que no es posible crecer ilimitadamente dentro de un sistema, como es nuestro planeta, cerrado y que dispone de una cantidad de energía limitada.

La idea ilustrada del poder de la razón y la Fe en el progreso abrió nuestra modernidad y nos ayudó sin duda a alcanzar altas cotas de bienestar material y hedonismo a la carta. Tres siglos después y con una conciencia formada global de los resultados que la modernidad ha tenido, quizás sea ya momento sino de rechazarla, al menos de matizarla sustancialmente.

Porque si el sueño de la razón produce monstruos, la permanente vigilia instrumentalizada y apropiativa nos lleva a la extenuación de nuestro planeta y, sobretodo, a la propia personal.

Dado el actual contexto de crisis económica parece cada vez más probable que la alternativa en muchos países desarrollados Occidentales no sea otra que entre recesión (decrecimiento salvaje) y decrecimiento (cívico). Y aún en estas circunstancias, podemos alejarnos de pánicos muchas veces interesados, para serenamente reflexionar y tomar conciencia de las alternativas que afortunadamente tenemos.

Las teorías del decrecimiento no significan crecimiento negativo sino asumir como criterio regulador de la vida económica las consecuencias de limitación de recursos que el principio físico entrópico claramente expone. Quiere situar la relaciones comunitarias y la felicidad cualitativa por encima del individualismo y las concepciones puramente cuantitativas del mundo propias de la modernidad dominante.

Si nos paramos a pensar sacrificamos muchas cosas en nuestra vida en aras de la sacrosanta productividad. Si de algo puede servirnos esta crisis es para ser más conscientes del la paradoja de la abundancia donde el poseer más no nos hace más felices. Y muchas veces no es necesario hacer cambios radicales de vida, sino modular y enfocar nuestra actual existencia con dosis de reflexión y consciencia.

Es tiempo quizás para volver al slow life: el placer del ocio con los nuestros, el ethos del juego en lugar de la obsesión por el trabajo.A la importancia de la vida social y altruista, la conversación y lo local sobre el consumo ilimitado, a lo relacional, el gusto por la lentitud y el prestar atención a los detalles y los pequeños placeres como la lectura.

Una persona rica puede ser alguien con abundantes experiencias, lecturas o habilidades relacionales y conversacionales. Seguro que nos proporcionará más sentido y ejemplaridad que alguien que simplemente posee muchas cosas materiales temporalmente.

Es en el fondo ir hacia lo razonable sobre lo racional, vivir dentro de nuestras posibilidades sin dramatismos pero con una renovada ilusión . Como dice el filósofo Rafael Argullol al final conocerse a uno mismo es reconciliarse con nosotros mismos. Es hacer de nuestros naufragios y nuestras pérdidas parte constituyente y aceptada de nuestra patria personal.

Como le dijo un pescador: "¿Qué hago si me atrapa un remolino?". "Déjate succionar por él, al llegar al fondo él mismo te impulsará hacia fuera"


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