lunes, 6 de diciembre de 2010

Estetica del Silencio y construcción sujeto moderno (I): Wittgenstein

“ No queda sino hablar para no decir nada, para llenar un vacío”

                                                                                    BECKETT
“ Si pensamos por un instante en la concepción del lenguaje como límite de nuestro mundo apreciamos como se desvanece aquí toda confianza en la unidad, toda percepción de límites. Lo inexpresable se instala en el seno mismo del acto poético”
                                                                                   
                                                                           NILO PALENZULA
 
¿Es el silencio un símbolo? ¿Es una metáfora de lo inefable y espacio de lo indecible? ¿Es una forma de conducta?. ¿Un reflejo y consecuencia de nuestros atribulados tiempos? ¿Un punto y final? ¿Es el silencio en definitiva, el gran protagonista del siglo que hemos dejado atrás?.

El sentimiento de lo sublime es identificado como algo que produce un desbordamiento que escapa a la claridad conceptual con resultados duales de placer y de menesterosidad o pena. 

Antes del siglo XX y para Kant y posteriormente los autores románticos ese sentimiento de lo sublime lo provocaba la relación con la naturaleza por lo inabarcable en su extensión. Pero es a partir de todas las experiencias históricas  de las diferentes guerras del siglo XX, de lo inhumano, del terror, de Auschwitz que el desbordamiento de lo sublime abandona la naturaleza y esa experiencia estética de lo sublime no es comunicable o calla provocando el silencio: se tiene la idea del mundo pero no se tiene la capacidad de mostrarlo.

Wittgenstein partiendo de Kant define una serie de entidades trascendentes que son condiciones de posibilidad del mundo mismo: la estructura lógica, los valores morales y el sujeto metafísico. En su Tractatus, que supone el principal hito de la centralidad del lenguaje como objeto central de estudio de la filosofía del siglo pasado conocido como el giro lingüístico, Wittgenstein define un conjunto de cosas sobre las que no se puede hablar y es mejor guardar silencio. Para el filósofo austriaco las proposiciones que no describan hechos son un sin sentido.

Pero, por otro lado, hay una serie de entidades como la estructura interna lógica del mundo (los objetos tradicionales de la metafísica) , el sujeto metafísico (ojo y campo de visión) o las proposición morales y éticas de lo que no se pueden hablar pero que existen y es el silencio lo que más se les adecua. Son condiciones y presupuestos del mundo, son límites trascendentales del mundo y por lo tanto condiciones necesarias para que el mundo exista. La ética por ejemplo no cambia los hechos del interior del mundo sino sus limites: para un sujeto con buena voluntad el mundo adquiere un significado distinto que para un sujeto con una mala voluntad.

Vemos pues, que en esta propuesta filosófica del genial Wittgenstein, el lenguaje pasa a ser el límite de nuestro mundo, y el silencio se instala en la centralidad de cualquier acto trascendental (y en sus representaciones artísticas, filosóficas o culturales). Únicamente hay una pequeña  posibilidad de vía de escape ante lo inexpresable y es el sentimiento de lo místico.

Lo místico en Wittgenstein es el sentimiento que aparece como consecuencia de mostrarse el mundo como un todo limitado. Lo místico se relaciona con la religión y con el sentido último del mundo: el objeto de lo místico es Dios y los valores éticos y estéticos absolutos (ética y estética son lo mismo para él). La experiencia mística no es una experiencia cognoscitiva sino un sentimiento, una experiencia inefable, no se puede decir pues está más allá de los límites del lenguaje pero se puede sentir porque no es lo místico como sea el mundo sino que sea el mundo.

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