viernes, 18 de mayo de 2012

La libre búsqueda de lo mejor: la tradición clásica


Estas son épocas para plantear preguntas radicales: ir a la raíz esencial de las cosas para convencernos críticamente que estamos tomando el camino adecuado y el que realmente deseamos. Una de esas preguntas radicales es sin duda: si pudiéramos, ¿a qué deberíamos dedicar nuestro tiempo vital?. Mirar al pasado y nuestra tradición quizás resulte una mera distracción estética  para un mundo cuya velocidad deja intencionalmente anacrónica cualquier mirada hacia atrás, pero una de las grandes respuestas a esa radicalidad del qué hacer la da sin duda nuestra tradición humanística premoderna.

En el pensamiento actual francés aún se recoge esa defensa de la tradición clásica que fue arrinconada por una modernidad que habría acabado con el ocio creativo de los antiguos, el refinamiento y la sofisticación de las grandes cortes europeas de la época clásica y la aristocracia espiritual del fin de siglo. Se habla de la derrota histórica del bando de los antiguos (abejas, que elaboran su saber y sus obras libando en las flores del pasado) frente a los modernos (arañas, que pretenden extraer todo su conocimiento de sí mismos) y esto habría comportado la destrucción de la tradición en beneficio de una razón meramente instrumental y un consumismo desaforado cuya incontrolada espiral aún sufrimos.

Pero ¿en qué consiste esa respuesta que nos da la tradición sobre el qué hacer?. Esta respuesta que hereda de la antigüedad clásica y su concepto central de otium (ocio) y que se prolonga a través del studium medieval y del sistema ilustrado de las Academias y Universidades, considera que aquella vida consagrada a la adquisición de un conocimiento no operativo, al goce de las obras de arte y a las formas más eminentes de sociabilidad (del diálogo filosófico a la mera conversación cortesana), es la mejor de las formas de vida posibles, por delante de todas las modalidades de la vida activa.

Y esta visión de una vida casi contemplativa puede sorprendernos  a todos nosotros acostumbrados a una febril sucesión de instantes y situaciones a los que nos costaría  sin duda dar sentido intentando trazar, seguramente sin éxito, una línea argumental que los una. Parar y tomarnos el tiempo necesario, ejercitar sin culpabilidad una ociosidad bien entendida en sentido clásico de buscar un conocimiento no meramente operativo, nos proporcionará esa fuerza vital para como decían nuestros antepasados griegos: realizar nuestra libre búsqueda de lo mejor para compartirlo con generosidad después.


El humanismo clásico ha sido siempre la actitud de unos pocos resistentes contra la barbarie. Unos bárbaros que lejos de desaparecer toman nueva vida en forma de mercados especuladores y dictatoriales que nos absorben y a los que debemos firmemente combatir sin miedo ayudados por el gran concepto clásico griego Aein Aristeyein: da siempre lo mejor de ti mismo.

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